EL GIRO DE CLINTON

En 1992 Bill Clinton llegó a la Casa Blanca montado en la cresta de una oleada electoral que expresó en las urnas su exasperación por doce años de reaganomics, esa política económica impulsada por Ronald Reagan y por George Bush basada en la contracción del gasto social, en la concentración de la riqueza y en una desregulación generalizada. La victoria de Clinton fue vista como una reacción, entre otras cosas, a administraciones que permitieron la generación, la consolidación y el crecimiento de inmensas fortunas, pero bajo las cuales el número de pobres en Estados Unidos llegó a ser de más de 40 millones de personas.

Pero, después de casi cuatro años en el poder, luego de que Hillary Clinton perdió la batalla por un programa de salud inclusivo y generalizado, y en momentos en que se aproximan las elecciones de este año, el gobierno de Clinton ha dado un viraje significativo. Expresión de ello es su decisión de firmar la reforma que habrá de dejar fuera del sistema de seguridad social justamente a quienes más lo necesitan: los desempleados consuetudinarios, los que no han pagado impuestos, los inmigrantes indocumentados y los convictos o ex presidiarios en diversas circunstancias. En suma: el Estado se ahorrará más de 50 mil millones de dólares, y a cambio de ello se quedarán fuera de la asistencia monetaria, alimentaria y médica, los habitantes más desamparados del sueño americano.

Ciertamente, las motivaciones de la Casa Blanca reflejan la coyuntura electoral, ante la cual Clinton ha robado una bandera de sus rivales republicanos. En este sentido, y más allá de las consideraciones éticas y humanas que habrían aconsejado vetar la reforma a un sistema de seguridad social que data de los años treinta, el giro de Clinton no parece ser muy fructífero en términos políticos: Robert Dole, su casi seguro competidor en los comicios próximos, calificó la decisión de ``acto electorero'', en tanto que amplios sectores del electorado demócrata se mostraron contrariados, irritados y hasta traicionados por la medida.

Por otra parte, independientemente de las urgencias de la circunstancia comicial, en el curso de su gobierno Clinton ha emprendido un sostenido viraje estratégico hacia posiciones de la derecha. De las enérgicas posturas críticas al neoliberalismo y a la reaganomics que caracterizaron a su campaña de 1992 a la fecha, es claro que el mandatario estadunidense ha buscado enmarcar su política económica en una difícil síntesis entre sus propias posiciones como candidato y las exigencias neoliberales aún vivas, a pesar de los fracasos económicos de Reagan y de Bushde las derechas demócrata y republicana.

Sería un mero asunto político, pero el resultado humano de este ``corrimiento al centro'' será deplorable. Por no citar más que un ejemplo, a causa de los reacomodos económicos del gobierno estadunidense, más de un millón de niños perderán los beneficios de los porgramas de bienestar social. Y, qué duda cabe, muchos de esos niños son hijos de mexicanos indocumentados.