José Joaquín Blanco
El surmenage mexicano''

El pasado carece de amor propio'', escribió, notoriamente deprimido, René Char. Durante buena parte de este siglo, México estuvo ahíto y abotagado en un pasado lleno de amor propio. Eructaba glorias. El triunfalismo del PRI, de su Milagro Mexicano, se traducía en una ininterrumpida celebración de próceres todos los diputados y ex diputados, todos los gobernadores y ex gobernadores, todos los secretarios y ex secretarios, todos los presidentes y ex presidentes; tan generosos ellos, que solían aceptar en su burocrático Olimpo incluso a los héroes de la Revolución, de las guerras del siglo pasado y hasta a dos o tres monarcas aztecas.

Todavía el panorama mexicano muestra las huellas horrorosas de tanto amor propio: estatuas grotescas, malparidas vomitadas en mazacotes de bronce, piedra y cemento por un erario vulgar de nuevo rico; infinidad de calles bautizadas, para armonizar con su fealdad de charco urbano, con tales nombres y apellidos: todo un país rotulado con la nómina completa de sus criminales impunes.Después de un cuarto de siglo en que todo termina mal, cuando toda catástrofe ya sabe cómo disculparse (``Sí, esto es lo peor que ha ocurrido en México... hasta el momento, pero será serenamente enjuiciado por la posteridad como algo menos malo que lo que ocurra mañana''), una deprimente atmósfera de tiradero de chatarra nimba al nacionalismo mexicano.

Humildes como nunca, nuestros caballeros águilas recorren el tablero de la historia reciente de México como un tablero olímpico en el que, a falta de medallas, se registra pura descalificación, puro desastre, pura transa, puro papelazo.

``Cómo México no hay dos!'', gritaba el gobierno del Milagro Mexicano con todos sus micrófonos. ``Afortunadamente!'', contestaba en sordina, y como no creyéndose mucho su propio chiste, la oposición. Ahora lo dice todo mundo, añorando y felicitando las afortunadas partes del mapamundi que no son México. ``Lo que más me gusta de México es Veracruz (se atribuye a Ignacio Ramírez, El Nigromante)... porque por ahí se sale''. Bueno, lo que más le gusta de México a varios millones de mexicanos, y a pesar de la salvaje cacería de la migra norteamericana, es precisamente la erizada frontera norte: por ahí se escapa. Se diría que el garito en que se ha convertido el país sólo cuenta con una salida de emergencia, ésa.

Veinticinco años de desastre son bastantes años. Se desconfía de todo pasado, se echa por la borda todo futuro. Si la política mexicana sólo sabía conjugar el verbo madrugar, pronto aprendió a contar solamente una historia: ``Cabrones, otra vez, a fregarse más!''.

Otra vez la película de que algún día el secretario de Hacienda ya de plano pospuso para el próximo sexenio cualquier mínima ``recuperación'' económica en el nivel de vida de la sociedad, siempre y cuando concienzudamente nos sigamos dando de martillazos en los dedos, día con día durante varios años más, brillará el sol y cantarán los pajaritos?En la desnutrición, en las enfermedades, en la precariedad y en la fealdad de los paisajes de nuestros campos y ciudades condecorados con 25 años o de plano 30? de campeonísimo apocalipsis tricolor, en la inseguridad, se retrata con trazos concretos nuestra historia reciente. No menos perceptible, para quien todavía pueda o quiera percibir algo, es la depresión en el espíritu nacional. Nuestra sociedad deprimida, atarantada, que primero temió lo duro y luego lo tupido, y ahora ya no tiene tiempo de temer mucho, porque la realidad se anticipa y exagera duro y tupido aun los peores temores. México surmenage.Los fariseos de siempre se rasgan las vestiduras y claman, como llamando a apedrear a la mujer adúltera, contra esta sociedad murmuradora y malpensada, que en todo prócer burocrático o privatizado ve a un ladrón y a un asesino: que en toda tecnocrática ``solución'' sospecha asaltos y grandes transas; que opta ya casi automáticamente por la ira y el lamento como formas principales, si no exclusivas, de expresión política.

Pero deveras, deveras, hay razón para extrañarse de ello? Después de todos estos años, hay razón para esperar los fariseos no esperan: exigen tertulias y cortesías de cocktail en la arena política?