Uno de los elementos básicos de la vida política rusa es la salud de Boris Yeltsin. Problemas cardiacos, posibles problemas hepáticos, el hombre parece, sin embargo, haber recuperado de manera sorprendente una salud bien comprometida. Los médicos son capaces de todo, hasta de milagros: Brezhnev sobrevivió a sí mismo muchos años; Mitterand terminó su segundo septenio. Pero esos asuntos son secretos de Estado, por lo tanto no es posible saber qué tan fuerte, qué tan amenazado es un presidente. Queda que Yeltsin ha vivido ya seis años más que el ruso medio, ya que la esperanza de vida del hombre en Rusia es de 59 años. Nada más 59!Es que el ruso toma como nadie, por más que el francés y el mexicano intenten alcanzarlo. Dicen que cuando, en 988, el príncipe Vladimir de Kiev escogió el cristianismo, fue por la belleza de la liturgia bizantina; otros dicen que fue porque la religión alternativa, el Islam, imponía la ley seca. Desde aquel entones viajeros y turistas han sido impresionados siempre por la capacidad de absorción de los rusos aunque los primeros polacos no levantan mal el codo (qué tal su vodka? No es hasta mejor que la rusa?). Una relación del siglo XVI/XVII nos pinta sesiones de tomar, desde el anochecer hasta el amanecer, y otra vez hasta la puesta del sol; nos pinta nobles y sacerdotes confundidos con el pueblo en la misma libación y llevados a empeñar su ropa para seguir bebiendo; hombres desnudos en las calles, en la noche, buscando a duras penas el camino de su casa cantando sus canciones de borrachos.En Alsacia, los ancianos conservan el recuerdo de la llegada de los rusos en 1813 y su preocupación inmediata para conseguir aguardiente, a tal grado que una etimología fantasiosa quiere que la palabra shnaps! (aguardiente) haya sido introducida por los soldados rusos que gritaban: ``shnaps!, shnaps!''. Según los alsacianos eso significaba ``pronto'', tanto les urgía a los cosacos conseguir aguardiente.
En el siglo XX soviético, el alcoholismo masculino a base de vodka, ese destilado de granos, empezó a cobrar una altísima cuota social: degradación de la salud, muerte temprana, accidentes de trabajo y de tráfico, ausentismo, violencia, divorcio, crímenes. En horas de trabajo, la URSS perdía cuatro veces lo que Hacienda ganaba con el impuesto sobre la vodka; 70 por ciento de los asesinatos se cometían bajo la influencia del vino, y 50 por ciento de los divorcios se debían al alcoholismo de uno o de los dos esposos.
No es una casualidad que a principios de los ochenta, cuando se sintió la necesidad de reconstruir la economía de la URSS, se haya dado prioridad a la lucha contra el alcoholismo. El nombre de Gorbachov quedó ligado a la desastrosa campaña contra el vino. Probablemente su impopularidad, confirmada en las últimas elecciones donde sacó .5 por ciento, se deba en gran parte a esa buena intención.Fracasó por muchas razones, como la prohibición en Estados Unidos en los veinte y los treinta, que resultó contraproducente. Quién puede impedir a un hombre con ganas de beber que satisfaga su pulsión? La prensa contaba historias fantásticas de pilotos de caza cuyo avión se estrellaba porque los mecánicos se habían chupado el anticongelante; de directores de fábrica obligados a tener a la mano unidades de intervención para alejar a los borrachos de las máquinas. Cuando las botellas escasearon o alcanzaron precios estratosféricos, la gente empezó a sacar alcohol desde la grasa para los zapatos hasta los peligrosos metanoles. Esos samogon (autoalcohol) mataron a muchos.
Para todos los que creen que le toca al Estado moralizar a la gente y sustituirse a la familia y a las iglesias, el fracaso de la campaña de Gorbachov debería ser una lección definitiva.