Para los luchadores sociales no siempre es motivo de satisfacción que los acontecimientos nos den la razón histórica. La explosión en las gigantescas procesadoras de gas Cactus, por la obvia falta de mantenimiento a ductos y equipos, da la razón histórica a una lucha de casi nueve años que hemos sostenido frente a Pemex, exigiéndole que tenga un efectivo programa de seguridad industrial, así como de renovación y mantenimiento de más de tres mil kilómetros de ductería subterránea o superficial que cruzan la región petrolera de Chiapas y Tabasco. Pero esta vez, cómo duele tener la razón histórica.
En el pliego petitorio del 26 de febrero entregado a la Secretaría de Gobernación y a Pemex, sostuvimos lo siguiente:
``Uno de los asuntos que más preocupa a la población del estado de Tabasco es el relacionado con la seguridad industrial. La actividad petrolera es potencialmente riesgosa, pero a ello hay que agregar que la falta de mantenimiento eleva el índice de accidentes. La empresa Pemex Exploración y Producción mantiene una frecuencia de diez accidentes por año, mientras las compañías petroleras en el mundo tienen un promedio de cinco accidentes por año. En los últimos veinte años esta dramática realidad se expresa en explosiones que han costado la vida y han dejado lisiados a más de 200 tabasqueños...''.
Y propusimos: ``Acordar la participación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y del Instituto de Ingeniería de la UNAM para llevar a cabo las siguientes acciones: revisar y evaluar el estado que guardan las instalaciones petroleras, sobre todo las líneas de ductos, gasoductos y gasolinoductos; certificar si Pemex destina los recursos suficientes y cumple la normatividad en cuanto a seguridad industrial; y supervisar con regularidad los programas de mantenimiento para reducir los índices de accidentes.''
En estos años, hemos escuchado a técnicos y dirigentes de Pemex decir que les resulta más barato pagar a los deudos de muertos por explosiones y accidentes que detener la producción para dar mantenimiento a ductos e instalaciones. Una visión inhumana, infame y de la más baja escala moral.
Sin embargo, los hechos demuestran que esta visión enajenada y utilitarista es también absolutamente falsa. La destrucción de las gigantescas plantas criogénicas de Cactus, por falta de mantenimiento y seguridad, demuestra que es infinitamente mas cara la deshumanización y la ineficiencia, porque según Pemex llevará 18 meses reconstruirlas, a un costo millonario, se quemarán millones de pies cúbicos de gas, además de la contaminación de agua, tierra y atmósfera, así como la importación urgente y a precio elevado de ese producto esencial para el funcionamiento de la planta productiva del país y para el consumo doméstico.
Hace más de un año, en la comunidad de Plátano y Cacao, a unos kilómetros de Cactus, una gigantesca explosión en ductos de gas y gasolina, enlutó decenas de hogares tabasqueños, dejó lisiados a jóvenes, mujeres, adultos y niños, e igualmente contaminó tierras y aguas.
Los derrames de hidrocarburos, gasolinas y otros químicos en la ductería de Pemex en Tabasco y norte de Chiapas, que es una misma región únicamente separada por la división interestatal, suman centenas en los últimos años. Es por ello que tanto Reforma en Chiapas, y la gran planicie petrolera de Tabasco son escenario de un verdadero desastre ecológico, que no sólo hace improductivas tierras y agua, sino que también provoca miseria y enfermedades propiciadas por la contaminación.
Hemos insistido en que Pemex repare daños ocasionados a miles de propietarios, ejidatarios y comuneros. Igualmente hemos luchado porque opere un efectivo programa de seguridad industrial, así como la reposición de tubería que data de hace 25 años y se dé mantenimiento a los miles de kilómetros que tienen a ciudades enteras, incluida Villahermosa, sobre bombas de tiempo que en cualquier momento pueden estallar, como sucedió con ductos y plantas criogénicas de Cactus.
La respuesta de Pemex, de la Secretaría de Gobernación y del gobierno de Tabasco ha sido la amenaza, la represión y la cárcel, acusándonos de que deseamos vivir económica y políticamente de lo que ofensivamente ellos han denominado la ``industria de la reclamación''. Igualmente, nos han acusado de intransigentes, irreductibles, violentos y duros.
Con esta nueva y gigantesca explosión, queda el testimonio que la industria de la reclamación no existe, pero sí la industria de la irresponsabilidad y la ineficiencia cuyos resultados de horror se tienen a la vista.
Antes y después de los bloqueos de pozos, funcionarios de Pemex y Gobernación nos han mostrado sendos legajos y mapas con tuberías, estándares de calidad, programas de sustitución y mantenimiento de ductos y equipos industriales. Cierto, gastan dinero en seguridad y mantenimiento, pero la mayor parte se queda en el sinuoso camino de la corrupción y sus complicidades.
Tabasco y el norte de Chiapas no se benefician por tener los yacimientos petroleros, sólo ponen el crudo, el gas y los muertos. Y a quienes se oponen, les espera el vilipendio y la aplicación esricta de las leyes, pero nunca la razón porque sólo a ellos les pertenece.
Lo sucedido en Plátano y Cacao hace más de un año, y lo sucedido en Cactus ahora, refuerza nuestra moral de lucha: vamos a seguir demandando el cumplimiento de nuestro pliego petitorio; vamos a redoblar nuestros esfuerzos porque el petróleo sea para tabasqueños y chiapanecos símbolo de progreso y bienestar, no estela de contaminación, enfermedad, pobreza y muerte.
Ciertamente, la explosión nos da la razón histórica. Pero ante los muertos, en verdad, cómo duele a veces tener la razón.