Ganó la maratón un sudafricano; los mexicanos, en los sitios 6, 8 y 15
Rosalía A. Villanueva, enviada Atlanta, 4 de agosto Se terminó la última esperanza. Proféticas resultaron las palabras de que ``México es país de una sola medalla''. Los maratonistas nacionales, esos que han conquistado prácticamente todos los terrenos donde han competido en los últimos años --salvo Benjamín Paredes--, esta vez se quedaron a unos metros de dar la satisfacción deportiva a 90 millones de mexicanos.
Las sorpresas no dejaron de estar presentes hasta el último momento de las competencias, y esta vez fue el sudafricano Josia Thugwane --no estaba considerado entre los favoritos para ganar--, quien se llevó sin mayores problemas el oro del maratón, con un tiempo de 2:12.36 horas, triunfo que seguramente enloquecerá a sus compatriotas, ya que en toda su historia de ese país hasta hoy lograron esa distinción.
La plata se la llevó el coreano Ju Lee-Bong, quien llegó tres centésimas de segundo después, y apenas adelante del keniano Eric Wainaina, con un tiempo de 2:12.44 horas, para colgarse al cuello el bronce olímpico.
Desde las 7:05 horas, 122 competidores tomaron la salida en el estadio olímpico, con la esperanza, algunos pocos, entre ellos los mexicanos, de meterse de lleno a la lucha por las medallas, y tal vez obtener al menos una.
Bajo un cielo tapizado de nubes, con una temperatura de sólo 23 grados centígrados y una humedad del 95 por ciento, los atletas tomaron la calle Capitol Avenue, rumbo al norte. En el kilómetro 5, los mexicanos corrían a la mitad del pelotón, que mantenía una nutrida asistencia.
Los polacos Gajdus y Beblo comandaban las acciones, aunque no por mucho tiempo, ya que para el kilómetro 10 el etiope Densimo, quien por cierto ostenta el récord mundial de la distancia, se unió al grupo de punta. Por primera vez, el mexicano Benjamín Paredes apareció en la nómina de los punteros, y unos metros más atrás Germán Silva y Dionicio Cerón, a quienes se les notaba seguros.
El camino era en ascenso y descenso. Va desde los 320 metros sobre el nivel del mar hasta los 250. Las pendientes afectaban a los corredores, quienes eventualmente se tropezaban entre ellos, sin nada que lamentar. Los siguientes kilómetros sólo hubo cambios en las posiciones y prácticamente se empezó a definir lo que sería la final, ya que la gran mayoría de los atletas se empezaban a rezagar. Inteligentemente, los mexicanos se mantenían en los mismos lugares y hubo momentos en que parecía que corrían por equipo por la cercanía en que se encontraban.
En el kilómetro 25, cuando se había empleado 1:25.56 horas, aparecieron en escena los sudafricanos Peu y Thugwane, y el coreano Lee-Bong, aparentemente inofensivos, por desconocidos. Unos pasos atrás los tres representantes nacionales parecían no inmutarse, pero lo cierto era que la humedad empezaba a afectarlos, al igual que al español Martín Fiz, quien se suponía era el principal rival de los nacionales.
Pese a la afección, Paredes llegó al kilómetro 30 en el cuarto sitio, y después lo haría Silva, cuando se cumplían 1:50.54 de tiempo, justo el inicio del principal tirón dado por el sudafricano, el keniano y el coreano, que los proyectaría hasta la vanguardia, a donde ya nadie les daría alcance. Los mexicanos resintieron un grado mayor de cansancio.
Engañosa era la situación de los connacionales, ya que pese a avanzar en los lugares sexto, octavo y treceavo, iban a varios segundos de distancia de los punteros, al menos los suficientes para ya no hacerse ilusiones.
Los que sí evidenciaron que ya no tenían esperanza fueron los dirigentes deportivos de México, pues ni por error se aparecieron por acá.
Los tres líderes emprendían su ingreso al estadio olímpico, que para ese entonces registraba la peor asistencia del torneo, quizá con un 10 por ciento de su capacidad. El aplauso estalló en el momento en que Josia, un atleta de apenas 1.58 metros, apareció en el túnel y luego dio un giro completo antes de cruzar la meta. Unos pasos atrás el coreano Lee-Bong y el keniano Wainaina se repartían las medallas.
También hubo algunos aplausos para Germán Silva, quien cruzó la línea final en el sexto sitio, con 2:14.29 horas, y para Benjamín Paredes, 2:14.55. Cerón, lugar 15, tuvo un tiempo de 2:16.48, seguramente no alcanzó a escucharlo, pero los ofendidos periodistas mexicanos le lanzaron una sonora trompetilla.
El reloj marcaba 4:27.17 horas, cuando el competidor de Afganistán, Baser Wasiqui, cruzaba la meta con una miniceremonia organizada por los voluntarios, quienes sostuvieron un listón para que lo rompiera a su paso. El maratonista llegó vendado del muslo y del pie izquierdo; los dolores lo obligaban a parar por momentos, a caminar unos cuantos metros y a intentar correr. Finalmente lo logró.
Oro: Josia Thugwane, Sudáfrica, 2:12.36 horas.
Plata: Ju Lee-Bong, Corea, 2:12.39.
Bronce: Eric Wainaina, Kenia, 2:12.44.
Jorge Sepúlveda Marín, enviado Atlanta, 4 de agosto Era la imagen viva de la desilusión. Un hombre sentado en el suelo escurriendo sudor por todas partes intentaba hacer bromas, que resultaban mucho menos dolorosas que los calambres en las piernas, brazos y pies. Dionicio Cerón, aquél que se pensaba vencedor, terminó en un pasillo, abandonado, muy lejos del magno salón donde sus patrocinadores pensaban organizar una teleconferencia vía satélite para que al menos desde México se le preguntara de todo.
No hay nada más triste que presenciar esa imagen, la de un hombre que quiso ser todo y que no pudo lograrlo. No quiso hacer declaraciones. A un reportero de la televisión mexicana le respondió: "Contigo no quiero hablar", tónica que prácticamente empleó con el resto de los representantes de la prensa nacional.
Sin embargo, se obtuvieron algunas respuestas, después de que abandonó su descanso y en el suelo dejó apenas unas muestras de humedad.
Agitado, pese a tener varios minutos de reposo, recordó que desde el kilómetro 28 ``empezaron los problemas'', provocados por el medio ambiente. De poco sirvieron los entrenamientos, los intentos de aclimatación y todo lo hecho previamente; la realidad superó a la programación.
"Traté, intenté, pero no se pudo. Quién más que yo hubiera podido ganar una competencia de éstas, pero al final de cuentas no eres el único que se prepara", dijo Dionicio, luego de aceptar que terminó atendido por el velocista Alejandro Cárdenas, el diezmilero Armando Quintanilla y el entrenador de éste, Eduardo Castro. Cerón bromeaba en el sentido de que "luego de esto mejor voy a pedir asilo como los cubanos". Su fisiatra, Bernardo Barrios, ni siquiera recibió la acreditación correspondiente. Dionicio acabó solo.
Unos minutos después de terminar la competencia, Germán Silva apenas tuvo unas palabras. Se dijo demasiado cansado para conceder entrevistas. Cuando mucho apuntó que "mental y físicamente hice un esfuerzo fuerte y por ganas no quedó. No estoy decepcionado, pero tampoco estoy contento. Les agradezco su apoyo. Que no se decepcionen, mejor que todo México se ponga a entrenar también para estar aquí algún día".
Con el sexto lugar obtenido, Germán igualó el logro de su ahora entrenador Rodolfo Gómez, en Moscú-80. Y mejor terminó antes de irse. "Simplemente no fue el tipo de carrera que a mí me pudo haber convenido, pero así es esto, ¿okey?". Y se fue.
Benjamín Paredes, lugar octavo, explicó que terminar entre las primeras diez plazas olímpicas se puede considerar que no es un tan buen sitio, al menos no el que se pretendía, pero por lo menos no lo deja a uno tan triste.
Su conclusión fue lo más contundente de lo dicho: "Yo antes de salir de México dije; vamos a ver nuestra realidad del deporte. De una o dos medallas, cuando mucho". Y en efecto, aquí estamos frente a la realidad de nuestro deporte.