La firma de un pacto con EU, sujeta a la lucha electoral, estiman
Triunfo Elizalde, /II y última Estados Unidos firmará un Acuerdo Migratorio Temporal para trabajadores mexicanos, únicamente cuando la contratación le reditúe ahorros, ganancias y supremacía en todos los aspectos, pero ``habrá que esperar a que pasen las elecciones presidenciales en noviembre; no antes, ya que muchos políticos estadunidenses temen perder votos si se muestran interesados en (firmar) un convenio de trabajadores inmigrantes''.
Así lo plantearon integrantes de organizaciones no gubernamentales mexicanas de derechos humanos de Tamaulipas, Chihuahua y este de Baja California, para quienes tarde o temprano se llegará a un entendimiento de esa naturaleza, ``porque en Estados Unidos también hay quienes lo consideran conveniente''.
Al amanecer, como todos los días,
jornaleros del
campamento Las Pulgas se preparan para comenzar
los
trabajos. Foto: Víctor Mendiola
Arturo Solís Gómez, del Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción de Derechos Humanos de Reynosa, afirma: ``sí es necesario y factible un acuerdo migratorio entre México y Estados Unidos, sobre todo cuando esta nación conoce la importancia de la mano de obra mexicana, que años atrás abrió grandes extensiones de tierras a la agricultura, y contribuyó a la construcción del Ferrocarril del Suroeste''.
Lo que tiene que cambiar de raíz es la actitud agresiva del Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN), de los cuerpos policiacos estadunidenses y mexicanos, que están a la caza de compatriotas que emigran al otro lado en busca de trabajo. ``Tiene que cambiar la actitud de los mexicanos que por egoísmo y temor a perder oportunidades de empleo denuncian a otros mexicanos, sin comprender que todos son víctimas de una crisis económica y de desempleo en nuestro país'', precisó.
Respecto al flujo de indocumentados, refiere que en 1992, en la frontera de Tamaulipas y Texas, entre las poblaciones de Nueva Ciudad Guerrero y Matamoros, en una longitud de 220 kilómetros la patrulla fronteriza detuvo en ese año fiscal (de octubre de 1991 a septiembre de 1992) a 85 mil 889 mexicanos; en 1993 esa cifra ascendió a 109 mil 48, en 1994 llegó a 124 mil 261, y en 1995 fue de 169 mil 101 mexicanos. En lo que va del presente año han sido 156 mil 811 los detenidos-deportados.
Por su parte, Fernando Gallegos García, de la Comisión de Derechos Humanos de Ojinaga, Chihuahua, estima que Estados Unidos ``no va a aceptar ningún acuerdo que no le sea favorable''. Sabe que la gente que va a Texas está dispuesta a ``aceptar todo, con riesgo de su dignidad humana, de sus condiciones de vida y de salud. Por ello no les paga lo mismo que a los geros''.
En esta pequeña población, fronteriza con el pueblo de Presidio, cuando los agricultores del otro lado requieren de mano de obra barata para sus campos como ahora, cuando comienza la pizca de cebolla, sandía y uva en Texas, las autoridades, ``desde el gobernador para abajo, se hacen de la vista gorda y casi no se captura a ningún indocumentado, pero se les vigila, se les tiene localizados, y una vez que ya no se les necesita se les detiene y expulsa sin darles tiempo de nada, ni siquiera de cobrar sus ahorros, sus últimos salarios'', asegura.
Así, ``para qué quiere Estados Unidos un acuerdo migratorio laboral?'' Para qué, si es una política que ya pone en práctica con medidas cada vez más severas a lo largo de su frontera con estados fronterizos mexicanos como Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas?
María Teresa Guerrero, de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos de Chihuahua, dice que su organización ``atiende problemas migratorios de trabajadores mexicanos, pero en especial de guatemaltecos y otros centroamericanos, que ``son engañados y traídos hasta estos lares por polleros, que los dejan a su suerte antes de pasar la línea divisoria, o ya dentro de suelo estadunidense, y fácilmente son capturados y expulsados.
``Se trata de gente buena, con anhelos de progreso, que viene con el propósito de conseguir un empleo, que en sus países no pueden lograrlo por las condiciones económicas en que viven. Es lo mismo que con nuestros indocumentados mexicanos'', sólo que al llegar aquí no hay ninguna autoridad que los proteja y sufren persecusión, discriminación, explotación y trato de delincuentes, al grado que los llegan a meter a la cárcel. Su condición es demasiado dura, por eso los auxiliamos.``La frontera es como una esponja que atrae a todas las personas que han perdido la esperanza de progreso en sus lugares de origen'', dice Mónica Oropeza de Meza, del Centro de Reintegración Familiar de Menores Migrantes Albergue Juvenil del Desierto, en Mexicali, donde brindan protección tres semanas a los niños migrantes, que al ser deportados no saben ni dónde están ni a quién acudir para recibir orientación y ayuda. Se les dan alimentos, alojamiento y comunicación con sus familiares que vivan en México o en Estados Unidos.
Al igual que la Casa del Migrante-México, su misión está dedicada a ayudar a los deportados de ``muy adentro de Estados Unidos''. Son gente desesperada, dispuesta a todo por volver con los suyos, y debido a ello, fáciles presas de engaños por parte de explotadores y polleros, que prácticamente los empujan a aventurarse en zonas desérticas, con hasta 43 grados de temperatura; por cañadas, por sitios peligrosos donde muchos pierden la vida.Quizá por ello considera Oropeza, ``debiera firmarse algún tratado migratorio que considerara seriamente el retorno de aquellos que ya tenían muchos años trabajando en Estados Unidos de manera honesta y productiva''.
Por su parte, Tiburcio Jáuregui Alvarez, del Frente Mexicano Pro Derechos Humanos, consideró que la firma de un acuerdo migratorio entre México y Estados Unidos ``no se dará por razones políticas. Por lo menos mientras Estados Unidos viva la actual contienda electoral, aprovechada por los políticos radicales para asumir actitudes discriminatorias y racistas; sin embargo, todos sabemos que ese tipo de acuerdo está haciendo falta, que sería positivo para ambas naciones.
``A mí en lo personal no me entusiasma mucho la idea, porque de acuerdo con la historia de nuestro país, sé que Estados Unidos no da paso sin huarache, y no va a dejar de hacerlo. Lo que sí llama mi atención es ver que en las dos cámaras legislativas estadunidenses ya se escuchan algunas voces en favor de un convenio, en vez de mayores medidas de fuerza o de freno a lo largo de la frontera''.
Criticó la actitud del gobierno mexicano, ``porque es claro que desde el centro del país no se ven igual los problemas de la frontera, y por ello los consulados mexicanos en Estados Unidos se caracterizan por no hacer nada, o muy poco por los ilegales mexicanos que son capturados. Los dejan a su suerte. No quieren problemas, por lo que resulta común observar que aquí los inmigrantes ilegales son víctimas de malos tratos. Es tiempo de que los legisladores mexicanos tomen cartas en el asunto, y de manera seria decididan hacer algo en favor de nuestros connacionales. No sólo palabras, hechos. Eso es lo que está haciendo falta''.