Sin que nadie repare en él ni sirva ya para gran cosa, por la cruz que corona la torre oriental de la catedral metropolitana sigue pasando el meridiano cero de México. Es esa cosa de saber con precisión dónde se está sobre la faz del planeta y a la vez la ilusión de partirlo en las dos mitades que nos lo hacen completo. Hasta el primer cuarto de siglo, ahí comenzaba y terminaba para todo mexicano el mundo, como en las campanas de la torre se daban por comenzados los días y las horas.
``Por supuesto se puede convenir en que todos los puntos de la Tierra tengan un solo primer meridiano --escribía en 1927 el profesor Ezequiel Chávez para sus alumnos de primaria--. Ultimamente se ha resuelto hacerlo así, y ya todas las naciones del mundo lo reconocen; pasa a lo largo de un anteojo que se encuentra en un famoso observatorio del cielo. Ese observatorio está sobre la pequeña cuesta de Gréenwich (pronuncien ustedes así: Grínich) al sureste de Londres, la ciudad enorme que existe más allá del mar situado al oriente de México. El primer meridiano del mundo es por lo mismo ya el de Gréenwich, aunque en México nos sirvamos todavía del que pasa por nuestra catedral.'' La ciudad era aún muy pequeña y el mundo todavía no era este fenómeno globalizado en que hoy intentamos.
Ya ubicarnos nadie se acuerda del primer meridiano. Acaso lo que importa es su valor de 99.09 grados de longitud oeste, cifra de pertenencia a un determinado Hemisferio, gafete de acreditación para participar con los cerca de doscientos países en las distintas lides mundialistas, comerciales, diplomáticas, deportivas: hoy no se es nadie sin al menos una cerveza de exportación, un consulado general y una medalla de bronce. Hacia el norte nuestro meridiano cero camina por el estado de Hidalgo al oeste de Pachuca, Valles en San Luis Potosí, Ciudad Victoria en Tamaulipas y cruza la frontera cerca de Nuevo Laredo; en Estados Unidos atraviesa Texas, Oklahoma, Kansas, Nebraska y las dos Dakotas y en Canadá Manitoba, los Territorios Noroccidentales y a los 73 de latitud norte, bien dentro ya del Círculo Polar Artico, la isla Príncipe de Gales. Hacia el sur va saliendo del continente cerca de Marquelia en el litoral guerrerense y lo demás es puro Pacífico hasta llegar a la Antártida para seguir circulando por el Océano Indico, cruzar nuestras marítimas antípodas y cortar el Asia de un tajo.
Cansada caminata incluso en tipografía y división aunque romántica por completo superflua de este famoso mundo. No es algo importante como la Cortina de Hierro o el Muro de Berlín, la Gran Muralla China o la barda anti mojados en el norte de México. Ningún río traza esta absurda frontera, ningún accidente natural la perfila y marca. Es solamente una idea peregrina donde la Alameda queda en el hemisferio occidental y en el Palacio Nacional comienza el Oriente, donde los ingleses y franceses son los verdaderos orientales y Shanghai es la perla del Lejano Occidente.
``Y amaremos á México --terminaba su libro el profesor Chávez--, á la patria hermosa que tiene el cielo tan azul y montañas tan altas; ríos y lagos que parecen ensueños, bosques aromosos y flores exquisitas. Amaremos á México, á la tierra en que nacimos; que nos da su aire para respirarlo; el oro fluido de su sol para vivificarnos; la plata vaporosa de su luna; y los rayos pálidos y tenues de sus estrellas, para encantar nuestras noches.'' Es esa cosa de saber con precisión dónde se está sobre la faz del planeta: con el meridiano cero comienza el lenguaje de los mapas.