La renuncia del ministro de Economía argentino, Domingo Cavallo, a quien dos días antes el presidente Carlos Saúl Menem había concedido también la cartera de Defensa, ha sido arrancada por las manifestaciones populares, incluso por la amenaza de huelga general de la paciente dirección de la menemista Confederación General del Trabajo (CGT) y por las movilizaciones huelguísticas de los demás sectores sindicales. La política del hombre del Fondo Monetario Internacional, además de engendrar las protestas en el propio partido de gobierno y en el gabinete ministerial, ha resultado inaplicable. Si en Francia las manifestaciones y las huelgas hicieron dar marcha atrás al gobierno y en Alemania hubo una gran resistencia popular a la política neoliberal, en Argentina la sociedad dice ahora nuevamente ``no'' a la línea del FMI. La defenestración in extremis del zar de la economía argentina por parte del grupo político gobernante, que ve con preocupación cómo se une una crisis económica con una profunda crisis política y social y teme por su futuro electoral, al extremo de cambiar de caballo a mitad del río y de inyectar una buena dosis de populismo en el ajuste estructural, sin duda, provocará graves repercusiones económicas en Argentina, en el Mercosur y en toda América Latina, incluyendo a México.
Así como la crisis de diciembre de 1994 en nuestro país no fue solamente un caso mexicano, la caída del hombre que garantizaba a los capitales financieros no será tampoco un caso meramente argentino. En primer lugar, porque la inseguridad provocará grandes huidas de capitales de todos los países latinoamericanos hacia los asiáticos y los países industrializados; en segundo, porque la política del FMI y del Banco Mundial (que no tienen en cuenta los costos sociales de sus medidas macroeconómicas) provoca una inestabilidad social y política que está llegando a grados insostenibles en los principales países latinoamericanos (como Argentina, Brasil, México, Venezuela) y deberá ser modificada, quiéranlo o no los estrategas del capital financiero, ya que los grandes países tienen aún una estructura política y social que pesa, en última instancia, en las opciones que los Estados se ven obligados a adoptar.
La estabilidad del peso argentino está en cuestión y, con ella, la de nuestra propia economía y nuestra moneda. Además, Cavallo era el candidato a presidente in pectore de la gran finanza estadunidense y mundial, y el equipo de Menem no tiene ahora ni la capacidad ni la estatura ni la credibilidad necesarias para encauzar la crisis que vive el régimen debido a la renuncia de este ministro (más, hace una semana, la del hombre de los militares, el ministro de Defensa, Camilión, y el ministro de Justicia, garante de la conservación). No es posible dejar de comprender que, en una economía mundializada, lo que pasa en un país importante repercute en los demás. La desaparición del hombre del capital financiero internacional en Argentina no solamente podría provocar un efecto yerba mate sino que también podría marcar el comienzo de una etapa de inestabilidad y de viraje en las políticas económicas y sociales de nuestro continente.