Daniel Cazés
Dejar el pasamontañas

Pese a la estrategia bélica destinada a hacerse ver y oír, la aparición pública de los zapatistas, desde 1994 hasta hoy, tiene objetivos y contenidos incuestionablemente ciudadanos.

La actuación pacífica y pacifista del EZLN, de quienes lo apoyan y simpatizan con sus postulados políticos y con sus tácticas políticas, busca la creación de relaciones sociales democráticas en todos los sentidos, la transformación del sistema vigente (estructurado por la demagogia, el despotismo, la corrupción y la impunidad) en un régimen de plena participación, de justicia, tolerancia, cumplimiento de la legalidad, y dignidad.

El recorrido de los zapatistas de Chiapas y de quienes van con ellos por lo menos en parte del camino, es un recorrido de núcleos importantes de la ciudadanía mexicana por la ciudadanización del país.

Lo anterior fue claro desde la Primera Declaración de la Selva Lacandona; no dejó lugar a dudas desde que, asumiendo la voluntad expresa de quienes la apoyaron desde el principio, el EZLN se transformó en fuerza de paz; ha sido reiterado en cada una de las movilizaciones y concentraciones a que ha convocado, en la consulta ciudadana sobre su propio destino y en su actuación en cada fase de los diálogos, en San Cristóbal y en San Andrés.

El que multitudes de mexicanos y mexicanas se sientan representadas, aun parcialmente, por el EZLN, y de que por alguna razón se reconozcan en él, es expresión incuestionable del carácter ciudadano de sus planteamientos y acciones. Su capacidad creativa y evolutiva en cada nuevo momento manifiesta también la vocación ciudadana del movimiento, añejo y vasto, que sintetiza y encabeza en este fin de milenio, quizá también de régimen.

El EZLN ha sabido ocupar una dimensión internacional mediante la ciudadanización de tecnologías utilizables democráticamente. Y lo ha logrado con un entusiasmo y una eficacia de los que carece el gobierno pese a los medios multimillonarios con que no ha intentado anular esa presencia. Esto es también expresión de los alcances ciudadanos de la incidencia del EZLN entre gente de todo el mundo que vive en condiciones semejantes a las de la mayoría de los miserables de México, y aún entre los desesperanzados de las sociedades más ricas y avanzadas.

En los últimos dos años y medio, los caciques, los gobernantes y los políticos profesionales defensores de privilegios, han recurrido a todos los mecanismos que conciben como posibles para anular esta búsqueda ciudadana y retornar cuanto antes a lo que puedan salvar del viejo régimen que ya es inaceptable. La calumnia y la desinformación, el racismo y el silencio de los negociadores gubernamentales, pero sobre todo la militarización y el sitio bélico destinados a crear hambruna y profundizar en la miseria extrema, han sido las armas principales de quienes tratan de evitar cualquier desarrollo ciudadano en Mexico.

Pero sólo a últimas fechas se ha hecho aparecer en diversos puntos del país a grupos que mimetizan a los zapatistas de Chiapas, a veces asignándoles proclamas escritas sin duda por ex guerrilleros reciclados como policías. Hoy es fácil suponer que proliferarán los grupos de encapuchados que se presentarán como revolucionarios para llevar a cabo actos criminales y justificar la intensificación de la presencia militar en todo el campo mexicano y también en las ciudades.

Por lo expuesto y por otras razones igualmente pertinentes, planteo que ha llegado la hora de que los comandantes y las comandantas del EZLN, su subcomandante y sus demás oficiales, representantes y activistas, se despojen de los pasamontañas y de los paliacates, y tanto en su cotidianidad como en sus apariciones públicas aparezcan con sus propios nombres de ciudadanos y ciudadanas en armas que construyen la paz, la justicia la democracia y la dignidad, y que con sus acciones representan a millones.

Con las caras cubiertas, los y las zapatistas han demostrado que cada uno de ellos y de ellas podría ser cualquier mexicano, cualquier mexicana, y que bajo el pasamontañas o tras el paliacate puede estar quienquiera que siga el mismo rumbo aunque sea por veredas diferentes.

Con los rostros destapados, hoy los zapatistas de Chiapas no sólo deslegitimarían las farsas en que agentes del gobierno y los caciques intentan caricaturizarlos y justificar la expansión de la violencia castrense y otros crímenes: También, y sobre todo, acentuarían el carácter ciudadano del proyecto político que los identifica con gran parte del resto de la ciudadanía, y cada zapatista ocuparía abiertamente el sitio que sólo a él o a ella pertenece como ciudadano o ciudadana en la sociedad de ciudadanos a cuya cosntrucción contribuyen intensamente ellas y ellos.