En el número reciente (vol. 147, No. 26) de la revista semanaria estadunidense Time, correspondiente al 24 de junio, la portada y nueve páginas se dedican a tres artículos sobre la curación por la fe porque, según esta publicación, ``los médicos están encontrando algunas pruebas sorprendentes'' de que, en efecto ``la espiritualidad puede promover la salud''. Como era de esperarse, se trata de una colección de medias verdades que no tienen nada de nuevo, mezcladas con una catarata de aseveraciones absurdas y sin la menor base, observaciones no controladas y sin validez, ni estadística ni de ningún otro género, citas de personalidades del cine, de la televisión y del mundo de los negocios que son fieles ``creyentes'' de estas sandeces, y todo rematado con un breve reportaje sobre uno de los más conspicuos charlatanes del momento, quien combina ``consejo médico con metafísica hindú'', escribe novelas, y en unos cuantos años se ha hecho multimillonario vendiendo, entre otras cosas, una mezcla de yerbas como ``conocimiento puro comprimido en forma material''. Naturalmente, nada de esto es nuevo ni nuestros vecinos del norte tienen la exclusiva de la creencia en este tipo de fantasías; la credulidad, sobre todo en asuntos relacionados con la salud, es tan antigua como la humanidad, y todos conocemos las maravillosas propiedades del agua de Tlacote.
Mientras las pretensiones y las falsas promesas de los curanderos, brujos, gurús y otros miembros de ese gremio se mantienen en el ámbito de lo sobrenatural, sus éxitos se deben principalmente a tres factores que no tienen nada que ver con los espíritus que convocan o con los propiedades mágicas de sus pócimas curativas, que son; 1) la historia natural de muchas enfermedades, que espontáneamente tienden a desaparecer (la revista mencionada describe el caso de un médico al que se le diagnóstico cáncer, que acudió a un charlatán y su cáncer desapareció; a pesar de que el médico sabe muy bien que algunos cánceres hacen eso espontáneamente, ahora se declara convencido de que el charlatán lo curó); 2) el efecto placebo, mencionado en uno es de los artículos de Time, que también se conoce desde hace mucho tiempo y sólo recientemente está empezando a entenderse a nivel fisiológico, como consecuencia de la liberación de endorfinas producida por estímulo psicológicos; 3) a la creencia del paciente y de los que lo rodean en que las manipulaciones y menjurges del curandero le van a hacer bien, que indudablemente genera tranquilidad y confianza en su efecto.
La revista Time cita un ``estudio'' en el que se pidió a 20 curanderos por la fe que rezaran una hora diaria por la salud de diez pacientes graves con sida, y se compararon con otros diez iguales por los que no rezó nadie. Los resultados (que todavía no se publican) fueron tan ``alentadores'' que el estudio se está repitiendo con otros 100 pacientes. El examen de la eficiencia del rezo como medio para obtender una gracia o un favor tampoco tiene nada de nuevo; en 1872, Francis Galton lo examinó estadísticamente preguntándose si los personajes de la corona inglesa realmente vivían más años que otros súbditos del imperio, en vista de que la gran mayoría de ellos con frecuencia piden a Dios que ``salve a la Reina'' (God save the Queen). Los resultados del estudio de Galton fueron que este tipo de petición no tiene ningún efecto, porque el promedio de sobrevida de 97 miembros de la casa real no es mejor que el de muchos cientos de otros ciudadanos. El estudio de Galton se hizo en forma rigurosa y sus datos se publicaron en una revista accesible a la comunidad académica de su tiempo, por lo que pueden considerarse como un trabajo científico; en cambio, el ``estudio'' mencionado por la revista Time no tiene ninguna de esas características, pero se incluye como si perteneciera al terreno de la ciencia. Este es otro engañoso disfraz de las patrañas, de los reclamos falsos y de las mentiras de los charlatanes, de los curanderos ``por la fe'' y otros malandrines semejantes: alegan que sus pretensiones se basan en datos ``científicos''.
El uso de la palabra ``ciencia'' como una garantía de la verdad de una proposición es algo que tampoco es nuevo, que por los menos tiene tres siglos de haberse generalizado, cuando el mundo moderno empezó a desarrollarse a la sombra de la ciencia y de la tecnología científica. El público en general ha aceptado el prestigio de la ciencia como garantía de legitimidad, de verdad, y con toda razón. Pero hay que tener cuidado con mucho de lo que dice ser ``científico'' y hasta emplea un lenguaje supuestamente técnico, como gran parte de los artículos sobre ``curación por la fe'' que he estado comentando. Si el amable lector cree que la fe no sólo mueve montañas sino que además cura el cáncer, yo soy el primero en respetar sus creencias; sin embargo, también sostengo que no tienen nada de científicas, y con todo respeto le sugiero que si le llegara a dar cáncer (no se lo deseo, es un decir) vaya a ver a un médico y se ponga en sus manos.