La extrema derechización en Estados Unidos, fomentada desde los partidos, creada por el desencanto de la política clintoneana, basada en el miedo ante su soledad y su derrota en la competencia económica y tecnológica frente a Japón y Europa, no tiene otra alternativa más que volverse su propia enemiga.
Las olimpiadas del centenario en eso se parecen mucho a la de Alemania en 1939, cuyo escenario fue la advertencia del holocausto que vendría un año después cuando Hitler consideraba la paz y los acuerdos surgidos de la primera Guerra Mundial como un obstáculo para la expansión natural de Alemania. La locura del racismo y la intolerancia se extendía a todos los sectores de la sociedad y las autoprovocaciones, como el incendio del Reichstag, crearon el clima interno para la guerra. A quién beneficia el terrorismo en Estados Unidos? Para quién serán los votos del miedo?Los bombazos al World Trade Center, a la oficina federal de Oklahoma y el descarrilamiento con bomba a un tren en Arizona durante 1993 y 1995, han sido sólo la punta del iceberg de la descomposición social y política en Estados Unidos. El resurgimiento del racismo, la intolerancia a los migrantes, la oferta del miedo hecha por Republicanos y Demócratas, que juegan a ganar votos mediante la competencia del más conservador. De ahí salen hoy las leyes del nuevo orden contra los derechos civiles, disfrazadas de ``leyes antiterroristas''; de ahí salió la Helms-Burton, que en mucho se parece a los razonamientos de Hitler contra el resto de Europa en 1939.
En Estados Unidos, internamente, buscan con urgencia un ``enemigo'' para endilgarle su propio fracaso y cohesionar, mediante el miedo, a la sociedad norteamericana. El terrorismo en las Olimpiadas y el avión destrozado de TWA, tienen más implicaciones con noviembre, con los tiempos electorales, en los cuales el Congreso y la Casa Blanca necesitan un clima de miedo para imponer medidas políticas y económicas en favor de su pretensión hegemónica, y está en disputa el voto conservador y el voto del miedo.
Las Milicias Ciudadanas, autoras por lo menos de los bombazos en Oklahoma y Arizona, tienen su inspiración en las formas de defensa durante la guerra de independencia de Estados Unidos, donde la defensa de la propiedad era la defensa misma del país. Las milicias son un ejército puritano de granjeros y deudores de los bancos que están amenazados de perder sus propiedades heredadas.
Las Milicias Ciudadanas las integran hombres y mujeres blancos, los descendientes de los viejos colonizadores; hoy muchos son, en el nuevo orden, los blancos pobres de Norteamérica, enloquecidos por las reglas financieras mundiales. Por eso hablan y justifican su terror contra el ``gobierno mundial'' al que Hitler le puso un rostro judío y construyó en una lucha ``justa'' por la supremacía racial de los arios. Estados Unidos está en la puerta de buscar una salida fascista a su propia crisis y detrás de las bombas en Atlanta, los aviones, los trenes y las oficinas públicas se construye la opción del miedo y la intolerancia. Esto tiene una característica: en perspectiva no es un fenómeno marginal, sino que está en el centro del futuro estadunidense, pues es la vieja salida racista a los problemas sociales.
Dole, Buchanan, Perot, Bush y el mismo Clinton han contribuido a reforzar estas ideas, porque como Hitler son políticos menores, incapaces de poner de nuevo a Estados Unidos bajo el reto de crecer y desarrollarse internamente, sin odios. Para estos políticos ha sido más fácil señalar un enemigo más concreto y preciso como causante de su pobreza: los inmigrantes, particularmente los latinos.
Estados Unidos ya no es la tierra de la gran promesa, sino una tierra convulsa, llena de miedo y cada vez más sola, rumiando contra el mundo. El neoliberalismo, la globalización y los sueños imperialistas no han bastado para sacar a ése país de su propia crisis, pero hasta el cuadro de medallas olímpicas refleja que la hegemonía norteamericana sólo está basada en la fragmentación de lo que fue la URSS y el bloque socialista, es decir, no por su propia fuerza, sino por la debilidad de los otros.
Acostumbrado al manejo ideológico de los desastres, asumido siempre como víctima, agredido o amenazado, Estados Unidos libra ahora una lucha contra él mismo y sus propios fantasmas. Del terrorismo, tiene dos caminos: o abrir una nueva etapa de sus relaciones y trato a sus propios problemas internos, o convertir todos los sucesos de Atlanta en una nueva fuente de películas de violencia, jueces y niñas que triunfan contra las rusas con una pierna rota. Le hace falta madurar, pues hasta ahora sólo se aplaude a sí mismo y en Atlanta ése es el gran fenómeno: sólo él existe y a punto está de acusarnos a todos de sus propios males.
PD: Una medalla de oro para Vázquez Raña a fin de que siga al frente del Comité Olímpico otros cien años más. La ineptitud aquí sí es reconocida.