Víctor Flores Olea
Impunidad, complicidades y corrupción

Históricamente, la crisis de los sistemas ha estado vinculada, casi sin excepciones, a la corrupción, en las mil caras que ésta puede revestir. Desde el punto de vista del gobierno, la cabeza de Medusa de la corrupción podría definirse genéricamente como el uso con fines privados de los recursos públicos.

Abuso y aprovechamiento ilícito de influencias para aumentar la propia riqueza, cuentas amañadas, negocios que transitan en el delgado filo o de plano en la confusión entre los intereses particulares y la función gubernamental, y un largo etcétera que llega hasta las formas más alambicadas que pueda imaginarse en el ``talento'' retorcido de la delincuencia. Inevitablemente, en la corrupción extendida de un sistema de gobierno la aplicación de la ley queda en suspenso, el Estado de derecho queda hecho añicos.

Pero hay un dato fundamental: la corrupción sólo es posible dentro de un sistema de impunidades y complicidades que son el soporte de los actos ilegítimos, antijurídicos y delictivos.

La corrupción florece y medra en la complicidad y en el contubernio. Y es imbatible cuando prevalece la impunidad. Prácticamente nunca es un acto aislado; invariablemente se acompaña de asociaciones, connivencias y hermandades culpables. Y, además, sólo es posible su abundancia en la impunidad de los culpables, en la arrogancia y seguridad de que los actos delictivos quedarán sin castigo.La opinión pública se enfrenta hoy a ese espectáculo repugnante de culpas agregadas y escandalosas. Y con el alarde de ilícitos que presumiblemente no serán castigados. Presentados con ``amarillismo''? Lo importante es que existen y son en sí mismos destructivos en su desvergonzado alcance. Parecería que apenas estamos en la punta del iceberg.

Hemos sabido bien que la impunidad y la corrupción han sido, desde los tiempos ya casi inmemoriales del inicio de la revolución, argamasa que ha cohesionado al sistema. Alan Riding dijo que eran el ``aceite que permitía el funcionamiento de la máquina''. Por supuesto que nunca se han justificado en la práctica, ni jurídica, ni moral ni políticamente hablando. Siempre han sido mañas perfectamente condenables. Pero ahora que alcanzan ``notoriedad'' pública, sobre todo cuando comienzan a ``conocerse'' (la punta del iceberg) datos específicos, el tema cobra importancia estratégica nacional.Datos específicos? Desde luego, más allá de los números y casos concretos, algo que siempre se ha ``sospechado'' y que ahora parece absolutamente meridiano: la complicidad para la corrupción entre la iniciativa privada y el sector público. Una visión del desarrollo cimentado en unas cuantas empresas enormes como motor del crecimiento? Sí, pero con un ingrediente que ahora se hace indudable y se pone sobre el escenario de la opinión pública. No deseo generalizar (debe haber empresarios honestos), pero indudablemente es un factor clave de la actual situación. No contrato social, que es el compromiso del poder público con la sociedad y sus necesidades, sino contrato entre los gerentes y el poder público, como lo he llamado en un libro, que significa la inadmisible, criminal distorsión de la función pública.

Pero veámoslo claro: impunidad y corrupción no se limitan al mundo de los negocios y del manejo delictivo de los recursos públicos, tienen otras extensiones: por ejemplo, cuando tan fácilmente se exonera políticamente y sin satisfactoria explicación a dos gobernadores (el de Guerrero y el de Tabasco) por presuntos delitos. La impunidad cubre entonces a la corrupción y es destructiva del sistema. La protección privilegiada y abusiva genera corrupción y ésta, aliada a las complicidades, más impunidad. El Estado de derecho, otra vez, se suspende y la ley tiene varias medidas, es subjetiva y diferida: el conjunto entra en crisis y se desbarata.El presidente Zedillo afirmó que los mexicanos estamos ``hartos'' de la corrupción. Es verdad, pero también estamos ``hartos'' de impunidad y complicidades. Por allí, por la aplicación estricta de la ley, aun en ``casos'' ejemplares, comienza la verdadera batalla en contra de la corrupción. Si el gobierno de veras se propone liberar a México de esas plagas ha de comenzar con aplicar la ley sin distinciones ni ``influyentismos'', sin excepciones ni concesiones. La ley, no puede olvidarse, es rigurosamente general. Si no es así la intención se quedará, otra vez, en vanas palabras.

En los más elementales libros de historia se dice que el fin del Imperio Otomano se produjo por la corrupción, el nepotismo y la impunidad. La historia no es nueva sino que ha sido frecuentemente la fase terminal de gobiernos, imperios y sistemas. Esas plagas, de las que estamos ``hartos'', son una muestra más, confirmación adicional de que el sistema se encuentra ya en liquidación? El conjunto descrito corrobora que vivimos el fin de una época y el inicio de otra?