Julio Hernández López
La sangre de todos

Con una frecuencia creciente se escucha la irritación de quienes sufren las graves consecuencias de la crisis actual. Se podría decir que todo mexicano tiene hoy su propio diagnóstico de la situación nacional y sus propias propuestas de solución, expresadas éstas de diversas maneras; ya en la simple frustración individual, ya en la organización de esas protestas para darles viabilidad política.

Sin embargo, pareciera que domina el escenario la irritación personal, el lamento sin salida, la frustración ahogada en sí misma. Mucha gente se queja y maldice, pero ni se organiza ni lucha. Simplemente se deja ir en la balsa del comentario derogatorio, pero se niega a construir expectativas reales de solución. En esa actitud de abandono mucho tienen que ver los partidos y los políticos, que han escamoteado a los ciudadanos ese canal organizativo para convertirlo en mero instrumento electorero.

Por ello destaca la actitud de Martha Pérez Martínez, enfermera del hospital de urgencias de La Villa, quien comenzó el pasado jueves, a las dos de la tarde, una protesta de la cual no parece haber antecedente a nivel mundial: extraerse cada media hora cinco centímetros de sangre en protesta por el abandono en el que se mantienen los hospitales públicos del Distrito Federal, y contra la imposición de dirigentes sindicales mediante trampa.

Dejemos el asunto sindical a un lado, a pesar de que las movilizaciones contra los dirigentes impugnados son varias e intensas, y entremos al asunto del abandono en el que se mantiene no sólo a esta franja hospitalaria de la capital, sino al país entero.

Dijo la enfermera Pérez Martínez, en la nota de Judith Calderón Gómez: ``La verdad, una se siente impotente. Se mueren miles de pacientes, y no por descuido, sino porque no hay medicamentos ni equipo. Una tiene que correr de un servicio a otro porque no hay medicinas, torundas, jeringas... Hay miles de detalles pendientes, y ya estuvo bien''.

Ciertamente, a nivel nacional, el sistema de salud pública ha entrado en una profunda crisis, derivada sustancialmente del criminal (y aquí el calificativo es rigurosamente necesario) saqueo de sus arcas. El caso del IMSS, con José Luis Sánchez Pizzini y Tomás Peñaloza (pero de verdad nada más ellos? Es decir, sus superiores deveras están exentos de responsabilidad?) muestra cómo de esas torundas y jeringas inexistentes, cómo de esa desatención que lleva a la muerte a personas que pudieron ser salvadas, se construyen las mansiones y las cuentas bancarias en el extranjero, los sueños de primer mundo y el entrecomillable éxito individual.

La misma Judith Calderón reportó el 29 de junio del presente año la fuga de óxido de etileno, una sustancia cancerígena, en el Instituto Nacional de Pediatría. Los afectados inmediatos fueron los trabajadores, pero desde luego hubo riesgo para infantes que utilizan los servicios de ese instituto. Y como ésos se podrían relatar casos sin fin.

Martha Pérez Martínez dijo apenas el domingo pasado a Angélica Enciso, al explicar las razones de su decisión: ``Se me vino a la mente la idea. Me pregunté: cuál será una medida de presión para las autoridades? Ya no hacen caso de las huelgas de hambre. Ya no funcionan. Siempre dejan que la gente casi se muera y no hay soluciones. Quizá esto sea más rápido. Sé que es un gesto suicida, pero espero que sea entendible por las autoridades''.

En Turquía han muerto ya ocho de 300 presos que se declararon en huelga de hambre en protesta por las terribles condiciones de las cárceles de aquélla nación. Ocho jóvenes, entre ellos una mujer de 22 años.

Nosotros, en México, estaremos en ese mismo camino? Será necesario cada vez más que haya medidas extremas para presionar y denunciar, para llamar la atención de las autoridades y que éstas entiendan?La sangre de Martha Pérez Martínez es la sangre de todos. Es nuestra propia sangre vertida, desperdiciada, en busca de solución a los graves problemas que cada día son mayores. En otros lados también hay mexicanos dispuestos a ofrecer su sangre al internarse en los caminos de la violencia. Otros, muchos otros, se desangran diariamente, sin jeringa de por medio, con el hambre y la explotación, con el desempleo y la desesperanza.

Esa es nuestra sangre.

La sangre que diariamente se derrama.