Una mujer cruza la cancha de Wimbledon, es muy hermosa y corre desnuda. De inmediato la polícia interviene, lo primero que hace es cubrirla, ocultarla de la mirada del mundo. En internet, el poder (sea lo que esto signifique) y sus neopolicías, procuran limitar la información, la libre circulación de ideas y prohiben las imágenes que muestran el cuerpo desnudo. En México, el poder (sea lo que signifique) y sus neopanistas censuran anuncios espectaculares, ya sea que promuevan la venta de lencería, o que sean una expresión cultural, lo que se pretende cubrir es un cuerpo desnudo, ocultarlo de nuestra mirada. ¿Por qué?
El problema es muy complejo, es un fenómeno mundial, una batalla antigua y permanente entre dos concepciones acerca de lo humano. Una que busca controlar y otra que busca liberar. Al cuerpo desnudo se le identifica con el sexo, se trata entonces de ejercer desde el poder un control sobre los cuerpos, sobre la sexualidad. Lo que las distintas policías hacen es alejar de la mirada de todos lo que se ha definido como prohibido, mantenerlo en espacios cerrados y normativizados. Controlar los cuerpos representa controlar la belleza, los deseos, los motores básicos de nuestra existencia. Lo más íntimo y sublime, lo sagrado, el último reducto de lo verdaderamente humano.
Hechos a imagen y semejanza de Dios, la Iglesia nos cobija pero para ocultar la obra divina.
No se debe ver. No sentir. No gozar. No conocer. No pensar. No. Pero de otra parte, en esta batalla antigua y permanente, el arte y la ciencia nunca han transigido. El primero ha preservado la belleza y los sentimientos que atesora el cuerpo desnudo. El conocimiento ha hecho volar por los aires los falsos pudores e hipocresías. Los triunfos ante el poder y sus policías no han sido pobres. Ahí está, en el núcleo mismo del poder eclesiástico, la Capilla Sixtina. Ahí quedan también los testimonios de los grandes anatomistas . El conocimiento no admite límites, controles o regulaciones. El cuerpo desnudo es el gran desafío, el universo, el terreno fértil, la pregunta, la enigmática materia del saber. Preservar y acrecentar esos logros son una gran responsabilidad para la ciencia y el arte de hoy.
Ante la imposibilidad de eliminar el cuerpo desnudo del arte y de la ciencia, el poder trata de mantenerlos en cotos cerrados, suceptibles de ser controlados. Se crean además otros, donde esa regulación pueda producir dinero. El cuerpo desnudo solamente vale cuando logra articularse con el mercado, la prostitución o la pornografía que su misma prohibición alienta, pero siempre ejerciendo, a través de estas modalidades, su presencia y un absoluto control sobre los cuerpos.
Gran negocio. Así, los que en el fondo se están enfrentando son valores opuestos e irreconciliables, el control sobre lo humano contra la libertad de lo humano.
En el mundo se recrudecen las guerras, crecen los rencores, el odio, el hambre, las epidemias, la desesperanza. El cuerpo humano desnudo es la belleza, desde la tersura de la piel y las formas infantiles, hasta la sobria hermosura del cuerpo anciano. Es el amor y es el deseo, es esa llama que alienta nuestras vidas. A nadie sorprende ver las fotografías de cabezas rodando por las calles en Liberia, o a los niños famélicos de Africa o América. Nadie dice nada cuando vemos todos los días en los periódicos a nuestros niños de la calle, cuya condición natural es la diarrea, el hambre, los piojos y la sarna.
Nadie se sorprende de la crueldad de estas imágenes. Pero cuidado si aparece un cuerpo desnudo, esto sí es intoletrable, mucho más si es una imagen que mueve sentimientos de belleza, amor o deseo. Entonces sí hay que poner un alto, para empezar hay que taparlo, cerrarlo, censurarlo, clausuralo, regañarlo, señalarlo, castigarlo. Entonces aparecen por todos lados los pseudópodos del poder, el policía que algunos llevan dentro, como ha ocurrido no pocas veces a esta Sección de Ciencia, desde la broma proveniente de la Selva Lacandona, hasta el escándalo que se produce en las ``buenas conciencias'', pasando por estúpidas acusaciones de misoginia, fotos bobas para otros o francamente incomprensibles. No son más que cuerpos desnudos. Nada más, pero nada menos.
Estamos a un paso del fin del milenio, frase que escuchamos a cada rato, pero que permite mirarnos en un espejo. Se exacerban los intentos de control, desde el poder, la Iglesia, la ambición y el odio, la premeditada ignorancia. El control sobre los cuerpos, sobre la sexualidad, sobre la vida, responde a una necesidad: mantener las estructuras que nos han conducido al borde del abismo. Solamente exhiben su miseria frente a la grandeza del cuerpo desnudo.