Luis González de Alba
La respuesta de Sagan

Inteligencia extraterrestre

Ernst Mayr, el gran evolucionista, da como ejemplo nuestro propio planeta para demostrar la poca probabilidad de encontrar vida inteligente en otros mundos. En la Tierra ha habido 50 mil millones de especies desde que se originó la vida hace 3,800 millones de años, y una, una sola de esas especies alcanzó, y sólo en este siglo, la tecnología para enviar señales al espacio, sostiene Mayr. Es pues inútil rastrear los cielos en busca de señales de vida inteligente. Es la conclusión publicada aquí hace una semana, resumida de The Planetary Report V.XVI, n.3. En el mismo ejemplar viene la postura de Carl Sagan, el único astrónomo ampliamente conocido fuera del medio científico, y uno de los impulsores de los programas que intentan captar señales producidas por civilizaciones extraterrestres. Acepta las dificultades ennumeradas por Mayr, pero encuentra que el altísimo número de planetas, estrellas y galaxias dan el espacio estadístico que justifica esos programas.

El equivalente funcional humano

En primer término, considera Sagan que, una vez dadas las condiciones propicias para la vida, ésta ``comenzó asombrosamente rápido en nuestro planeta. He empleado este hecho para argumentar que el origen de la vida debe ser una circunstancia altamente probable, pues en cuanto las condiciones lo permiten, ¡la vida hace pop!'' Op. cit. Pero, ¿es igualmente probable el surgimiento de inteligencia? Luego de aparecer, la vida siguió ``la elegante diversificación que Mayr sumariza brevemente, y por casi 4 mil millones de años no surgió nada ni remotamente parecido a una civilización técnica'', reconoce Sagan; muchos escritores también han insistido en la casi infinita improbabilidad de que los pasos seguidos para hacer al humano y a su civilización se reprodujeran idénticos en otros planetas. Y tienen razón, ``pero claramente, cuando hablamos de inteligencia extraterrestre, no estamos hablando de humanos o humanoides. Estamos hablando acerca del equivalente funcional de los humanos --responde Sagan--, digamos, de cualesquiera creaturas capaces de construir y operar radiotelescopios. Pueden vivir en tierra o en el mar o en el aire. Pueden tener inimaginables químicas, formas, tamaños, colores, apéndices y opiniones. No estamos exigiendo que ellos hayan seguido la ruta particular que condujo hasta la evolución de los humanos''. Idem.

La ecuación de Drake

A principios de los años 60, el astrónomo Frank Drake produjo una ecuación que pronto se volvió famosa entre quienes buscan señales de vida extraterrestre. Despojada de su expresión matemática, la ecuación dice así: el número de civilizaciones detectables en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, es igual al número de estrellas en esta galaxia por la fracción de estrellas que tengan planetas por el número de planetas donde alguna forma de vida sea posible por la fracción de planetas donde, además de ser posible, la vida en realidad surja por la fracción de planetas habitados en donde evolucione una forma de vida inteligente por la fracción de planetas habitados por seres inteligentes donde se desarrolle una forma de comunicación por la fracción de planetas agraciados por una civilización técnica.

El tiempo necesario

Carl Sagan considera que, dadas las condiciones iniciales adecuadas y el tiempo necesario, es casi segura la aparición de una civilización técnica: Imaginemos dos curvas: la primera, que representa la evolución de una inteligencia técnica, comienza muy lentamente; al llegar a los cinco mil millones de años ya tiene un valor del 50 por ciento la posibilidad de que tal civilización exista, y si le damos 10 mil millones de años quizá se aproxime al cien por ciento. Esto es, si la vida surge en un planeta, es casi cien por ciento seguro que en 10 mil millones de años esa vida habrá creado una civilización técnica. Y si aplicamos la ecuación de Drake no sólo a nuestra galaxia, sino a los quizá cien mil millones de galaxias, el resultado se aproxima a 1, la casi certeza. La segunda curva estaría formada por las edades de las estrellas semejantes al Sol. Algunas serán muy jóvenes, otras tendrán 10 mil millones de años. Si unimos las dos curvas, veremos que es posible encontrar civilizaciones técnicas en planetas de estrellas con diferentes edades. No muchas posibilidades en las muy jóvenes, más y más en las estrellas viejas.

Las negaciones a priori

En cuanto al argumento de Mayr sobre la escasez de la inteligencia, cuyo ejemplo son los miles de millones de años en que prokaryotes y protista fueron los únicos pobladores de la Tierra y jamás desarrollaron inteligencia, Sagan responde: ``A pesar del gran respeto que mantengo por el profesor Mayr, debo objetar que prokaryotes y protista son nuestros ancestros, por lo tanto han desarrollado inteligencia...'' El argumento es agudo, pero no deja de tener un cierto sabor sofista, pues Mayr menciona las células primitivas, sin núcleo definido, para afirmar que, en tanto tales, no desarrollaron inteligencia. Sus nietos, nosotros, sí. Desde un punto de vista literal, Sagan tiene razón: los prokaryotes sí han desarrollado (tiempo verbal empleado por Sagan) inteligencia, pues no se rompe la línea evolutiva entre ellos y nosotros. También es verdad que los argumentos contrarios a la inteligencia extraterrestre son, todos ellos, a priori. Por lo que Sagan concluye que ``no existe medio alguno constrictivo para evaluar esa cuestión, excepto buscando radio transmisiones interestelares. Eso es lo que estamos haciendo''.