Cada cuatro años, los Juegos Olímpicos regresan a llenar el aire de jabalinas y premiar a los pies más veloces de la especie. Carnaval de las cifras, Atlanta '96 será otra oportunidad de batir récords en la liza y los negocios. Sin embargo, en esta ocasión, la aritmética también incluye a Cronos: los Juegos de la era moderna cumplen cien años. Para celebrar el siglo que incluye el maratón descalzo de Abebe Bikila, las siete medallas en la alberca de Mark Spitz, la final con el puño fracturado de Joe Frazer y la conquista acrobática del número 10 de Nadia Comaneci, el Comité Olímpico tenía dos sedes de resonancias mitológicas: Atenas y Atlanta, el fuego del origen o la supremacía del acero. El olimpismo se dividió en dos versiones de la realidad, la romántica y la pragmática: Atenas, sin otra infraestructura que la fascinación, o la aburrida Atlanta, un fraccionamiento donde los inversionistas podían alzar estadios sin arruinar Acrópolis alguna. Como es de suponerse, los cinco aros de la gloria se tazaron en cifras billonarias y los juegos fueron a dar a Atlanta, que se distingue por ser la fuente primigenia de la Coca-Cola. Desde 1938 el refresco patrocina los juegos Olímpicos y en Atlanta '96 alcanzará un triunfo simbólico. Nada más típico que en los juegos destinados a celebrar la superioridad planetaria de los Estados Unidos, la ambrosía de los héroes sea la célebre bebida de la cultura de masas. A pesar de la leyenda de que, en un vaso con Coca-Cola, un diente de leche se disuelve en menos de horas veinticuatro, el gaseoso artificio ha entrado a billones de gargantas y se ha convertido en frío talismán ideológico. En tiempos de insuflada retórica izquierdista, el bebestible recibió el mote de "aguas negras del imperialismo yanqui" y despertó un politizado complejo de Edipo en el cineasta Jean Luc Godard, quien se definió como "hijo de Marx y la Coca-Cola". En México la película La fórmula secreta, de Rubén Gámez, fue rebautizada como Coca-Cola en la sangre, gracias a una inolvidable escena de transfusión del líquido cuya propia fórmula secreta reposa en una bóveda de Atlanta. En el lenguaje popular, la Coca-Cola ha propiciado refranes singulares. Cuando alguien se siente absolutamente básico, hecho a mano, amo de todas las miradas, podemos decir con tranquilidad que se cree "la última Coca-Cola del desierto". Por otra parte, la forma torneada de la botella ha originado el único piropo proveniente de un refresco: "Lupita tiene piernas de Coca-Cola". También hay expresiones cocacoleras bastante cuestionables. Una de ellas pertenece al tenebroso ambiente de la homofobia; si alguien piensa que la incoherencia machista se agota en la frase "le gusta el arroz con popotes", aún tiene que tomar en cuenta este involuntario modelo de patafísica: "le gusta la Coca-Cola en rebanadas". La bebida negra se apodera de las misceláneas con la ubicua eficacia de la piratería y hay poblaciones del país que sólo se distinguen de la Edad de Piedra porque ahí llegan los camiones de Coca-Cola. En las más apartadas rancherías, los refrescos son el único contacto con la modernidad y su control representa una poderosa investidura. Sin embargo, la Coca-Cola no siempre gana las batallas. En la iglesia de San Juan Chamula se celebran rituales en los que participa la acérrima rival de la Coca: los chamanes beben su alcohol ceremonial en una botella de Pepsi. A propósito des este desplazamiento simbólico, Carlos Fuentes escribió un ensayo canónico, "De Quetzalcóatl a Pepsicóatl". También en la industria erótica Pepsi se anotó un triunfo. El estilo de vida de Hugh Hefner, dueño del emporio de Playboy, es como un fascinante berrinche: la utopía de un adulto caprichoso hasta la ignominia. Hefner sólo usa piyamas y en su calidad de niño senil no bebe otra cosa que Pepsi. 14 al día, según registró el cronista Tom Wolfe. A mediados de los ochenta, Barry Manilow compuso una pegajosa tonada sobre la generación Pepsi que hizo que le subiera el azúcar a los ejecutivos de Coca. En la guerra de las Colas, los ejércitos de Pepsi llegaban demasiado lejos. En 1985 se celebró un sínodo cocacolero que llevó a la decisión más desesperada de su historia: cambiar el sabor de la bebida que había fluido al mismo ritmo que las cataratas del Niágara. Para los fanáticos de corazón negro, el cambio fue una herejía tan atroz como ponerle cloro a las aguas del Jordán. Se crearon Comités de Defensa de la Coca-Cola hasta que el refresco volvió a su sabor de siempre y al emblema de "Coca clásica", como si se tratara de una Afrodita embotellada. Fenómeno de nuestro tiempo, la Coca-Cola pasó a la pintura en los cuadros de Andy Warhol y a la literatura en la novela del argentino Eduardo Gudiño Kiefer (Cuando a Coca le tocaron la Cola). De las muchas opiniones que ha inspirado, conviene recordar la contradictoria declaración de los cocacoleros con complejo de culpa: "la mejor forma de acabar con la Coca-Cola es bebérsela".
|
Mensajes cifrados urgentes 1. Atención. Moltke se fue a la ciudad que no existe. Preparen la ensalada griega y el gorila de cuerda. 2. Vino primero Numa Polimosco, augur, y ahora está Apolonio Verduguillo, manchado de crimen, por desgracia. Avisen al Estrangulador del Pantano. 3. Cuando la luna de neomelubrina rielaba en la Osa, goteó sangre, leche y pus la crátera sagrada que teníamos escondida. Preparen los huesos para el sacrificio. 4. Exhibe Ajonjolí su ostión sin ninguna pudibundez y con disloques de jaiba. El espectáculo es en extremo desagradable a la vista y al oído, te digo. 5. Gime el rondín de baquelita en la hoja del plátano y tú ahí sin hacer nada. 6. Cuidado (coma) díganle a Ortigoza que tiene que salir de la ciudad inmediatamente (dos puntos) Los dioses tienen clorofila (punto) Que nadie avise a la Rutilia (punto) 7. Informa el vejete protuberante que todo ha cambiado y pide que guardes silencio. 8. El comunicado: Rosina dijo mentiras al bajar del tren. Suspende operaciones. No pierdas de vista el Bazo y por ningún motivo vayas a dar señas de que me conoces. El coronel se ajustó en la nariz sus lentes azules, desplegó el plano con la topografía del terreno, leyó el mensaje urgente, encendió un cigarro, reflexionó y dictó la respuesta: Entendido. Pero llegó el ciclista con toda su gente y ahora necesitamos hormigas, un cabo de vela y una espátula italiana de las más grandes. 9. La torre se hunde cada vez más en la alfombra de seda china. Necesito que me ayudes, ¿cómo quieres que te diga que yo no puedo sola con todo esto? 10. Dile a Cardillac que el peligro no está donde él cree, sino en el sombrero que lleva puesto. Apúrate. 11. Don Juanito el Inglés se deja arrastrar por no sé qué entusiasmo que nos pone en peligro a todos. No hay más remedio que darle pato frío. Procedan. 12. Vuelvo a decirle que a la cena asistió, en efecto, el conde Dopo, pero disfrazado del signore Poro que, a su vez, estaba disfrazado del obispo Bopo. No vuelvas a decir que sobra el signore. Poro. No, no sobra nada. Sí, sí hay disfraz de disfraz y aquí eso es lo más revelador. Actúa de inmediato como tienes instruido. 13. ¿Cómo podría estar equivocado en mi suposición de que nunca pisé la luna? Pregúntale a Rossi. No puedo explicarte ahora por qué me urge tanto la respuesta a esta pregunta. 14. Si suena el clarinete, vuela en el bosque la oropéndola de plata. Cuidado con las cosas que salen del mar en la noche. Hay que estar en alerta. Vigilen. 15. Llegó al mesón de la Pochola un hombre extraño. Se cree que es francés. Gil afirma que no tenía cabeza. Otros informan que sí tenía, pero de madera barnizada. Espero instrucciones. 16. En la taberna de La Marrana, cerca de la Piazza Ritonda, pude oír que una mujer, llamada Florentina, le decía: "Reemplacé mis dientes por dientes de plata, luego reemplacé esos dientes por otros de hueso de ciervo. Son más bonitos, mira, y puedo guardarlos cuando me siento a comer." Eso fue lo que le dijo. Prepara todo. 17. Dile a Cardillac que el peligro no está en el sombrero que lleva puesto, sino en el bastón de caña que trae en la mano. Por Dios, apúrate.
Los monopolios de la información No hace falta ser un especialista en los media ni tener una intuición prodigiosa, para darse cuenta de que la televisión dejó de ser hace mucho una imagen o un reflejo de la realidad. La tele es un medio no neutral que, debido a su penetración masiva, su funcionamiento permanente y su alcance global, es parte constitutiva de lo que Scott Bukatman ha denominado una nueva realidad (Terminal Identity, The Virtual Subject in Postmodern Science Fiction, Duke, 1993). Para nadie es un secreto que los medios masivos responden y son serviles a los intereses que los crearon y los mantienen en operación. Y en esta era, la mayoría de los medios más importantes del planeta está en manos de unas cuantas empresas que se han fusionado para controlar de manera más eficiente sus inmensos intereses en radio, prensa, televisión y, pronto, en la red. Basta con mencionar unos cuantos monopolios para abarcar buena parte del entretenimiento planetario: Time-Warner-Turner, Westinghouse-CBS (tengo entendido que recientemente añadieron la cadena Telenoticias a sus posesiones), Disney-Capital Cities-ABC y General Electric-NBC. Estas corporaciones son tan grandes, diversas y poderosas que pueden poseer la nueva realidad, ejercer un poder auténtico en diversos gobiernos y bloquear efectivamente cualquier fuente de información disidente. Un ejemplo del control de la información en Estados Unidos es que los 76 canales de televisión por cable que se reciben en promedio pertenecen tan sólo a siete conglomerados.
Programación subversiva
Aunque su objetivo es manipular, controlar y vender una variedad de productos y servicios, hay quienes piensan que las estrategias de los media electrónicos han fracasado y que de hecho han desatado una contraofensiva. Douglas Rushkoff opina que quienes nacieron con una abundante dieta de manipulación han aprendido el lenguaje de los media (al igua que los niños, quienes manejan casi intuitivamente los juegos de video y las computadoras), del que saben desmontar los discursos de la propaganda y leer entre las líneas de sus monitores. Esta generación ha incorporado la televisión a su tecnoecosistema y, al apoderarse del medio, lo han subvertido con programas aparentemente inocuos en los que filtran ideas que cuestionan los valores del statu quo, como las caricaturas de Los Simpson, Ren & Stimpy, Liquid Television, de MTV, Beavis y Butthead, Duckman y el desaparecido programa de Pee Wee Herman.
La madre de todas las mercancías
No obstante, es un derroche de optimismo imaginar que la tele, como un todo, ha cambiado debido a unos cuantos programas extraños en los que se ofrecen visiones del mundo contraculturales, psicodélicas, anárquicas o gays. Hace casi 30 años, Guy Debord publicó su premonitorio manifiesto situacionista, La sociedad del espectáculo, donde escribió: "El espectáculo no es una colección de imágenes, sino una relación social entre gente, mediada por imágenes." Lo que impone la tele es mucho más que una serie de modelos o formas de vida. Como escribe también Debord: "El espectáculo es la mercancía que hace posibles a todas las demás." La amenaza de la televisión no consiste únicamente en el contenido de la programación sino en la tecnología misma.
Virus de los media
Alvin Toffler bautizó a la nuestra como la era del blip; en ella, el sujeto está continuamente sometido a un bombardeo: blips breves y modulares de información, los cuales pueden tomar la forma de anuncios, videoclips, noticias y demás. No obstante, Douglas Rushkoff ha encontrado un mejor nombre para ellos: virus de los media. "Estos eventos de los media no son como virus. Son virus" (Media Virus, Ballantine Books, 1994). Un virus es una entidad que no está viva, se trata de una membrana que contiene material genético. La membrana proteica de un virus de los media puede ser un video musical, un acontecimiento, un invento, un sistema de pensamiento, una teoría científica, un escándalo sexual, una moda o una figura del pop. Cada vez que uno de estos virus infecta a alguien, inyecta su programa político en forma de código ideológico, en el equivalente informativo al código genético: el meme. El éxito de propagación de un meme depende de la fortaleza y debilidad del sistema, es decir, de la cultura popular. Rushkoff apunta que hay tres tipos principales de virus de los media: 1) el más obvio, que puede ser un anuncio publicitario (como el Just do it, de Nike), o las bromas ingeniosas de algún activista (como quemar el abrigo de pieles que lleva puesto alguien). 2) el de escándalo asegurado, como la epidemia del sida o la separación de Woody Allen y Mia Farrow, el cual nadie lanza deliberadamente pero muchos lo aprovechan y explotan. 3)los autogenerados, como la golpiza a Rodney King y el caso O.J. Simpson. ¿En cuál categoría cabe el caso Mario Ruiz Massieu, el chupacabras o las teorías del asesinato de Colosio? Quizás en las tres.
¤ Naief Yehya ¤ [email protected]
|