Uno de los múltiples cambios nacionales es, precisamente, que la vieja idea de lo nacional está siendo cuestionada por una revalorización de lo regional. Desde el nivel municipal hasta la conformación de sistemas de ciudades-región, el territorio mexicano comienza a mostrar la diversidad de intereses que décadas de centralismo político habían minimizado. Ello, por lo demás, no es un fenómeno privativo de México, sino que forma parte de una tendencia internacional y, en este contexto, un actor regional relevante ha sido el sistema universitario en la medida que ha ayudado a conformar las redes de creación de valor agregado de las regiones.
De hecho, la ya famosa ``vinculación'' entre universidades e industria es sobre todo un fenómeno regional ya que, salvo las grandes instituciones que por tradición han generado tecnologías y conocimientos para usuarios externos, han sido las propias dinámicas locales las que han ayudado a potenciar la vinculación por parte de las universidades. Junto a las presiones regionales, las universidades públicas resintieron las crisis presupuestarias de los gobiernos, y ello las ha llevado a reforzar la necesidad de establecer colaboraciones con el entorno como una medida para hallar financiamientos complementarios. Se ha comenzado a romper así un tabú y la vinculación comienza a ser concebida como otras más de las funciones de una universidad. El proceso, por supuesto, no es fluido y para muchas instituciones, así como los actores del mundo económico, es aún conflictivo llevar a cabo un diálogo con interlocutores que tienen culturas y misiones diferentes.
En nuestro país, sobre el tema de la vinculación hay mucho más en el papel que en la realidad, y habría que tener presente que las cosas se falicitan si existe un espacio de códigos compartidos donde los actores interactúan, porque las transacciones ocurren cuando se comparten códigos. Así, la región es, precisamente, ese espacio privilegiado de interacción.
En México, ejemplos conocidos de vinculación se dan en Monterrey, en donde suele haber una identidad de valores entre el mundo empresarial y el de las instituciones educativas, o bien como Ciudad Juárez o Tijuana donde la formación de recursos humanos responde en gran medida a los requerimientos de la industria maquiladora.
El DF y su zona metropolitana han ido adquiriendo, al paso de los años, la característica de una región, aunque por razones históricas, ni sus habitantes, sus organizaciones o sus instituciones acostumbren identificarse como pertenecientes a una ``región metropolitana'' (las identificaciones suelen venir de fuera).
Es una región urbana industrial y de servicios que ha sufrido una desindustrialización en su zona central a la par de una intensa degradación ambiental, y en cuya agenda, por lo tanto, aparece como urgente una acción colectiva para iniciar un nuevo desarrollo, sobre las bases de nuevos saberes, especializaciones e inversiones. Para ello, la región metropolitana cuenta con varias palancas posibles, una de las cuales es la capacidad de vinculación que tienen, en conjunto, sus instituciones de educación superior, públicas y privadas.
La vinculación abarca un abanico de acciones: los servicios, la transferencia de tecnologías y la formación o actualización permanente. Con mayor o menor éxito en los casos individuales, el conjunto de la oferta de vinculación metropolitana es único en el país; sin embargo también es cierto que carece de dirección hacia los problemas metropolitanos y no cuenta con visión estratégica y de sistema. Las opciones son seguir como hasta ahora o bien, darle características de sistema regional y hacer una vinculación cuya suma sea mayor que las partes. Las autoridades podrían tener la visión de hacer de las universidades y las instituciones educativas metropolitanas una palanca de desarollo económico a través de una política e instrumentos decididamente promotores, como serían apoyos de índole financiera y fiscal para quienes deseen colaborar con las instituciones de educación e investigación.
Ya hay pasos que hablan de una cooperación entre las dos entidades de la región metropolitana. Por una parte un programa ambiental, y por otra una convocatoria común para la selección al bachillerato. Es una señal de que es posible pensar más allá de las fronteras administrativas. Y frente a la concepción del gobierno federal de que la reindustrialización nacional debe hacerse sin instrumentos fiscales, al nivel regional sí sería posible aplicar los instrumentos fiscales que apoyaran el desarrollo de un sistema metropolitano de vinculación.