ASTROLABIO Mauricio Ortiz
No excederse es distinguirse

Nos clausuraron el espectacular, culminación de un trabajo que Victor Ortega y el que esto escribe venimos realizando desde hace por lo menos un año.

El asunto es que por fin alcanzamos a levantar un... ¿cómo llamarlo? Pintura no es porque por principio de cuentas no somos pintores y los que se subieron al andamio a desplegar los varios galones de pintura verde y un poco de magenta, rojo, amarillo y violeta fueron los rotulistas. Fotografía tampoco, aunque cuatro imágenes fotográficas acabaron subiendo al agigantado espacio, porque tampoco somos fotógrafos y las exigencias estéticas del medio nos son del todo ajenas. Poema no es y menos una novela, no obstante utilizar la palabra escrita de un modo intencionado, simplemente porque tampoco somos novelistas ni poetas aunque hayamos compuesto literalmente en el aire. ¿Performance? Aunque ahí estuvimos en el lugar de los hechos y tomamos fotos y video y en cierto sentido eso nos hizo parte del espectáculo, para responder afirmativamente habríamos de ser performanceros y esa autoconciencia del artista asimismo nos rebasa.

Multimedia ojalá para estar con los tiempos, pero me temo que tampoco, aunque se haya utilizado una computadora para jugar con las imágenes y generar las maquetas y otros documentos. Arte o mamada, that is the question.

Para nosotros (y me atrevo al plural con la confianza a que obliga todo trabajo compartido) siempre fue y sigue siendo una investigación, con toda la seriedad que una afirmación de esta naturaleza conlleva. No desde luego en el estricto concepto científico, en primer lugar porque no somos científicos (también esa autoconciencia y las pretensiones que impone nos rebasan) y en segundo porque la rigurosa y puntuable certificación del aparato científico nos tienen absolutamente sin cuidado. Investigación más en el sentido del Investigador Submarino en blanco y negro, Sir Francis Burton cuando lo cacharon meando de pie en la Meca, Sam Patch en su clavado a las cataratas del Passaic en Paterson, New Jersey, o el pirata Selkirk cuando se quedó en la isla con sus gatos, todos tamaños guardados como siempre y proporciones y apodos del caso.

Pero convengamos por lo pronto en algo más inmediato: un espectacular, eso es sencillamente lo que levantamos: superficie vertical de medida estándar 12.50 x 7.20 metros que se alza por lo común sobre estructuras metálicas instaladas en techos y azoteas.

Tras largas y fatigosas travesías por la ciudad acopiando visualidad de espectaculares; después de intensas y prolongadas sesiones internalizando las palabras que la acompañan; luego de las dudas consabidas y las afortunadas inseguridades estuvimos listos para compartir con el público urbano el resultado de nuestras pesquisas.

Más que exposición o paper, cuyos parámetros por lo antedicho nos escapan, un espectacular, no había de otra. Con el propio lenguaje del medio apuntar la hipocresía y la consecuente doble intención prevalentes en el medio. Así salió: un fondo verde taxi o pesera, dos flechas a lo alto y ancho con las acotaciones de tamaño, dos fotos a tamaño natural de una mujer desnuda (en este caso 1.60 metros de estatura), otras dos fotos a tamaño espectacular de ella misma en las mismas condiciones y la leyenda: ``Ceder es extinguirse''. Eso allá arriba de una azotea en la glorieta de Vaqueritos, por la zona de Coapa, era en sí nuestro reporte puesto a la consideración de la opinión pública que por ahí circula todos los días.

Después de un mes de instalada la primera fase y a los cuatro días de haber levantado las fotos gigantes, una cuadrilla de inspectores de la delegación Xochimilco se presentó la mañana del martes 16 a clausurar el espectacular montaje. Tras los sellos de clausura, que por lo visto fueron pocos, y sin lugar a discusión alguna las autoridades decidieron de plano bajar el ``anuncio'' con la tramposa argumentación de que nos faltaba un supuesto permiso que a ningún anunciante se le exige.

Si bien es cierto que los miles y miles de espacios espectaculares que hay en las calles de la ciudad-más-grande-del-mundo suelen utilizarse para anunciar los más diversos artículos comerciales y en épocas de campaña los productos políticos del momento, eso no debe confundir acerca de su carácter de espacio público. Cuántas hectáreas de un cielo, al menos eso, que cada uno quisiera seguir llamando nuestro, un territorio completo lleno de palabras e imágenes visuales en perpetuo recambio e incesante movimiento. Si sólo las grandes compañías o las más fuertes instituciones políticas acceden a ese espacio es porque resulta muy caro --un departamento de 100 metros cuadrados a siete, diez, trece mil pesos mensuales dependiendo el sitio--, pero sigue siendo un espacio público y por eso mismo es a la vez tan cotizado.

El asunto que concierne a nuestra investigación es no tanto lo de si el madral de espectaculares puede considerarse o no contaminación del ambiente, por más que la expresión esté tan a la moda, sino más bien las posibilidades expresivas del hipertrofiado medio y la exploración de usos distintos al comercial o estrictamente propagandístico. Con la clausura y sumaria desaparición del experimento que aquí se comenta, las autoridades capitalinas muestran una vez más su concepto del espacio público que sólo están encomendados a administrar y que manejan como si fuera el traspatio de su casa.