La Jornada 29 de julio de 1996

El maratón femenil, para Etiopía; las tres mexicanas, abajo del lugar 30

Atlanta, 28 de julio Esta vez el nivel internacional fue superior. Las tres maratonistas mexicanas no soportaron el ritmo y ni siquiera pudieron igualar las marcas mínimas que las trajeron a los Juegos del Centenario. En ello ayudó el jefe de la misión, Felipe Muñoz Kapamas, quien se comprometió a distribuir los electrolitos pero se le olvidó.

Salvo Adriana Fernández, quien por segunda vez en su vida corría un maratón, sus compatriotas María del Carmen Díaz y Guadalupe Loma ya se habían tronado antes del kilómetro 5. Apenas se salvaron de llamar al 911 para que las rescatacaran de las garras del cansancio. Al menos terminaron, y eso, la verdad, es un logro después de su actuación.

Difícil competencia la que se desarrolló desde las 7 horas bajo la estricta vigilancia de cuatro helicópteros en esta ciudad enlutada, donde las banderas ondean a media asta por el bombazo de antenoche. Y es que la etíope Fatuma Roba impuso un ritmo inalcanzable hasta llegar a la meta y convertirse en la ganadora (2:26.05), secundada de la rusa Valentina Yegorova (2:28.05) y de la japonesa Yuko Arimori (2:28.39), esta última sin duda la que contó con mayor apoyo, ya que aparecieron por doquier banderas con el sol naciente.

Durante los dos giros que se dieron dentro del estadio Olímpico no se notaban las diferencias, pero apenas pisaron la calle las maratonistas, rumbo al norte de la ciudad por Central Avenue, la germana Uta Pippig comandaba las acciones, aunque pronto se cansó de la compañía y para el kilómetro 10 ya llevaba una breve ventaja. Las mexicanas ni siquiera aparecían en la lista de las primeras 25 y por allá se quedaron hasta el final de la justa de fondo.

Pese a la amplia ventaja que tomó la rubia germana, perdió potencia y fue alcanzada poco antes del kilómetro 20 por la etíope Fatuma Roba, quien como locomotora rebasaba desde el sitio 18. Los japoneses ondeaban sus banderas mientras en la periquera de los fotógrafos un nipón con equipo fotográfico y de transmisión de punta enviaba por celular satelital las imágenes de Yuko Arimori segundo sitio en ese instante grabadas en un disquet. Cumplió seguramente, porque se secó el copioso sudor con la mano y sonrió.

Poco antes de la mitad del recorrido, por Oglethorpe, aparecían ya definidas las posiciones. Roba, Arimori, Machado y la rusa Yegorova corrían con escasa diferencia. Las mexicanas, muy atrás, sufrían para mantener el paso. Hubo por allí una bandera tricolor pero ni por millón se hubiera mejorado.

Fue más allá del kilómetro 35 cuando las posiciones finales se definieron y así cruzaron la meta, luego de 19 subibajas desde los 275 hasta los 325 metros sobre el nivel del mar.

Y como si no hubiera tenido suficiente con el esfuerzo hecho, Fatuma se agachó, besó el suelo conquistado y fue en busca de su lábaro patrio, prudentemente preparado, y dio la clásica vuelta olímpica.

Las mexicanas cruzaron trabajosamente la línea final. Díaz en el sitio 31 y ya entre las del montón, más allá de los 15 minutos de la ganadora, Fernández y Loma.

Para La Hormiga el nivel fue obviamente demasiado alto, pero de ninguna forma ``está acabada'', dijo, y ahora seguirá luchando por una mejor preparación. Fernández y Loma, quienes tienen menos experiencia, estimaron que la ondulación del terreno fue factor determinante para no cumplir un mejor papel.