La Catedral de México, despositaría de uno de los acervos artísticos más importantes de toda la América Latina, ha sufrido a lo largo de la historia innumerables saqueos de sus tesoros y la destrucción de muchos más. Con el paso del tiempo ha visto desaparecer no sólo retablos, pinturas, esculturas, ornamentos y piezas de orfebrería, sino también rejas y hasta sus pisos. Manuel Toussaint considera como los factores de pérdida de sus riquezas, la constante sustitución de piezas ``en obediencia a la ley inexorable de la moda'', los fatídicos incendios y las guerras civiles que padeció México y que no respetan ``ninguna obra de arte''.
Después de las reformas, externas e internas, que a lo largo de los siglos XVII y XVIII experimenta el recinto, es con los incendios de 1711 (en la capilla de los Angeles) y de 1796, que se pierde gran parte del arte catedralicio. José María Marroquí narra cómo, entre las 2 y las 3 de la tarde del 14 de marzo de 1796, se suscitó el fuego produciendo un ``humo extraordinario'' y convirtiendo al interior en ``una cocina''.
Otros dos momentos de gran pérdida de bienes muebles ocurren en los años 1847 y 1861: en primer lugar a causa de la enajenación de los bienes eclesiásticos para sostener los gastos de la guerra con Estados Unidos, y después por las disposiciones de las Leyes de Reforma.
Por último, un nuevo siniestro en 1967 mermó severamente el tesoro artístico: el 18 de enero ardieron el coro (consumiéndose 47 de los 59 sitiales altos y los lienzos de la ,Virgen de Guadalupe y del Apocalipsis de Juan Correa), y el altar del Perdón junto con los lienzos de la Virgen del Perdón de Simón Pereyns y el San Sebastián, además de la lámina del Divino Rostro de Alonso López de Herrera. Tiempo después fue renovado el coro, siguiendo el diseño original de Juan de Rojas de 1695-97.
Asimismo se perdieron para siempre las pinturas realizadas en la cúpula por Rafael Ximeno y Planes y el monumental retablo de los Reyes se dañó en su parte alta, debido a la alta temperatura y el humo; se restauró entre 1981 y 1985.
En cuanto al retablo del Perdón --obra de ``proporcionada simetría'' según la Gaceta de México de junio de 1737-- y contratado por Gerónimo de Balbás en 1735, fue reconstruido conforme al original y remplazados los trabajos pictóricos por otros; en la parte central se colocó el Descanso en la huída a Egipto (1634) proveniente del templo de Zinacantepec; en el sagrario otro Divino Rostro anónimo del XVIII; y el lugar del santo mártir lo ocupó una escultura de San Juan Evangelista, acompañado de dos santos carmelitas.
Sin duda, el lienzo más conocido era el firmado por ``Ximon Perines'', pintor oriundo de Amberes que trabajó en México entre 1566 y 1589. Cuadro singular que desde el siglo XVI se encontraba en el ``altar de las indulgencias'' del que habla fray Diego Durán en 1579, fue trabajado por el artista sobre los maderos de una puerta.
Mucho se ha escrito sobre esta obra, desde 1737 en que Juan Francisco Sahagún de Arévalo la elogia por estar ``pintada con gran destreza... por mano de un preso'', pasando por Juan de Viera quien señala que en su parte inferior ``se perciben unas cabezas de clavos'' que son de la puerta ``de una caballeriza'', hasta Luis González Obregón que escribió sobre el proceso inquisitorial que afrontó el artista flamenco y que lo obligó a pintar sobre dicha tabla.
Al parecer Pereyns trabajó para la antigua catedral tres cuadros con diferentes advocaciones de María: una Virgen de la Merced, otra pieza de madera con Nuestra Señora de los Remedios y la desaparecida en 1967, basada en un grabado de Marcantonio Raimondi, según escribió Santiago Sebastián.
Desde la quemazón los restos de esta obra habían permanecido embodegados (en Churubusco) en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH. Muchos realmente la considerábamos perdida pero, gracias a los buenos oficios de la maestra Virgina Armella, desde hace varios meses se expone en la Pinacoteca Virreinal tal como quedó después de que hirvió y se alteraron los colores de la capa pictórica. Sorprende también poder ver las huellas de los chapetones y los clavos ``aplanados a fuerza de martillo'' de los que habla Toussaint.
Pieza invaluable de los tesoros perdidos de la Catedral, con la recuperación de los restos de la Virgen del Perdón también se recobra una parte fundamental de su historia.