Los Juegos Olímpicos del centenario resultaron un estrepitoso fracaso para la delegación de deportistas mexicanos. Existe una falta de correspondencia enorme entre la cobertura que hicieron los medios masivos sobre el evento, el interés del público por ver a sus atletas ganar medallas y la triste realidad del desempeño olímpico en Atlanta 96. En muchas ocasiones las delegaciones mexicanas o los equipos de futbol han terminado con malos resultados, no es la primera vez, más bien ya es prácticamente una regla, que tiene algunas excepciones que la confirman.
Si no se trata de un juego masoquista que quieren hacerle al país los encargados del deporte para que todos los días de la olimpiada más de 90 millones de mexicanos observáramos cómo eran descalificados a diario, casi como un destino inevitable; ni tampoco de pretender que el deporte espectáculo sea la nueva religión global o el ``opio del pueblo'', entonces de qué se trata?, dónde están los problemas y razones del fracaso? Puede haber una dimensión económica del problema: México es país pobre y no tiene muchos recursos para invertir en el deporte, quizá también porque ha decidido no hacerlo, a diferencia de otros más pobres que México en donde el deporte es prioridad, como en Cuba, que logró octavo lugar en Atlanta 96. Si observamos el cuadro de medallas no necesariamente hay una relación directa entre país rico y país ganador de medallas. Japón y Suiza están debajo de Cuba y Rusia, que no se encuentran en su mejor periodo económico; sin embargo de los seis primeros lugares, cuatro países forman parte del selecto grupo de las siete naciones más industrializadas del mundo, así que la capacidad económica se tiene que combinar con otros factores como política deportiva, apoyos, métodos, capacidades, para dar un resultado exitoso. La mezcla mexicana ha sido muy ineficiente.
Otra forma de entrarle al problema puede ser mediante el criterio de la eficacia, lo cual calibra la relación entre recursos invertidos y resultados obtenidos: de 104 deportistas, sólo uno consiguió ganar una medalla de bronce; México quedó ubicado después del lugar 70, junto a otros ocho países que obtuvieron una medalla de bronce. Es posible que desde hace años México haya decidido aspirar a ser una potencia deportiva para concentrar sus recursos, suponemos que escasos, en unas cuantas ramas; así surgió la idea de que los mexicanos eran buenos para carreras de resistencia, marchas de 20 y 50 kilómetros, maratón, por supuesto boxeo y clavados. El futbol es caso aparte. Ya estamos acostumbrados a no ver a deportistas mexicanos en la gimnasia, carreras de velocidad o natación, salvo excepciones cuyos triunfos se debieron al esfuerzo personal a un milagro y no a un proyecto planeado y apoyado. A pesar de todo algo falló en Atlanta, se acabaron los pretextos que alguna vez funcionaron en otras olimpiadas, como depositar las culpas en los árbitros o en el clima; esta vez no hubo logros en las ramas fuertes, salvo la excepción de Bernardo Segura; los boxistas cayeron derrotados en manada, al igual que los clavadistas. En el futbol se cumplió una vez más la paradoja, un país tan gravemente aficionado a ese deporte tiene una selección que casi siempre se queda en la raya porque no puede anotar goles. Cuántas veces hemos visto que los deportistas mexicanos logran superar pruebas importantes y a la hora decisiva fallan, porque no se anota el gol necesario, el clavado importante sale pésimo o algún árbitro ``malévolo'' nos descalifica. Al parecer hay un sistema ineficiente en los apoyos y en los métodos de nuestros deportistas que no logra superar la presión y que no construye atletas triunfadores. Es vergonzoso ver a atletas mexicanos competitivos mendigar apoyos para ir a las competencias.
Otra duda se refiere a los manejos burocráticos y económicos del mundo deportivo mexicano. Sería muy sano que la famosa comisión tripartita de la Confederación Deportiva Mexicana, la Comisión Nacional del Deporte y el Comité Olímpico Mexicano renovara sus métodos, sus políticas de apoyo y reclutamiento y aun a sus dirigencias. Ya es hora de que las evaluaciones logren generar cambios, para que los manejos sean más transparentes y que el país sepa a qué atenerse en materia deportiva. En alguna ocasión nos enteramos de casos de corrupción en un organismo estatal del deporte, en el cual se cambiaban los resultados de los ganadores de algunas competencias para favorecer a otros intereses. Habría que ver si el caso es generalizable, pero de cualquier modo es importante quitarle cualquier dosis de corrupción al campo del deporte.
Tal vez ya es tiempo de poner las cartas sobre la mesa y reconocer lo que tenemos en materia deportiva, hacia dónde se quiere llegar, qué nos hace falta para lograrlo, los recursos que se quieren invertir, las fuentes públicas y privadas de financiamiento y los resultados reales que se pueden esperar, para así evitar que en cada competencia internacional se construya un gran teatro de expectativas donde al final todo el mundo se siente decepcionado o engañado.