Emilio Zebadúa
Los pasos de López Obrador

La renovación de la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática crea una oportunidad histórica: la consolidación de una izquierda democrática en el país. La posibilidad de que converjan movimientos de la sociedad civil y un partido que les ofrezca representatividad institucional le aseguraría a la izquierda una presencia político-electoral muy superior a la que ha gozado en los últimos 60 años. Por eso, la propuesta del próximo presidente del PRD, Andrés Manuel López Obrador de vincular ``partido y movimiento'' abre un espacio nuevo en la política.

Los perredistas que le otorgaron a López Obrador un amplio margen de victoria en las elecciones internas quieren un partido de izquierda. Con ello las bases muestran una mejor comprensión de la dinámica nacional que los intelectuales y políticos que, dentro y fuera del PRD, insisten en mover el partido hacia ``el centro'' en busca del ciudadano típico. Los electores naturales del PRD están a la izquierda, no a la derecha del espectro político. Es falsa la premisa de que sólo se puede ganar una elección con el apoyo de las clases medias y altas: el voto duro del PRI, por ejemplo, sigue proviniendo de las capas más pobres de la población.

Competir con el PRI y el PAN por el sector conservador del electorado es, en el mejor de los casos, ingenuo y, en el peor, contraproducente: existiendo varias opciones de derecha, estos votantes elegirán siempre al partido más cercano a ellos, mientras que los de izquierda no emitirán un voto por un partido que, en vez de acercarse, se aleja. El proyecto de López Obrador busca precisamente un acercamiento entre los sectores de la sociedad que no gozan de una representación política eficaz, y el partido que carece de una base social suficientemente amplia. De tener éxito esta propuesta, el PRD emergería con la fuerza y la congruencia necesaria para contribuir a la transición democrática del país.

La trayectoria de Andrés Manuel López Obrador da lugar al optimismo. A lo largo de las elecciones sucesivas en las que ha participado, su popularidad y viabilidad como político han ido creciendo; su liderazgo nacional va en ascenso. Pocos combinan, como él, una capacidad organizativa y una visión amplia de la dinámica política y social del país. Por eso, López Obrador es capaz de generar iniciativas al ritmo de los acontecimientos; la más importante de ellas, crear un ``partido en movimiento'', tiene el potencial de modificar profundamente la configuración de la política mexicana: Un PRD de izquierda podrá traer a la mesa de discusión y negociación a los sectores más desprotegidos de la población.

Quizás precisamente por ello el proyecto de López Obrador genera tanta oposición dentro y fuera del PRD. Los críticos, sin embargo, se dividen paradójicamente con respecto a la efectividad que le conceden a la propuesta de unir partido y movimiento. Los más cercanos a la izquierda (que se encuentran dentro del PRD o en los círculos de intelectuales y políticos del centro) consideran que la movilización social ``llena plazas, pero no urnas''; les preocupa, pues, que no sea un modo eficaz de acceder al poder. Los críticos con menor simpatía por el PRD (que se encuentran dentro del gobierno y en la derecha) rechazan por principio toda fórmula que pretenda vincular un partido con la sociedad; su efectividad en la política, cualquiera que sea, les resulta excesiva.

Ni a unos ni a otros satisface ``un partido en movimiento'' y, sin embargo, esta propuesta tiene la virtud de que mira hacia adelante, no hacia trás. A diferencia de aquellos que piensan que los espacios políticos están dados y son rígidos, el liderazgo de López Obrador se funda en la posibilidad de redefinir los términos del debate en México. De la misma forma en que hace apenas 10 ó 15 años la derecha no era considerada como una opción viable de gobierno y, desde entonces, el espectro político se ha movido en esa dirección; es imprescindible pensar ahora con optimismo que es posible correrlo en el sentido opuesto.

El espacio político no se llena, se construye. La transición democrática se ha caracterizado hasta ahora por el desarrollo de dos fenómenos fundamentales: el surgimiento de la sociedad civil y la organización de los partidos políticos. Se trata de dos procesos indispensables que, sin embargo, han avanzado de manera paralela y separada. La perspectiva de que converjan en ``un partido en movimiento'' es muy esperanzadora; los pasos de López Obrador van encaminados a rescatar el contenido social de la democracia y, de esta manera, consolidar la izquierda fuerte que el país necesita.