Elba Esther Gordillo
El mensaje de las Olimpiadas

Tuve un sueño... que algún día los negros y los blancos pudiéramos vivir como iguales... en fraternidad. Ese era el espíritu de la famosa proclama de Martin Luther King, apóstol de los derechos civiles y defensor de la dignidad de los negros en Estados Unidos.

Qué importante recordar en un acto como la inauguración de los Juegos Olímpicos de Atlanta, el pensamiento y la lucha de un hombre que a través de la palabra, la resistencia pacífica y la ley, defendió la igualdad entre los seres humanos. Qué importante rendirle un homenaje, en esa ceremonia inaugural, a un hombre polémico y deportista sobresaliente, quien se atrevió a negarse a ir a la guerra en Vietnam, y por ello se efrentó al establishment, como lo hizo Muhammed Alí.

Qué importante hacerlo hoy, y precisamente en Estados Unidos, cuando crecen la xenofobia, el racismo y la intolerancia, y se ven amenazados los derechos humanos de los migrantes; cuando, por otra parte, se aviva en diferentes partes del mundo la defensa de los derechos y la dignidad de los grupos étnicos.

Qué esperanzador que en medio de turbulencias, violencia e incertidumbre en el mundo, al final del siglo y milenio, los habitantes de más de cien países puedan reunirse en un espíritu de confraternidad, de superación personal y de grupo, y de sana competencia rindiendo homenaje a las ilusiones de un visionario, el barón Pierre de Coubertin, padre del olimpismo moderno, y a los anhelos de paz y convivencia de todos aquéllos que han buscado hacer del deporte un puente de unión entre los pueblos, para celebrar los Juegos Olímpicos del Centenario.

Es cierto que el deporte no ha estado al margen de los problemas de nuestro mundo, que no se encuentra incontaminado de intereses comerciales, de cálculos políticos, de estrategias de propaganda; es cierto que ha sido utilizado como la pretendida demostración de una supuesta superioridad de determinadas razas o naciones; es cierto que las competencias de alto rendimiento como las que tienen lugar en los Juegos Olímpicos se ven sometidas a las presiones de mejorar los resultados del esfuerzo físico, a través del empleo de sustancias indebidas, y que gravitan sobre las competencias de tipo profesional los peligros de negocios turbios.

Asimismo, el deporte ha sido sacudido por hechos de violencia, como ocurrió en Munich, Alemania, en 1972. Hoy mismo, las Olimpiadas que se desarrollan en Atlanta lo hacen bajo el trágico sino de que la explosión del vuelo 800 del avión de la TWA, el miércoles pasado, en Nueva York, haya sido producto de un atentado. Todo esto, desgraciadamente, es verdad.

Pero también es verdad que el deporte y lo que han representado a lo largo de este siglo los Juegos Olímpicos, han constituido experiencias inigualables de acercamiento, conocimiento y confraternización entre los pueblos. El deporte ha estrechado las relaciones entre los diferentes países, como embajador cultural de buena voluntad, y ha proyectado ejemplos a sucesivas generaciones en todo el planeta, de competencia dentro de la convivencia, de superación como producto del esfuerzo y la tenacidad individuales y colectivos, de humildad en la victoria y grandeza en la derrota.

El deporte es una actividad que contiene una lección de autoconocimiento de lo que es el ser humano y de lo que puede hacer, de los extraordinarios alcances de sus potencialidades orientadas a objetivos constructivos. Quizás uno de los más importantes: conquistarse a sí mismo, más que ganarle a los otros, más que vencer a los demás, triunfar sobre uno mismo, lo que constituye una forma de conocerse y reinventarse.

En este sentido, el deporte es una parte fundamental en la educación y la formación armónica e integral de niños y jóvenes, para generar valores, actitudes y conductas tendientes al cultivo de la salud física, intelectual y moral de los individuos y las sociedades. Particularmente, cuando se trata de deportes en equipo y cuando se pone énfasis en la conjunción de la preparación física con el desarrollo intelectual, y más aún, cuando mediante esta actividad se ponen en contacto sociedades y culturas. No sería, por tanto, necesario fortalecer la educación física en las escuelas mexicanas?