La fuente no puede ser más confiable: el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud y el Medio Ambiente de Estados Unidos. Los datos, nada alentadores: cada año cerca de 300 mil trabajadores agrícolas, en su mayoría provenientes de México, se ven afectados por diversos plaguicidas en el vecino país. Kenneth Olden, director de dicho Instituto, denunció en una reunión de expertos en la materia y organizaciones agrarias, que el ``envenenamiento'' por agroquímicos es uno de los principales y más graves problemas que padecen quienes laboran en los campos de cultivo de Estados Unidos. Por eso urgió a fijar regulaciones más estrictas en la elaboración, transporte, manejo y aplicación de tales sustancias. El número de víctimas es mayor, pues muchos jornaleros que sufren contaminación no reportan las intoxicaciones a los responsables de los campos agrícolas; menos acuden a un médico en busca de ayuda, por lo que se desconocen los efectos que las sustancias químicas les ocasionan en el mediano y largo plazo.
Si eso ocurre en el país que exige a otros severas normas ambientales, no debe extrañar que los campesinos del ejido Benito Juárez, ubicado en el municipio de Villa Ahumada, Chihuahua, apliquen en los cultivos de algodón un peligroso plaguicida, denominado captan. Según Carlos Marentes, director de la Unión de Trabajadores Agrícolas Transfronterizos, el captan se utiliza para quemar la hoja de la planta del algodón, con lo cual se logra una pizca más limpia y fácil de la fibra blanca. Marente sostiene que dicho compuesto es similar al llamado agente naranja que el ejército estadunidense esparció en Vietnám para destruir el follaje y poder exterminar al ``enemigo''. Está suficientemente documentado el daño que ocasionó en la población, la flora y la fauna de dicho país. Pero también en muchos soldados estadunidenses: desde esterilidad y leucemia hasta daños al sistema inmunológico. Varios especialistas efectuarán una investigación para determinar los posibles daños que el captan esté causando en el ejido Benito Juárez y áreas circunvecinas.Pero no solamente los plaguicidas preocupan en esa y otras zonas de la frontera norte: según reportes elaborados por instancias binacionales, existe un riesgo evidente para la salud de más de 5 millones de habitantes, debido a la contaminacin del aire, el agua y el suelo por desechos tóxicos y peligrosos y por bacterias coliformes fecales. Ello se debe, entre otras cosas, al incremento de las actividades industriales, muy especialmente de las maquiladoras, a la rápida urbanización sin la infraestructura adecuada en cuanto a servicios básicos, a la falta de atención a los riesgos ocupacionales y a la pobreza de un porcentaje muy significativo de los residentes en esa parte del país. Aunque hay programas conjuntos de México y Estados Unidos para contrarrestar la situación imperante, se reconoce que los problemas no son de fácil solución, hacen falta recursos. Igualmente, se destaca la ausencia de un monitoreo ambiental, en especial en las áreas críticas, y de mecanismos para conocer y evitar a tiempo los daños a la salud de la población.
En tanto, al sur de México, diversas agrupaciones ciudadanas denunciaron que importantes áreas de la selva Lacandona fueron rociadas el año pasado con malathión. Dicha tarea la realizó durante cinco meses la Secretaría de Agricultura, en su empeño por controlar un brote de la mosca del Mediterráneo. Pero se olvidó observar los mínimos cuidados y las medidas de prevención y control a fin de no perjudicar a los pobladores de la selva. Los técnicos gubernamentales saben muy bien que el citado plaguicida puede ocasionar serios daños a la salud y el ambiente. Y que existen medios biológicos para contrarrestar y eliminar a la mosca.Los habitantes de Mezcala, en Guerrero, esperan que las autoridades federales y estatales atiendan la denuncia que presentaron en junio pasado contra la compañía Nukay, que extrae oro y otros metales en dicho municipio, por causar deforestación y deterioro de las corrientes de agua. Dicha empresa utiliza cianuro en sus procesos. Pero no observa las normas mínimas de tratamiento de desechos catalogados como tóxicos y peligrosos y que finalmente van a parar a pequeñas corrientes y a los mantos freáticos, de los cuales se extrae el agua que sirve para el consumo humano de las poblaciones ubicadas en la zona.
A este panorama nada alentador agreguemos finalmente que cada año en México se emiten al ambiente más de 5 millones de toneladas de residuos tóxicos y peligrosos, pero sólo hay capacidad para darle tratamiento adecuado a 357 mil toneladas. Los millones restantes se acumulan en la atmósfera, el suelo y el subsuelo y se suman a las producidas anteriormente. Con la desventaja adicional de que se sabe muy poco sobre los serios daños que dichos residuos están causando a la poblacin, los recursos naturales y al ambiente en general.