Julio Hernández López
El oro de Atlanta

La delegación olímpica mexicana terminó su participación en los juegos de Atlanta con un fracaso mayor de lo esperado. Bernardo Segura fue el único de los mexicanos que regresó con algo más que la tristeza, es decir, cuando menos con una medalla de bronce que nos permitió anotar el nombre de México en la lista de los premiados, aunque muy por debajo de otras naciones que sufren peores miserias que la nuestra o, inclusive, que apenas pueden solventar los gastos de sus deportistas, envueltas como están en guerras internas o en devastaciones prolongadas.

El tema deportivo, y su síntesis alarmante que han sido los juegos olímpicos, nos remiten necesariamente a la gran crisis nacional que mantiene hoy a México en niveles peligrosos en todos los ámbitos, sean económicos, políticos, sociales, culturales y deportivos. El deporte no tiene por qué estar exento de los ingredientes del drama nacional: corrupción, antidemocracia, favoritismo, frivolidad, inmoralidad, son algunos de los elementos que se han conjugado durante décadas para ir forjando episodios como el que hoy se dibuja escandalosamente con la pobre participación olímpica de los mexicanos.

Por ello es necesario moverse con prudencia en los escenarios de falso nacionalismo en los que algunos medios de comunicación pretenden analizar el fracaso de Atlanta. Hay, desde luego, razones para el enojo con los deportistas que fueron a Atlanta, y más de un comentarista podrá juzgar con razón que determinado personaje actuó equivocadamente en su correspondiente disciplina y por ello no consiguió resultados que estaban a su alcance. Hay, es evidente, errores humanos y culpas personales que no deben evadirse. Pero por encima de las circunstancias personales está el hecho de un sistema deportivo construido al estilo del político: organizaciones construidas con criterios caciquiles, excluyentes y autoritarios, manejo de los recursos públicos con sentido clientelar y descontrol personal, favoritismo para los dóciles aunque sean incompetentes, y hostigamiento y segregación para los valiosos pero rebeldes.

No en vano Raúl González fue durante el sexenio pasado el Carlos (o el Raúl?) Salinas de Gortari del deporte. Dineros iban y venían en proyectos que beneficiaban a todo menos al verdadero deporte. Y la eterna presencia de Mario Vázquez Raña, hombre de negocios metido obsesivamente en el ámbito deportivo. Y revisemos las federaciones nacionales, y las asociaciones estatales, y veremos a los llamados hombres de pantalón largo aferrados en el control de recursos y decisiones deportivas.Es necesario un replanteamiento general del esquema deportivo nacional. Se necesita la democracia y la transparencia. Democracia para que los deportistas construyan sus mecanismos de representación y toma de decisiones; transparencia en el manejo de los dineros y en los mecanismos de selección para las competencias. Democracia para echar fuera a tanto caciquillo enquistado durante décadas en los cargos directivos y para impedir las decisiones arbitrarias de los funcionarios improvisados cada sexenio; transparencia para evitar las fortunas personales construidas a partir de los fondos públicos para el deporte y para lograr que los mejores sean quienes nos representen en torneos y contiendas.La tarea, como vemos, es más amplia de lo que sugieren los límites intencionalmente recortados por quienes pretenden disociar deporte de política. El deporte también es política. Pero debe dejar de ser esa política manoseada, sucia y destructora que ha sido hasta ahora, para pasar a ser una política representativa, limpia y constructiva.No se trata de buscar chivos expiatorios y volcar nuestra furia en las culpas individuales; el problema real es el de un sistema que día tras día va creando el monstruo del cual queremos renegar, y apedrearlo, cada vez que en las fiestas principales nos hace pasar vergenzas.

Más que otra cosa, conviene hoy, colocados de nuevo en el fracaso deportivo, preguntarnos, bueno y, dónde está el oro de Atlanta? Quién, o quiénes responderán hoy por el fracaso del sistema deportivo mexicano? Citará el Presidente de la República a Los Pinos a los culpables institucionales, y tomará decisiones correctivas, o seguiremos viendo cómo todo sigue igual, los caciques deportivos en su puesto y los dineros públicos rodando alegremente en las pistas particulares de los verdaderos ganadores, de los que se han alzado desde mucho antes con el oro de Atlanta?