La Jornada 26 de julio de 1996

EUFORIA Y AGRESIONES

Reflejo gregario futbolero, del individuo que se convierte en masa, y ésta todo lo permite, lo posibilita --Canetti dixit. Festejo que pasó a ser un ritual de anarquía. En el Angel de la Independencia se vivió el ``gran empate'' de la selección mexicana de futbol. La igualada ``de la calificación'', ``la del oro''. Unas dos mil personas se congregaron para ello y unas 10 chicas conocieron en su cuerpo lo que es la pasión futbolera.

Persiguidas al ritmo de ``que bailen las muchachas... que bailen las muchachas'', unos 20 hombres las quisieron desnudar. Una de ellas hasta perdió la pantaleta en el festejo.


Celebración en el Angel de la Independencia.
Foto: Carlos Cisneros

La primera en correr atemorizada fue una jovencita de 14 años a quien el grupo de ``eufóricos'' persiguió. Ella sólo recibió ``caricias'' eufóricas, pues el haber alcanzado la espalda del subinspector de la Secretaría de Seguridad Pública, Manuel Gutiérrez, la salvó de ser desnudada.

Casos como ese se repitieron después de las 11 de la noche. Las otras chicas no corrieron la misma suerte; dos de ellas resultaron con las playeras rotas, los brasieres desprendidos y una más dejó su prenda más íntima sobre Paseo de la Reforma. El grupo logró despréndersela.

El empate fue celebrado como victoria. Al filo de las 10 de la noche arribaron los primeros festejantes y ya para las 22:30 más de 2 mil personas coreaban porras, ondeaban banderas; era una celebración tranquila, todavía.

La igualada a uno de la selección mexicana en el estadio Robert F. Kenedy, en Estados Unidos, bastó para celebrar y esperar que la oncena mexicana tenga el oro olímpico en futbol.

La mayoría de las jóvenes llegó temprano al Angel y permaneció en el monumento hasta cerca de las 11 de la noche, pero al bajar la escalinata y enfilar por Paseo de la Reforma para irse a sus domicilios el grupo de ``eufóricos'' las alcanzó.

No importaba que estuvieran acompañadas; unos cuantos les gritaban que bailaran y eso bastaba para que más de una decena les hiciera ``bolita'' y ahí fueran ``auscultadas''. ``Qué ojetes, en lugar de que las ayudaran más las manoseaban'', ``pero de qué te quejas si hasta tú metiste mano'', se decían triunfantes.

Los polícias sólo miraban mientras el resto de los festejantes se reía y las señalaba. Hasta las 24:00 horas la ``celebración'' continuaba.

(Gustavo Castillo García)