``Paqué te tomas la molestia'', dice el tonto del pueblo. ''Cuánto vas a que te pone apóstrofo entre la 'pe' y la 'a' de paqué te tomas la molestia?''. ``Hay que insistir'', le digo. ''Cuándo? Cómo? Dónde? Por dónde? Con quién?'', pregunta Emma Thomas, que a todo esto quiere ser periodista. ``Lo que dice éste'', dice el tonto del pueblo, señalándome. ``Es que hay que ponerle una prueba al corrector: a ver si no está dormido como el de la semana pasada.'' ''Y si está dormido?'', insiste ella. ``Mañana mismo se verá'', digo yo, sin estar muy seguro. ''Pero dónde se verá?'' ``Pues aquí, pues'', digo yo. ''Aquí? En el Imperio de los Sentidos?'' ''Cómo cree, mi almacén?'', dice el tonto. ``Se va a ver aquí, en la primera línea de esta página...''
Puedo escribir las cosas más tontas esta noche. Escribir ``por ejemplo'' es igual a ``verbigracia'', me digo manejando con el sol (con minúscula) en la cara, porque si fuera el Sol con mayúscula (como dice el corrector de esta plana), hace tiempo que se habría derretido la camioneta. Por lo pronto el derretido soy yo. Acabo de bajar de un avión y ahora corro en dirección opuesta a mi destino. La camioneta desciende poco a poco desde el valle de Tuxtla Gutiérrez hacia las últimas terrazas del continente americano antes del mar. Atravieso pueblos que no veo más allá de rótulos que dicen leña, tope, cuidado, alto, coca-cola, se bende maíz, refaccionaria a lo largo de cada calle principal. Queda atrás Cintalapa, doblo a la izquierda, sigo corriendo, ALTO, exige con sonoras mayúsculas (que ninguna gramática justica) el aviso de un cuartel. Me detengo miles de metros lineales más adelante. ''Para Arriaga?'' ``Ya mero, ya nomás te falta el montecito'', me dice un descalzo parado sobre el lomo de un tope con un negocio de frutas en las manos: dos mangos. Y a tal se reducen las existencias de su empresa. De libre comercio en temas pensando, emprendo el asalto a las cumbres de Monte Bonito. Pero qué es esto?, me digo, porque todavía es antes de la noche pero después del oscurecer, y no se ve un carajo en consecuencia. El camino se ha vuelto un tobogán: las curvas dan la vuelta en picada y adquieren formas que me recuerdan los extremos de un platón, la perfecta circunferencia de una glorieta. Llego finalmente a Tonalá. Abro la mochila. Esculco, revuelvo. Sí, he olvidado el peine. Así que me voy a comprar uno en la primera farmacia y pregunto al encargado como si fuera lo más normal, pero al salir de la última y con gran sorpresa admito que no hay un solo peine a la venta en Tonalá. Y claro que a la mañana siguiente, por supuesto, me baño, me visto y me voy con los pelos de punta: en cierto modo, la noticia de la escasez de peines en Tonalá me horroriza. Sobre todo porque es verdad.
La Jornada de ayer publicó dos declaraciones apabullantes: una declaración de amor y una declaración de desprecio. Ambas totales. Ambas absolutas. La primera la hizo Martha Pérez Martínez, enfermera titulada, madre de dos hijos, que decidió tirar 5 centímetros de su sangre a la basura. Extendió un brazo, se dejó pinchar la vena por un colega y anunció que repetiría el mismo sacrificio cada tantos cuartos de hora, en protesta porque en los 33 hospitales públicos de la ciudad de México ``se mueren miles de pacientes y no por descuido, sino porque no hay medicamentos ni equipo. Una tiene que correr de un servicio a otro porque no hay medicinas, torundas, jeringas. Nos dan de 10 a 12 pacientes y sólo cuatro jeringas para atenderlos. Nosotros no podemos callar esto'' (crónica de Judith Calderón). La otra declaración, la segunda, la de desprecio, no es menos elocuente. ``El gobierno mexicano pagará anticipadamente 8 mil millones de dólares a las autoridades de Estados Unidos y al Fondo Monetario Internacional, informó la Secretaría de Hacienda... Con ello, el sector público se anticipa a los vencimientos de deuda del periodo 1997-1999'' (nota de Víctor Cardoso ayer).
Cuando faltan medicinas y jeringas en todos los hospitales públicos de la ciudad más grande, poblada y enferma de un país cualquiera, maravilloso, fascinante y perverso como tantos otros, sus habitantes que en el caso de México no son ciudadanos siquiera deben preguntarse con cierta justificada extrañera: era de veras tan urgente, tan honroso, tan inaplazable, cubrir los vencimientos de la deuda externa de 1999, hoy, no la semana próxima sino ahorita? Quienes tomaron tal decisión, no escucharon hablar nunca del dolor físico? El que de repente llega, aprieta, se instala y se queda punzando, días y noches, en algún lugar del cuerpo que mientras dure será todo el cuerpo.
Desde todas las montañas del sureste que en el mundo son, hoy por hoy cuando menos, llegan a Chiapas 2 de Uruguay, 3 de Turquía, 6 de Japón, 20 de Nueva Zelanda, 20 de Venezuela, 20 de Brasil, 20 de Austria, 25 de Bélgica, 25 de Chile, 25 de Canadá, 40 de Suiza, 80 de Alemania, 220 de Estados Unidos, 280 de Italia, 350 de Francia, 400 de España, y quién sabe quiénes y cuántas y cuántos más, desde quién sabe qué montañas del sureste de quién sabe dónde y, especialmente, por qué. Dentro de ocho días, cuando regresen a sus respectivas montañas del sureste en donde quiera que estén, los viajeros y sus anfitriones locales, los indígenas del EZLN y la gente que se llama sociedad civil, tal vez habrán avanzado un poco, o quizá un poco más, si durante el Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo que hoy se inicia, logran definir un nuevo concepto que trastorne la llamada geometría política de la Tierra (y aquí sí es pertinente la mayúscula porque designa a todo un planeta).
Antes del neoliberalismo, el mundo se dividía en de Norte a Sur en materia económica, de Este a Oeste en materia de geoestrategia, y de izquierda y derecha en materia de política de café. Hoy, tales fronteras ya no existen: pueblos de todas las razas y lenguas, en todos los continentes, marchan rumbo los límites del siglo con el mismo recelo que sentían los navegantes del Colón, a medida que se acercaban a la monumental catarata por donde escurría el agua del océano hacia el otro lado del cubo terráqueo.
Al margen de cualquier referencia o evocación anterior a los conceptos Sur y Este, por una mera simplificación metodológica y porque todo comenzó aquí, en estas montañas del sureste, el tonto del pueblo propone que intergalácticamente, a escala universal, se adopte la idea de ``ser del sureste'' como una nueva definición de algo que, a partir de ahora, aquí, en Chiapas, será sometido a la más apasionada (veremos si apasionante) discusión.
Por ahora, a guisa de adelanto o primicia mundial, copio el Primer Manifiesto Espiralista, que el grupo de Los Espiralistas, formado por Ulises Córdoba, Zyanya Mariana, Paloma Lara, Luis Reyna y Alberto Velasco, presentará como ponencia en la mesa de cultura. Va.
``Manifiesto Espiralista. Canto para tres infinitos, siete trompetas y un traidor. Primer infinito. Espiral fue en el sin principio. Segundo infinito. Chingonas y Chingones somos los hijos de la Chingada. Tercer infinito. Somos todos diferentes, no aceptamos nombre ni marca en la frente, ni en la mano derecha. Primera trompeta. Viva la metamorfosis de la Virgen de Guadalupe! Segunda trompeta. Entre ustedes y nosotros sólo hay una Espiral. Tercera trompeta. Creación es amor. Cuarta trompeta. Suéñate a ti mismo, conoce. Sexta trompeta. Somos polvo, en palabras nos convertiremos. Séptima trompeta. Y en el sin fin soy Espiral. (Pausa) Crear por sobre todas las cosas... Traiciona toda creación como a ti mismo''.
Arranca el Intergaláctico... A ver.