El dogmatismo es una bestia lenta y peluda, dura para morir. El domingo pasado, por ejemplo, publiqué un artículo sobre la autogestión y mencioné algunos ejemplos europeos de autoorganización popular que pueden ir en ese sentido. Por supuesto, una golondrina no hace verano y todo nace chico e imperfecto. De modo que los críticos a la idea misma del ``trabajo socialmente útil'' no carecen totalmente de razón al oponer lo tradicional a esos gérmenes que quizás ni lleguen a desarrollarse.
Lo malo es, precisamente, que no ponen en cuestión ``lo probado'' y no se preocupan por ver lo nuevo (por pequeño y deformado que sea) si el mismo se opone al sentido común institucionalizado por la llamada izquierda (que es profundamente conservadora). Para ellos, el Estado no es una relación social sino un aparato que hay que conquistar, y el socialismo es sinónimo de la estatización de los medios de producción, más los consejos obreros, aunque éstos no hayan durado sino breves instantes desde un punto de vista histórico y aquélla haya fracasado y caracterizado la repelente experiencia del ``socialismo real''. Toda otra concepción o acción que no tienda hacia la conquista del poder estatal basado en los consejos es, para ellos ``reformista''. No hay modo, por lo tanto, de que entiendan que entre las reformas y la liquidación de un régimen no hay una muralla china y que todas las revoluciones comenzaron cuando, en masa, todos buscaron reformas. Tampoco logran comprender que, en una época de profundo retroceso histórico y cultural, después de una derrota gravísima de los trabajadores, todo lo nuevo aparece en escala reducidísima y todo lo que busca nuevas vías surge con gran cantidad de escoria. ¿Qué son pocos miles de miembros del EZLN en comparación con casi cien millones de habitantes y en un ambiente político que, en su inmensa mayoría, les repudia o no está dispuesto a seguirles? ¿Qué son los grupos o partidos europeos que dicen no desear la reforma del capitalismo neoliberal sino ínfimas minorías, no se sabe aún si resabios del pasado y restos de la derrota o precursores del futuro?
La importancia de lo que va contracorriente no se mide nunca por su peso actual ni por su claridad sobre los fines últimos (que, por otra parte, nadie salvo los místicos posee): se evalúa, por el contrario, por su capacidad de perpetuarse, incluso bajo otras formas, porque podrían responder a una necesidad real de los trabajadores o de un pueblo.
Los ``locos'' que dieron origen a la independencia latinoamericana o al Resurgimiento italiano, por ejemplo, no eran muchos ni tenían claridad, pero respondían a una exigencia social.
Lo único que se debe decidir, por lo tanto, al analizar lo nuevo, es si realmente lo es o, si en cambio, es solamente una falsa vía destinada a abortar o un resabio de otra fase histórica. Además, a un rengo se le conoce cuando camina, mientras que buena parte de la izquierda, sin saberlo, padece de un tipo raro de nominalismo pues cree, en cambio, que quien habla de socialismo es más avanzado que quien no lo hace y que si un país tiene más propiedad estatal que privada y una terminología ``socialista" está "descolgado'' del sistema capitalista mundial. Allá ella: si hasta ahora no aprendió, es difícil que pueda desprenderse de sus prejuicios.
Para los dogmáticos, todo se juzga en abstracto. No ven que, cuando la escalera mecánica marcha hacia atrás a toda velocidad, dar un pequeño paso hacia adelante puede ser importante. Tampoco comprenden que los progresos políticos y culturales comienzan de modo confuso y se cubren con el viejo ropaje del pasado, ni que la gente tenga que utilizar las brechas por donde puede infiltrar nuevos contenidos sin fijarse demasiado en si ellas permiten la manipulación de los oportunistas y contienen o no un peligro de ``reformismo''. No hay modo de que los dogmáticos entiendan que entre autogestión, democracia, autoemancipación y toma de conciencia alternativa existe una relación estrecha ni que no puede haber una alternativa al neoliberalismo sin esos cuatro prerrequisitos. Por algo quienes intentan el camino de la autoorganización y la autogestión no confían en quienes, con su vieja idea sobre la política y los partidos y con sus dogmas ``clasistas'' y ``socialistas'', no se han percatado de que la sociedad ha cambiado y que ese cambio exige, por lo menos, apertura para comprender lo nuevo y balance autocrítico de las viejas creencias.