El martes fue presentado a la prensa en diversas partes del mundo el Informe sobre el Desarrollo Humano 1996 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (Reforma, 17/07/96). Este informe anual se publica desde 1990. Su propósito original fue expresado así en el prefacio al primer informe: ``si bien el crecimiento en el producto nacional (PIB) es necesario para alcanzar todos los objetivos humanos esenciales, lo que es importante estudiar es cómo este crecimiento se traduce, o no, en desarrollo humano en varias sociedades''. Este propósito fue operacionalizado a través del Indice de Desarrollo Humano (IDH), que busca ``medir el desarrollo humano no con la vara del ingreso solamente sino con un índice más comprensivo que refleje la esperanza de vida, el alfabetismo y el acceso a recursos para un nivel de vida decente''. Se buscaba sustituir ``la obsesión con los medios'' que la ``preocupación excesiva con el PIB'' conlleva, con una atención centrada en los fines. El IDH es un promedio simple de tres grupos de indicadores: la esperanza de vida al nacimiento; un índice educativo que combina alfabetización con proporciones de población matriculada en diversos niveles escolares; y el PIB per capita real como reflejo del acceso a recursos. Indice e informes han procurado ofrecer una visión distinta del desarrollo que la transmitida por el Banco Mundial.
El informe de 1996 introduce una novedad, una medida de la pobreza denominada índice de pobreza de espacidades (IPDC), que buscaría complementar lo hecho con el IDE. Así como éste es un intento para eliminar las distorsiones en la medición del desarrollo basada en el PIB, el IPDC intenta eliminar la unilateralidad de la medición de la pobreza cuando sólo se usa el ingreso. El Informe presenta el IPDC como una ``nueva medición multidimensional de la privación humana'' (p.30). Sin embargo, mientras el IDH intenta sustituir al PIB y por ello lo incorpora como una de sus tres dimensiones, el IPDC ``tiene por objeto complementar el índice de pobreza de ingresos'' y no incorpora la dimensión de pobreza de ingresos. Mientras el IDH mira el nivel medio de las capacidades alcanzadas por la gente, el de pobreza ``refleja el porcentaje de gente que carece de capacidades humanas básicas'' (p.31). Tres son las carencias en capacidades básicas incluidas en el IPDC: la falla en la capacidad básica de estar bien alimentado y sano, ``representada por la proporción de niños menores de cinco años que tienen peso insuficiente''. La segunda falla es la de la capacidad de procreación en condiciones saludables, medida por la proporción de nacimientos sin atención de personal de salud capacitado. La tercera es en la capacidad de tener educación y conocimientos, representada por la proporción de mujeres analfabetas. El IPDC es el promedio de las tres proporciones.
El IPDC es un paso en la dirección correcta. Resultaba incoherente que el PNUD midiera el desarrollo humano con un índice multidimensional pero continuara midiendo la pobreza con un índice unidimensional basado sólo en el ingreso. El IPDC es (igual que el IDH) muy endeble a la crítica por su simplismo. Vaya en descargo de ambos índices el hecho de que fueron definidos con una restricción muy fuerte: poder calcularse para un número muy grande de países con la información disponible. Esta condición siempre refleja un enfoque equivocado. Imaginemos lo que habría pasado con los sistemas de contabilidad nacional si en lugar de esquemas coherentes sólo se hubiesen planteado expresar lo mensurable con la información disponible. Los métodos de medición deben ser guía para el desarrollo de los sistemas estadísticos de recolección de la información, no expresión de sus limitaciones actuales, como ha ocurrido con estos dos índices.
La selección de los tres indicadores parece arbitraria y el texto del Informe no elimina esta impresión. Los tres indicadores sustituyen el conjunto de la población por los niños y mujeres, práctica creciente en muchos organismos internacionales. Supone que los hombres y los niños y niñas de más de cinco años no importan. Así, se premian los programas focalizados al binomio madre-niño que, como en el gobierno de Pinochet en Chile, suponen la desatención al resto de la población. En América Latina se ha avanzado desde hace siete u ocho años en el desarrollo de diversas versiones de un Método de Medición Integrada de la Pobreza que va mucho más allá del IPDC y que, a pesar de haber nacido dentro de un proyecto del propio PNUD, ni siquiera es incluido en las referencias bibliográficas del Informe del 96. Mucho menos se recogen sus avances, que resuelven muchos problemas que tiene el IPDC. El Informe de Desarrollo Humano de 1997 estará dedicado a la pobreza. Es la oportunidad para que el PNUD presente un índice multidimensional de pobreza mejor logrado que el IPDC y rompa la unilateralidad de las mediciones basadas sólo en el ingreso. Sin embargo, existe una gran presión del Banco Mundial sobre el responsable del Informe, Richard Jolly, para que no lo haga.