Bajo desempleo (uno de los menores de todo el mundo desarrollado), buen desempeño de los mercados financieros, niveles aceptables de beneficios y corrección muy notable del déficit público en los últimos años. Sin embargo, todo ello no es suficiente para pensar que la economía estadunidense se encuentra en una situación razonablemente optimista, sobre todo en un escenario para los próximos diez o quince años.
A pesar del cáracter positivo de los datos anteriores, las estadísticas recientes revelan la existencia de grandes problemas que, en las actuales condiciones, dificultan un crecimiento alto y sostenido a mediano y largo plazos.
Cuatro aspectos destacan claramente en ese sentido. El primero se basa en que la premisa estructuralista señala que el crecimiento de hoy determina el crecimiento de mañana, es decir, que existe un círculo virtuoso del crecimiento que parece no darse abiertamente en los últimos quince años. En efecto, desde 1975 la tasa media anual de crecimiento del PIB de Estados Unidos viene cayendo de manera importante: entre 1975 y 1980 esa tasa fue de 3.6 por ciento, para el siguiente quinquenio cayó a 2.9 y prácticamente se mantuvo en ese nivel entre 1985 y 1990. Sin embargo, debido a la fuerte recesión que sufrió a principios de esta década, entre 1990 y 1995 esa tasa volvió a caer, ahora hasta 1.9, y parece que entre 1995 y 1996 será todavía un poco menor en 2 ó 3 décimos de punto.
Hay muchas hipótesis que tratan de explicar este desempeño, pero en todo caso podríamos señalar un segundo factor que preocupa a los economistas norteamericanos: la baja tasa neta de ahorros como proporción del producto. Tomando como base el año 1960, en 1964 esa tasa alcanzó su mayor nivel situándose en 12 por ciento, y a partir de esa fecha se observa una clara tendencia decreciente que alcanza su mínimo en 1992 al promediar poco menos del 3 por ciento. Vale destacar que desde entonces se ha observado una recuperación importante y actualmente esa tasa se acerca al 5 por ciento, lo cual si bien representa una fuerte recuperación respecto al punto de inflexión de 1992, no deja de representar un aspecto preocupante que hace muy vulnerable a la economía de ese país.
Asociado a lo anterior, se encuentra el tercer factor: bajo coeficiente de inversión neta. Al igual que la tasa de ahorro, esta importante variable alcanzó su punto más alto en 1964 con poco más de 4 por ciento, y el más bajo en 1992 con menos de 1 por ciento. A pesar de que también se ha observado una recuperación muy significativa, para este año se espera apenas algo más de 2 por ciento.
Actualmente muchos economistas insisten en que un factor que en los últimos años ha estado asociado a este desempeño y que también ensombrece las perspectivas del crecimiento a mediano y largo plazos es el sistema de seguridad social. El grupo de economistas de la revista Business Week, en su edición del 8 de julio pasado, plantea que las condiciones actuales de este sistema afectan sensiblemente la creación de ahorro.
Este importante semanario propone tan sólo tres medidas centrales para enfrentar el escaso crecimiento de la economía norteamericana. Por un lado, continuar disminuyendo el déficit fiscal, debido a que ello reducirá las tasas de interés con el consecuente efecto expansivo de la inversión doméstica. Por otro lado, plantea una especie de significación del sistema impositivo y, finalmente, como parece ocurrir en varias partes del mundo, sugiere la conveniencia de privatizar las cuentas de retiro.
En síntesis, la aplicación de estas tres medidas desde la óptica de estos analistas generaría una elevación de la tasa de crecimiento del producto en 1 por ciento, lo que mejoraría sustancialmente las condiciones de vida de muchos norteamericanos y haría desaparecer las preocupaciones actuales por el escaso crecimiento reciente y, más aún, por el que se espera en los próximos años.
Independientemente de que esas políticas eventualmente pudieran acelerar el ritmo de crecimiento económico, hay muchas otras cosas que la propuesta deja de lado y que son cruciales, aunque parece que en la mente de muchos economistas algunas relaciones causales funcionaran de manera muy simple, como un mecanismo de relojería. En este sentido, hay que destacar que en los últimos dos decenios el incremento de los contrastes sociales ha demostrado simplemente que el crecimiento cada vez está más alejado del mejoramiento de las condiciones de bienestar de por lo menos el 40 ó 50 por ciento de la población del planeta.
El crecimiento económico reciente de Europa Occidental, Estados Unidos, Canadá y Chile, se ha dado en presencia de aumento del desempleo y/o de la dispersión salarial y, en todos los casos, ha aumentado la concentración del ingreso.
Por tanto, habrá que pensar ahora qué hacer para que el escaso crecimiento económico actual deje de ser excluyente y, eventualmente, mejore el bienestar social. El análisis económico, en ese sentido, se complica y hace ver de nueva cuenta que la economía es ante todo una ciencia social, no tan sólo una técnica de optimización numérica.