En ocasión de la discusión pública de los programas delegacionales que especificarán el recién aprobado Programa General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal, las autoridades han reconocido: la gravedad de la problemática urbana, compartida por los municipios conurbados del Edomex que forman la otra mitad de la gran ciudad; y la inoperancia de los planes vigentes, que no han resuelto estos problemas, ni coinciden con la realidad actual, producto de una lógica anárquica (La Jornada, 26-VII-1996). Aunque las autoridades no saquen las conclusiones, estos ``reconocimientos'' llevan al núcleo fundamental del problema de la relación entre planeación urbana y modelo económico-social y político en vigor.
Los planes de desarrollo urbano pueden estar técnicamente muy bien elaborados y proponer alternativas totalmente válidas para el futuro (lo cual no siempre ocurre), pero si no son compartidos y asumidos por el conjunto de los agentes sociales a quienes involucra, no tendrán aplicabilidad. Para alcanzarla, no basta una ``consulta popular'' apresurada y sin información; la participación ciudadana en la planeación, si se quiere que sea democrática y eficiente, debe ser permanente, informada y con capacidad decisoria. Es necesaria una sociedad democrática, sin autoritarismo, patrimonialismo ni corporativismo estatales, para lograr una planeación urbana democrática y compartida. Ella no existe en la capital y menos aún en el DF.
En nuestra realidad, este compromiso social con los planes entra crecientemente en contradicción con la ideología y la práctica neoliberales, difundidas por todos los medios desde el mismo gobierno, del predominio del interés y la iniciativa individuales, la privatización de lo público, la ``desregulación'' y la reducción del papel del Estado como expresión del interés colectivo. La contraposición neoliberal entre Estado y mercado se opone a la planeación racional.
El cumplimiento de los planes no se puede garantizar sólo mediante su uso como norma o regulación administrativa. Requiere de la combinación orgánica y coherente de las acciones públicas y privadas en función de un objetivo colectivo; requiere por tanto de múltiples instrumentos, medios y recursos. Por el contrario, el neoliberalismo vigente ha ido desmontando los pocos instrumentos (empresas públicas en particular) de que disponía el Estado mexicano, en general y en el DF, para llevar a cabo la acción ordenadora y de desarrollo. Al mismo tiempo, la constante reducción del gasto público social, o su orientación hacia el apoyo a la acumulación empresarial, han dejado sin recursos a la planeación y las acciones de desarrollo urbano, en particular para los sectores populares.
La ciudad expresa a la sociedad que la produjo y a la que sirve de soporte material y social. No puede haber una ciudad ``ordenada'' y ``eficiente'', con alta calidad de vida, si la sociedad no lo es. El Distrito Federal tiene los conflictos que todos reconocemos porque la organización económica, política y social actual los genera y reproduce constantemente. La crisis económica recurrente, la política de privilegio total al gran capital, sobre todo al financiero especulativo y de empobrecimiento absoluto y relativo del resto de la población (política salarial), la agudización de la desigualdad en la distribución de la riqueza, las enormes barreras a la democratización plena de la ciudad (puestas otra vez de relieve por la insuficiente ``reforma política'' para el DF), es decir, las contradicciones del actual ``modelo'' neoliberal, que agravan las del anterior ``modelo'' intervencionista, son, al mismo tiempo, las causas de la problemática urbana de la capital y de la imposibilidad de aplicar una planeación democrática que impulse la construcción de una ciudad ordenada, humana, justa y equitativa, ambientalmente sustentable y con alta calidad de vida. Construirla exige el cambio del ``modelo'' neoliberal de economía, sociedad y desarrollo urbano, por otro sustancialmente distinto.
En definitiva, el desorden y la anarquía, la desigualdad en la distribución de los bienes y servicios urbanos, la proliferación de la informalidad, la contaminación ambiental, etcétera, son la lógica del proyecto neoliberal de sociedad, como forma actual de la acumulación de capital y el desarrollo capitalista.