Alberto Isaac --ahora famoso cine-director-- declaró a propósito de su documental Olimpiada en México (1968) a la revista American Cinematográpher, no sólo cómo enfrentó el compromiso de recoger las imágenes sobresalientes del evento celebrado en nuestro país, aquel trágico año par --movimiento estudiantil-matanza de Tlatelolco-- sino también quiénes eran, a su entender, los cineastas memorables que lo habían inspirado en esa inabarcable labor, que en su caso muy particular, contó con la decisiva presencia de siete asistentes de dirección --entre otros, Paul Leduc y Felipe Cazals-- y 78 camarógrafos que emplearon el sistema Techniscope 70 mm para filmar con 85 cámaras, un millón 600 mil pies de película de los cuales sólo diez mil quedarían en la edición final.
Pero ¿quiénes eran aquellos cineastas que citó Alberto durante la entrevista? En primer lugar nombró a Leni Reifenstahl, la cinedirectora alemana nacida en Berlín en 1902 y que aún hoy fatiga, a los 94 años de edad, un modesto departamento en la ciudad de Munich. Acerquémonos a la Leni de la tercera década autora en aquel tiempo, entre otros filmes, de Das Blaue Licht (1932, La luz azul) dramatización de una leyenda alpina en cuya realización intervinieron el Dr. Arnold Fanck, indiscutible creador de los ``mountain filmes'', el experimentado camarógrafo Hans Schneeberger y el renombrado teórico marxista Bela Balasz y de Triumph des Willens (1934, Triunfo de la voluntad) documental sobre la enajenada concentración nacionalsocialista en Nuremberg, trabajo cinemático, que más allá de su delirante exaltación partidista alrededor de Adolf Hitler, supo conjuntar armónicamente espacios, ambientales y actitudes; no en balde, el célebre adicto a el cine abstracto o ``sinfonía visual'' Walter Ruttmann, había planteado a las autoridades un año antes la mejor manera de recrear aquel masivo acontecimiento. Meses más tarde, Leni, debido al éxito mundial alcanzado por Triumph..., recibiría el honor de imprimir en el celuloide los Juegos Olímpicos a celebrarse durante el verano de 1936 en Berlín, capital del III Reich y de la raza aria. Ni tarda ni perezosa, Leni concibió su trabajo en dos partes; uno, el primero, se titularía Fest der Volker (Festival del pueblo) y recogería los episodios relevantes próximos a suceder en el estadio Olímpico, sin recurrir a análisis ni a detalles obsesivos como ocurre ahora en la televisión, es decir, ocupándose únicamente de momentos estelares y su resonancia en los espectadores. La segunda parte que llevaría por nombres Fest der Schonheit (Festival de la belleza) mostraría la tensión de los atletas durante su diario entrenamiento, remarcando la belleza de sus músculos en armónico movimiento. También Leni pensó introducir un prólogo, en cuyo contexto mezclaría imágenes de estatuas clásicas recreando actitudes deportivas como fotogramas de atletas contemporáneos, en idénticas posiciones. Y tal como lo concibió, lo realizó. El resultado es todavía memorable.
Alberto también menciono en aquella lejana conversación a Romolo Marcellini, autor del documental acerca de los Juegos Olímpicos que conmocionaron a Roma en 1960 y a Kon Ichikawa (Tokyo, Olympiades, 1965). Conozcamos a uno y a otros. El italiano, realizó, en la cuarta década un estrujante documento, Grano fra due Battaglie sobre las vicisitudes que padecen los pobladores de Cirenaica durante la guerra; a propósito de la cinta, la crítica escribió: ``un' opera ricca al centro per cento di impeto e di entusiasmo, mas soprattutto un' ópera di amore...''. (Una obra rica ciento por ciento, de ímpetu y de entusiasmo, pero sobre todo una obra de amor...) Así laboraba Marcellini. El otro, el japonés, nació el 20 de noviembre de 1915, y desde siempre fue un director inestable, iracundo, problemático. Trabajó en el cine de animación y en la comedia cinematográfica. En los cincuentas describirá con creciente indignación los horrores de la guerra en un famoso filme La Harpe de Birmania (El aroa Birmana) cuya temática repetirá en 1985.
Hasta aquí las evaluaciones de Alberto Isaac, que obtuvo por Olimpiada en México, nominación Oscar al mejor documental, pues no en vano el filme nos ofrece --acorde a lo escrito por José de la Colina-- ``sin falsear los documentos, sin deteriorarse nunca en sátira o panfleto, una visión crítica sobre los hechos que presenta...''. Y para concluir esta incompleta y personalísima rememoración, recojamos las líneas que escribí en el programa de mano a propósito de Marathón (1992) de Carlos Saura: ``Canto al hombre, a su lucha contra el tiempo, a su esfuerzo por dominar el espacio... El auténtico triunfo de la carne en movimiento (músculos, tendones) sobre la materia extática''.