A fines del año pasado recibí una copia del último libro del doctor Francisco González Crussi, titulado Suspended Animation (Animación detenida) 1. En otras ocasiones he tenido la oportunidad de comentar en este espacio algunos aspectos de la vida y la obra de este médico-escritor mexicano exiliado en Estados Unidos, pero ahora deseo aprovechar la aparición de su último libro para reiterar algunos de los puntos anteriores y agregar unos nuevos.
González Crussi estudió medicina en México y después de graduarse viajó al Canadá para continuar con su educación de posgrado; de ahí pasó a Estados Unidos, en donde terminó su especialidad (es patólogo) y después de un intento de regresar a trabajar a México, emigró al vecino país del norte, en donde años después fue nombrado profesor y jefe de los laboratorios de patología del Hospital Infantil Memorial, dentro de la Universidad Northwestern de Chicago. Junto con su especialidad de patólogo, adquirió una subespecialidad (es patólogo pediatra), y dentro de ésta, una sub-subespecialidad, que son los tumores llamados ``teratomas'', en la que sin duda es la máxima autoridad mundial. Pero además de sus muchos logros académicos, es también un erudito y ameno escritor, que ha publicado ya seis libros de ensayos sobre distintos temas de divulgación médica y de muchas otras cosas más, con gran éxito de la crítica y con traducciones a varios idiomas (dos al español, Notas de un anatomista, Fondo de Cultura Económica, México, 1990, y El Día de Muertos, Siglo XXI Editores, México, en prensa). También tiene otro libro en prensa en la UNAM, Partir es morir un poco, que es un volumen autobiográfico escrito originalmente en español en el que relata su experiencia de trabajador intelectual emigrado. Pero el volumen motivo de este comentario es algo diferente, porque además del texto incluye una serie de fotografías a colores no sólo estupendas sino impresionantes, de las que diré algo más. Suspended Animation consta de seis capítulos que giran alrededor de un tema central: la conservación del cuerpo humano y de sus órganos y secreciones, con objeto de estudio, demostración, enseñanza, reproducción, y algo más. Así, el capítulo 1 nos instruye sobre el estudio microscópico de los ``productos de la concepción'' en el laboratorio, así como en los extraños destinos de la placenta en distintos tiempos y culturas; el capítulo 2 es una visita (demasiado breve e interrumpida) al Museo Anatómico de la Escuela de Medicina de la Universidad Complutense, en Madrid, con comentarios sobre el desollamiento, el esqueleto y la frenología; el capítulo 3 es un paseo por el hermoso Anfiteatro Anatómico de Bolonia, con sutiles observaciones sobre el diagnóstico clínico de la virginidad (al estilo italiano); el capítulo 4 repasa la historia de la reproducción de figuras humanas en cera, un arte que rebasa con mucho los grotescos Museos de Cera con personajes famosos y que ha producido obras maestras de enorme importancia para la enseñanza no sólo de la anatomía sino también de la obstetricia; el capítulo 5 es una colección inmensa de anécdotas sobre el significado biológico del semen desde los griegos clásicos hasta nuestros tiempos, incluyendo el descubrimiento sensacional de los espermatozoides; y el capítulo 6 corona el texto con una discusión sabia y sentida sobre el sentido de los niños congénitamente malformados y sobre el consejo genético.
Retomo ahora las ilustraciones, debidas a Rosamond Purcell, quien nos dice que ella y González Crussi trabajaron de manera independiente y que sus fotografías no pretenden ilustrar puntos específicos del texto sino servir como complemento visual de su mensaje. Hubiera sido fácil incluir imágenes repelentes o morbosas, aun cuando tuvieran al mismo tiempo valor artístico. No soy un observador imparcial; tengo la misma especialidad médica del doctor González Crussi y por lo tanto tiendo a ver las ilustraciones de este libro más como muestras adicionales a una extensa experiencia profesional, lo que me libra de las naturales reacciones de horror o simple disgusto que pudieran tener los legos en medicina. Pero estas fotografías tienen algo más, muy potente y muy profundo; a pesar de su tema general, que es la patología y la muerte, tienen una ``vitalidad'' peculiar. La luz que ilumina los cráneos a través de una persiana les quita todo carácter mórbido, la placidez del niño sentado con la enorme hidrocefalia sirve de contrapeso a su tragedia, la calavera amortajada y con corona de flores de papel parece mexicana y por lo tanto familiar, y en la portada la cara de cera del muerto con los ojos abiertos mira a la eternidad con asombro y anticipación. Como todos los otros libros del doctor González Crussi, este también está escrito en un inglés impecable y envidiable. Recomiendo al amable lector que lo consiga, lo lea y lo cuide, porque tengo la impresión de que es uno de esos libros que se pierden con facilidad.
1 González Crussi, F.: Suspended animation. Six essays on the preservation of bodily parts. Harcourt, Brace & Cp., New York, 1995.