Teresa del Conde
``Los museos de México'' según un psiquiatra

El doctor Héctor Perez Rincón, discípulo de Jean Delay, y autor de varios textos sobre psicología del arte e historia es indudablemente un humanista. Como otros colegas suyos (los principales prototipos están en el siglo XIX y principios del actual) ha estado muy cerca del producto artístico, ha fomentado talleres y pertenece a la Sociedad Internacional de Psicopatología de la Expresión, con sede en el Hospital Santa Ana en París. Es un acucioso visitador de museos, tanto en el país como en el extranjero, y recibió recientemente del embajador de Francia en México, Bruno Delaye, la condecoración de Caballero de las Artes y Letras. Lo que diré a continuación está tomado libremente de un análisis que él ha realizado.

Como otros países, México está comprometido con el mejoramiento, la modernización y la diversificación de la atención [a los museos]. Se esfuerza por mejorar el sistema, pero requiere de más recursos para ello... Lo deplorable es que algunos [de los museos] no han tenido ni apoyo ni el mantenimiento que requieren y su deterioro estructural y funcional es hoy día motivo de gran preocupación por parte de las autoridades [de la cultura]. En lo personal pienso que el distinguido psiquiatra tiene razón. Hay museos en toda la República que han necesitado, o necesitan la resurrección de Lázaro. Sigue Pérez Rincón. Los afanes de nuestro país coinciden con los postulados, las metas y las aspiraciones de la Organización Mundial [es decir con las de Icomos], pero nuestras carencias en esta área son cuantitativas y cualitativas. Se necesita duplicar el personal [especializado] y aumentar los presupuestos. Nuestros problemas son más de pobreza que de filosofía [museística]. Los organismos oficiales cuentan con programas diseñados para atender [a los museos y a su población). Los programas están ya en marcha], incluyen proyectos de mejoramiento en todos niveles de los [museos] ya existentes. Cada uno cuenta con un Comité de Etica y Vigilancia para supervisar el bienestar [de las obras en los acervos, de los programas, de los trabajadores y del público]. Tales comités están aprobados y son promovidos por funcionarios de muy alto nivel y es absolutamente cierto que dichas personas se preocupan en examinar técnicamente las propuestas establecidas [tanto en infraestructura como en contenidos] con miras a incrementar bienestar y eficacia.

No hay noticia de que exista personal [en los museos] que esté en desacuerdo con su dignificación, con la necesidad de mejorar sustancialmente los servicios asistenciales ya operantes y con diversificar las alternativas para tratar [al público] de acuerdo con la heterogeneidad de sus necesidades y de sus condiciones sociales. Sin embargo, por circunstancias históricas y geográficas somos celosos de nuestra autonomía y lo que suscita resistencias es que algunos organismos extranjeros pretendan intervenir en nuestros [acervos] precipitando [mediante inconsistentes solicitudes de préstamo] mutaciones radicales que redundan en tintes [antimuseísticos].

Una cosa son los asilos y otra los [museos actuales] que sí proveen condiciones apropiadas a sus pobladores y que, aún con sus limitaciones cumplen en México una función social indeclinable. [Sin embargo] hay una notable discrepancia entre los recursos con que se cuenta y los que se necesitan.

Por lo que a esto concierne es claro que no se pueden perder de vista las diferencias en los niveles de desarrollo de los países, sus recursos, sus necesidades más urgentes en el cuidado de la salud [museística]. Lo que puede ser apropiado para un país, puede no serlo en otro. A cada país compete estudiar sus problemas y contender con ellos.

Hasta aquí el doctor Pérez Rincón, quien es director de la revista Salud Mental, órgano del Instituto Mexicano de Psiquiatría. El lector se dio cuenta de que muchas de las palabras incluidas están entre corchetes. Lo que sucede es lo siguiente: los extractos anotados se refieren todos a la atención psiquiátrica en nuestro país. Simplemente he sustituido la palabra ``hospital'' por ``museo'', ``trabajadores'' por ``psiquiatras o asistentes psiquiátricos'', ``salud museística'' por ``salud mental'', ``servicios al público'' por ``servicios de psiquiatría en los hospitales''. ``Acervos, obras de arte'' por ``infraestructura hospitalaria''. Esto implica aparatos, medios técnicos, sistemas de curación (nosotros decimos curaduría), etcétera.

No. No digo que los museos sean como los hospitales psiquiátricos. Pero la terminología psico-hospitalaria es apropiadísima para trasladar un ámbito a otro. De hecho todo el personal de los llamados ``mandos medios'' que trabaja en museos del Estado ha sido durante las últimas semanas encuestado precisamente para conocer ``enfermedades''. Porque para intentar curar males en primer término es necesario saber que existen. Además es un hecho incontrovertible que todos los trabajadores de museos, a cualquier nivel, hemos necesitado, necesitamos o necesitaremos al menos de psicoterapia. Algunos incluso promovemos cursillos de psicología y psicopatología. Esto es equivalente a la consulta externa hospitalaria, en cierto modo.

Héctor Pérez Rincón publicó una Breve historia de la psiquiatría en México de la que entresaqué los párrafos. Es un pequeño volumen --muy útil-- editado con cuidado.

Con igual cuidado intentamos proceder quienes intervenimos en publicaciones museísticas las que, por cierto son bastante más numerosas que las dedicadas a la psiquiatría hospitalaria.