Ricardo Alemán Alemán
Itinerario político

Apoyo perredista a Ernesto Zedillo
Diálogo, el nuevo rostro del PRD

Primero como Presidente electo, y luego como titular del Ejecutivo Federal, Ernesto Zedillo se refirió hasta en tres ocasiones --a finales de 1994 y principios de 1995-- a la necesidad de que en México exista ``una izquierda fuerte''. Las alusiones se hicieron en repetidos encuentros que tuvo el Presidente con dirigentes y legisladores del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Pero lo más importante de esos contactos fue el rechazo que expresó Ernesto Zedillo, frente al perredismo nacional, al bipartidismo en México, que durante el sexenio pasado estimuló Carlos Salinas de Gortari al usar al Partido Acción Nacional como aliado para legitimar su cuestionada llegada al poder.

Desde los primeros encuentros de Ernesto Zedillo con la dirigencia del PRD, el entonces Presidente electo estableció una relación diametralmente opuesta a la que impulsó el salinismo respecto al PRD --partido al que el pasado gobierno intentó achicar en todo momento-- y prometió que acabaría el anecdótico ``ni los veo ni los oigo''. Desde entonces, y con altibajos, la relación del Presidente con la tercera fuera política fue de diálogo y atención recíproca.

Más aún, durante la toma de posesión de Ernesto Zedillo (1 de diciembre de 1994), una vez concluido el acto oficial, el Presidente entrante fue interceptado en el propio recinto de San Lázaro por Jesús Ortega Martínez, el también entrante coordinador parlamentario del PRD: ``No le aplaudimos porque aplaudiremos los hechos'', le dijo Ortega. Y Ernesto Zedillo reviró de inmediato: ``Sé que me van a aplaudir, porque voy a cumplir lo que prometo''.

Las anécdotas son importantes a propósito de la reforma política, que en su fase constitucional aprobaron por unanimidad todos los partidos representados en el Congreso de la Unión y de cuyos resultados informaron los propios legisladores al Presidente el pasado lunes, cuando todos, incluido el PRD, aplaudieron a Ernesto Zedillo.

Y es que el consenso alcanzado por el gobierno y los partidos políticos no se explica sin un cambio recíproco de actitud entre las fuerzas partidistas y el Ejecutivo Federal, especialmente en la conducta gubernamental hacia el PRD.

Se sabe que cuando Ernesto Zedillo era Presidente electo, definió la relación del que sería su gobierno con los partidos políticos como una en donde no existiera sometimiento de ninguna de las fuerzas políticas opositoras al gobierno. Definió, desde entonces, que se mantendría a una distancia prudente del Partido Acción Nacional, organización que durante el salinismo convirtió al Presidente y al PRI en rehenes políticos.

Por eso, ya como Presidente, Ernesto Zedillo privilegió la relación gubernamental con el PRD; por eso insistió en que debía existir una izquierda fuerte y se opuso al bipartidismo. Por eso el acuerdo inicial para la reforma política se concretó entre el gobierno, el PRI y el PRD, los cuales estuvieron a punto de aprobarla sin el PAN.

Del lado contrario las cosas también cambiaron: con Porfirio Muñoz Ledo como presidente perredista se dio el primer encuentro formal de un presidente de la República con la dirigencia y los legisladores de ese partido. Más aún, a instancias del PRD, por primera ocasión un Presidente acudió al recinto legislativo de San Lázaro, fuera de los protocolarios informes de gobierno, y dialogó de manera abierta con diputados y senadores de todos los partidos.

También fue el PRD el partido que hizo el mayor número de propuestas --la mayoría le fueron aceptadas-- para la reforma electoral y, paradójicamente, el PRD fue el primero en comprometerse a aprobar dicha reforma. Si la dirigencia nacional del PAN aceptó finalmente aprobar la reforma, lo hizo no por convencimiento, sino por el alto costo político de quedarse fuera y el riesgo de fortalecer al perredismo.

Los mensajes del nuevo PRD se dieron justamente cuando, en la Cámara de Diputados, el coordinador parlamentario, Jesús Ortega, se refirió en la tribuna a la reforma electoral que el 31 de julio se aprobó: ``El PRD decidió participar en el proceso de negociación y de diálogo porque no le apostamos a la ingobernabilidad ni a la inestabilidad política y social, porque no creemos en la violencia, porque actuamos de buena fe pero sin ingenuidad, siempre en la idea de que los cambios deberán ser verdaderos y de que advertimos que nunca seríamos cómplices de una farsa con la que una vez más pretendiera engañarse al pueblo de México''.

La reforma, dijo Ortega, y luego lo reiteró Andrés Manuel López Obrador en su toma de posesión como presidente del PRD, ``es insuficiente, pero es conveniente para avanzar en el desarrollo democrático''. El PRD le dio a Zedillo el apoyo que le escatimó en su toma de posesión