Eliminados, todos los mexicanos que ayer compitieron
Rosalia A. Villanueva, enviada Una y otra vez Nancy Contreras se inclinaba desde su asiento y observaba el tablero. A un lado, su novio, Jesús Zárate, la consolaba. La ciclista veía con tristeza cómo pasaban frente a ella los más novedosos diseños de la alta tecnología aerodinámica, ese factor que influyó para que la mexicana quedara eliminada de la prueba de los 200 metros en velocidad, al ubicarse en el último sitio con 11.992 segundos.
Era tanta la pena de la abanderada nacional en mostrar su bicicleta que prefirió guardarla en todo momento en su stand y sacarla antes de su competencia, puesto que en comparación a las del resto de las contendientes, su vehículo luciría mejor en una de las vitrinas del museo olímpico de Laussana y qué decir del casco gris que portaba, que sería una ejemplar pieza de una casa de antigüedades en Europa.
Y la mala suerte acompañó a Nancy en el velódromo olímpico de Stone Montain, que se convirtió en un comal calcinante a 30 grados y mucha humedad. La prueba de la mexicana es de fuerza, rapidez y concentración; todo lo tenía, pero no contó con lo más esencial: la bicicleta adecuada de 5 mil dólares, esa que rechazó cuando un patrocinador se la obsequió pues fue más su temor por las represalias de los dirigentes.
Nada podía esperar la mexicana ante esa desventaja y los nervios la traicionaron en el momento que tomó la arrancada. Por más esfuerzo que hacía, la distancia entre un registro y otro era abismal y el pedaleo de Nancy era en cámara lenta ante cuetes de explosividad individual, como el cierre realizado por la australiana Michelle Ferris, quien impuso récord olímpico en la prueba con 11.212 segundos, mientras Nancy seguía escondida en la casa de campaña pese a los gritos del ¡México, México, México!
El tablero electrónico la tenía aterrorizada y la mexicana no lo ocultaba al confesar después que no estaba acostumbrada y que le hizo falta más torneos y lo que sí podía asegurar es que no calificó entre las primeras doce --fueron catorce-- porque le faltó experiencia, edad y sobre todo preparación internacional. "Desafortunadamente esta prueba, de la cual no corro, se pierden en milésimas de segundo y ni mod". El siguiente compromiso será el Mundial Juvenil en Europa.
Tratando de que las lágrimas no la traicionaran y tomando valor para sacar las palabras adecuadas Nancy Contreras aceptó que no sólo se encontró en desventaja por la falta de fogueo. Y haciendo a un lado la derrota preguntó a los periodistas mexicanos que si habíamos visto las bicicletas con las que compitieron las americanas, asiáticas, neozelandesas, lituanas, alemanas, francesas y venezolanas , para finalmente decir; ``pues se lo dejo a criterio de ustedes''.
Atlanta, 24 de julio El tenista Alejandro Hernández tenía el triunfo en la mano, pero el exceso de confianza y el calor lo fulminó, terminando en una bañera ante el noruego Christian Rudd por 3-6, 6-2 y 6-8 en dos horas, 15 minutos de juego en el complejo tenístico de la Montaña de Piedra.
Alejandro tuvo todo a su favor e incluso estuvo a un punto de ganar el encuentro en el tercer set cuando se puso arriba por 40-30 en el 12 game, pero no, su inconsistencia en mantener los puntos decisivos lo frenaban y enviaba las bolas como si estuviera en un estadio de beisbol.
El tijuanense se vio frío al inicio del cotejo, pese a las recomendaciones que le dirigía desde las tribunas Raúl Ramírez, quien con señas de manos le decía que mantuviera la calma, y si algo tuvo de acierto fue ese poderoso servicio que mantuvo durante todo el partido. Hernández metió 16 saques perfectos, pero su manejo en la cancha apenas eran chispazos ante la derecha del noruego.
Los olés, las porras y el Alex, Alex, Alex, de familiares del tenista y de los dirigentes del deporte blanco levantaron los ánimos de Hernández, quien tuvo momentos de chispazos y jugadas de verdadera estrategia, pero cuando tenía todo a su favor fallaba en los puntos definitivos frente a un rival que en principio lo dominó y lo envió al receso en 6-3, pese a que el mexicano le quitó el servicio al vikingo en el segundo y octavo juego.
Para el segundo set, Alejandro estaba más recuperado y tomó el ritmo del partido, dominó al noruego que tenía el rostro rojizo por el calor. El mexicano mantuvo su saque perfecto, esa arma que dejaba por momentos sin aliento a Rudd, 50 del mundo, y que no pudo frenar al crecido mexicano y mucho menos cuando éste le rompía el servicio --dos y ocho-- y acabó a su rival en 6-2.
La temperatura no se apiadó de nadie y los tenistas lo resintieron tirando y acomodándose las gorras y hasta tres veces cambiaron de playeras. Eran esponjas y las toallas estuvieron a la orden del día. Hubo enojos y berrinches por ambos bandos. Las raquetas rebotaban en el suelo. La presencia inesperada de la serbia naturalizada estadunidense Monica Seles robó cámara al encuentro, cuando la tenista, resguardada con un fuerte dispositivo de seguridad, comenzó a pelotear en la cancha contigua. Todo mundo dio la espalda al mexicano buscando el ansiado autógrafo o la foto del recuerdo.
Y lo que se veía venir se prolongó en un maratónico final cuando Hernández y Rudd se enfrascaron en severa lucha contra ellos mismos y los rayos del sol, que calcinaban el cuerpo. 38 grados de temperatura y todo mundo gritaba que terminara el infierno por temor de caer desmayados, pero Alex no respondió y escasos fueron sus acercamientos a la red. El desgaste mermó su rendimiento y bajó el ritmo de su juego.
"Estoy decepcionado porque estuve cerca de ganar y no fue mi día. Fallé ese punto y así es esto. El calor fue criminal y aunque traté de adaptarme creo que nos perjudicó a los dos", dijo Hernández, quien tendrá otra oportunidad en el dobles con Oscar Ortiz ante Malivai Washington y Richey Reneberg.
Mañana, Angélica Gavaldón se medirá con la argentina Gabriela Sabatini y Oscar enfrentará al italiano Andrea Gaudenzi en la segunda ronda de singles.
Atlanta, 24 de julio El boxeo amateur sumó este día dos derrotas más a la lista previa de cinco. Se notaron las ganas, de eso no hubo ni duda, pero también fue evidente el que otra vez no se tenía la técnica, el empuje; en una palabra, no sabían cómo ganar.
Carlos Martínez y Julio González no tuvieron rivales fáciles. Se trató de dos verdugos que antes defendían los colores de la Unión Soviética, pero ahora pelearon y ganaron por Kazajastán. El quinto lugar mundial del campeonato de la especialidad disputado en Alemania en 1995, Bolat Niyazymbetov, y el tercer sitio del mismo evento, Vassili Jirov.
Los primeros en subir al azulado ring del Alexander Memorial Coliseum fue Carlos ante Bolat, en la categoría de los 63.5 kilogramos. Al mexicano no le tocó el azul de la mala suerte de otros días, aunque de nada le sirvió porque de inmediato le empezaron a hacer puntos.
``Sálgase, sálgase de allí'', le advertían sus compañeros, pero en poco tiempo las izquierdas y las derechas, como atraídas por el imán del mexicano, sumaron 11-1 puntos en su contra. Lo hacía como trapo el kazajastano; lo doblaba hacia atrás sobre la cuarta cuerda. En un calificativo, lo masacró durante tres rounds. Antes de terminar el tiempo, lo tiró cuando la puntuación estaba 20-2. Se levantó sólo para recibir más castigo y lo consiguió. El pleito, sin lugar a dudas, fue desigual.
El méxico-estadunidense no le funcionó a la Federación de la especialidad. En entrevista, explicó que siempre se le había dificultado mucho enfrentar a zurdos y por ello es que sobrevino la derrota. Y del porqué no se preparó más en ello, apenas respondió: ``No, bueno, es que no había con quién''.
Tres horas más tarde, el espectáculo sería casi igual. Era el turno de Julio frente a Vassili, en la división de los semipesados. La misma carencia técnica, casi la misma forma de entregarse al rival, aunque tuviera todas las ganas de hacer su mejor papel. La puntuación se fue hasta 11-2 en contra del mexicano. Luego, en poco tiempo, la misma lección aplicada al anterior mexicano se la pusieron de castigo a éste.
En las tribunas, los púgiles mexicanos ya estaban derrotados. Ya no gritaban, sólo entre ellos comentaban y el grito de ¡México México!, se terminó sin ningún efecto. Los antes orgullosos compatriotas, callaron.
El trabajo del kazajastano nada tenía de complicado. Entrar, tirar dos, tres golpes y salirse. Y así hasta llegar a 15-4. "No se rinda Julio", todavía le gritaron. Y no se rendía, iba por más y lo obtuvo, hasta que el réferi, en un acto de benevolencia pura, detuvo el pleito (RSC).
Ya nadie fue a la conferencia. El peleador no estuvo porque tuvo una herida en una de las orejas, aunque nada grave, según el reporte de la delegación. El entrenador cubano, Mariano Leyva, mandó decir que nada tenía que decir, y quien de plano se escondió para no responder lo que deberá justificar, fue Ricardo Contreras, el presidente de la federación respectiva, quien estaba orgulloso de haber clasificado a ocho púgiles. Ahora sólo hay uno.
Atlanta, 24 de julio También la natación regresa a casa. Jesús González terminó en el sitio 29 general, luego de una ronda eliminatoria, donde finalizó en el cuarto lugar, con un registro de 54.94 segundos en los 100 metros mariposa. Pero se dijo feliz, porque había logrado hacer otra vez su ``mejor marca''.
Pero con papeles en la mano, se le demostró que estaba equivocado. Ya que según la información oficial de México, calificó a las competencias del centenario con 54.90 segundos. "Ah, bueno, son cuatro centésimas, que las puedes sumar, restar, agregar o quitar, pero no pasa nada", dijo, como si se tratara de litros de agua en el océano y no una prueba regida estrictamente por las centésimas de segundo.
Antes, la prueba se desarrolló en la majestuosa alberca del Acuatic Center. Esta vez fueron las representantes del nado sincronizado las encargadas de animar al nadador. Desde que apareció por el área de la alberca inició un acompasado coro de gritos. Los asistentes se extrañaban de escuchar tal y volteaban para localizar al susodicho. Extraño canto ese de ¡Chucho!... ¡Chucho!, en el donde todo parecía ser silencioso, quizá porque todavía no había nada de lo que se pudiera hacer para una fiesta.
Una salida en falso y de nuevo todos a sus posiciones. Apenas sonó de nueva cuenta la alarma electrónica y ¡Chucho!... ¡Chucho!, salió disparado. Fue el único habitante del continente americano en la eliminatoria. Parecía como una locomotora acuática. Cuando cumplía los primeros 50 metros de recorrido había empleado 25.42 segundos y se mantenía en la tercera posición. De regreso, deslizándose con rítmicos movimientos de pies, brazos y tronco, empezó a ceder su posición hasta terminar en el cuarto sitio, con una marca de 54.94, que fue calificada por la organización de los Juegos del Centenario como RN (récord nacional), lo que obviamente está equivocado.
Deseaba saber su posición y sus posibilidades de pasar a la siguiente ronda, y se esperó en la alberca hasta que de ello lo informaran. Pero aún no está en ese rango de los que disputan frente a los ojos del mundo las medallas o las pruebas ``B'', como de consolación. Y es que su tiempo distó mucho del primer sitio logrado por la mañana por el australiano Scott Miller, de 52.89, quien batió el récord olímpico, o el del número 16, Edward Parenti, quien logró 54.03.
Renuente a hacer críticas a la federación que lo propuso para estar en Juegos Olímpicos, no se aguantó las ganas de responder, entre sonrisas, que si los dirigentes nacionales tuvieran que calificar para este tipo de competencias, apenas "alcanzarían 29 o 30, por ahí, por ahí".