En el albergue del Insen, malos tratos y alta tasa de defunciones
Triunfo Elizalde /II El aspecto físico del Albergue Moras del Instituto Nacional de la Senectud (Insen) ha cambiado desde que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) le enviara una recomendación al respecto. No así el trato a los ancianos. Todavía hay quejas sobre la deficiente atención y alimentación, al tiempo que el nivel de defunciones sigue alto: seis casos en lo que va de este año, cuando en promedio son 24 las personas albergadas.
En enero fallecieron Esther Aguirre Sánchez, de 76 años; Asunción Calderón Martínez, de 83, y Dolores González Márquez, de 86; en febrero: Julia Cuéllar Chávez, de 91, y Salvador Villela Gómez, de 78, y el 5 de julio María del Carmen Fernández Soto, de 83 años, quien fue operada contra su voluntad en el Hospital de Xoco, por disposición de María de los Angeles Martínez Palafox, encargada del albergue.
Ancianos en el albergue del Instituto Nacional de
la Senectud (Insen) en la colonia Nápoles, donde se
han quejado de las raciones alimenticias.
Foto: Frida Hartz
La situación que aún predomina en el lugar provocó que Abelardo Fragoso Fernández y Víctor A. Hernández León, que asistían a ese asilo en calidad de internos (de las 8 a las 20 horas diariamente), se retirarán, lo mismo que Ana María Vales Rosado, quien se inconformó con Martínez Palafox porque, ``además de controlar su pensión económica, hurgaba entre sus cosas personales''. Actualmente está en casa de un familiar.
Entrevistada, Martínez Palafox dijo al respecto: ``Envié a Maricarmen Fernández al Hospital de Xoco por recomendación de los médicos del asilo. Ella padecía de un mal gastrointestinal crónico, pero no permitió que se le operara y fue devuelta (días después). Como siguió mal la volví a mandar al hospital, porque no iba a permitir que estuviera aquí sin atención médica especializada''.
La anciana, de 83 años, fue intervenida quirúrgicamente el viernes 5. Horas después murió. Su cadáver estuvo en el nosocomio sábado y domingo. El lunes el Insen cubrió los gastos de defunción, pues la señora no tenía familiares.
En 1995, cuando era responsable del Albergue Moras (ubicado en Moras 118, en la colonia Del Valle) el doctor Rodolfo Avila Lombera, fallecieron ocho senectos: Tranquilino Ayala Arteaga, de 92 años; Pedro Valdez García, de 90; Natalia Caso Hoyos, de 87; Mercedes Villalpando Bedolla, de 86; Gertrudis García Ayala, de 95; Luis Arcaraz Aceves, de 77; Carlos del Villar de los Reyes, de 69, y Ricarda López Rosales, de 82. Ante ello, la CNDH emitió, el 20 de diciembre de 1995, la recomendación 155/95 dirigida a Julio Sánchez Vargas, director general de la institución, detallando todas las anomalías que habían sido denunciadas por la Red de Derechos Humanos José Antonio Simón Zamora.
En la subrecomendación segunda se pide a Sánchez Vargas ``girar sus instrucciones a fin de que se inicie un procedimiento interno médico-administrativo de investigación, para determinar las causas del alto índice de defunciones registradas durante el presente año en la citada unidad gerontológica, para que, en su caso, se descarte una posible responsabilidad profesional''.
En respuesta el Insen envió a la CNDH un ``informe detallado'' del funcionamiento, desarrollo y atenciones que se dan a los ancianos que asisten a las oficinas generales, y el trato a los aproximadamente 300 asilados en ocho de sus unidades gerontológicas, cinco de las cuales operan en el Distrito Federal, y las restantes en Ecatepec, estado de México; Guanajuato, Guanajuato, y en Tuxtepec, Veracruz.
``Ya se ha informado a la CNDH de las causas de las defunciones en Moras'', dice Sánchez Vargas y agrega: ``Son muertes naturales. Se trató de personas con más de 85 años en promedio. Cada vez que muere un senecto (a partir de que recibió y aceptó la recomendación 155/95, hasta el momento parcialmente cumplida) lo que pido es: de inmediato infórmenme'', y comenta: ``Concretamente la semana pasada, allí mismo, en Moras, murió una persona de cáncer a la edad de 96 años''.
--La persona que usted menciona se llamó María del Carmen Fernández Soto. Tenía 83 años de edad y fue operada en contra de su voluntad en el Hospital de Xoco. Con este fallecimiento suman ya seis casos.
--No estoy seguro de que sean seis los fallecimientos, creo que sólo son cuatro --dice y llama a Alejandro Marín Guerra, encargado de todas las Unidades Gerontológicas del Instituto.
Este ratifica que ``sólo son cuatro fallecimientos''. Al negar que el cadáver de Fernández Soto hubiera estado abandonado durante 48 horas en el nosocomio se contradijo: ``Del entierro se encargó su hija''.
--Pero, ella no tenía familiares --se le repuso.
--Entonces estamos hablando de otra persona --interviene Sánchez Vargas--, porque la de la hija fue una anciana del Albergue de Nebraska, que murió en el Hospital Gabriel Mancera.
Marín Guerra ha sido denunciado por la trabajadora social Lucía Hilda Trejo Orduña ante la Contraloría de la Secretaría de Salud, en la CNDH y en la dirección general del Insen, de acoso sexual y actos represivos ``por no atender a sus solicitudes íntimas''. Igualmente, por Eutimio Vera Alcocer, encargado del Albergue Yácatas, quien lo acusó de persecución y entorpecimiento de labores tras haber señalado fallas del instituto ante el propio Sánchez Vargas. El funcionario se dijo ``presionado'' mediante auditorías ``hasta dos veces por semana''.
Otro caso es el de la enfermera terapeuta y gerontóloga Luz María Santillán, quien se queja de haber sido obligada a ``pedir su cambio'' del Albergue de Moras a las oficinas centrales, donde se le obliga a desempeñar labores de ``auxiliar de todo''. Salvo en este último caso, en que el Marín Guerra aseguró que Santillán ``fue la que solicitó su cambio'', en los otros señalamientos no hizo comentario alguno.
Durante la visita al albergue sorpresivamente
Las quejas de los ancianos en esta unidad giran en torno a la alimentación. Por ejemplo, se había ordenado darles dos piezas de pollo, pero Martínez Palafox se opuso: ``Muchos ancianos no se comen todo, por falta de dentadura, y para evitar desperdicios dispuse que se les diera sólo la mitad, aunque hay asilados que piden dos o tres raciones''.
Es visible, al margen de la edad de los asilados ahí recluidos, que ``algo les pasa''. Se afirma que algunos padecen de anemia. Se les prohíbe tener alimentos escondidos. En la planta baja, donde están los inválidos, el olor es fétido, porque no se les cambian a tiempo sus pañales. Se ha instalado una rampa eléctrica para ayudar a subir o bajar a los senectos, pero comúnmente está descompuesta.
De los seis ancianos que perecieron en lo que va del año aún nada se clarifica. Se tenía todo preparado para la visita de este diario, al grado que todo mundo tenía puestas sus mejores ropas. El aseo en general es bueno, lo mismo el orden y el cuidado de las instalaciones.