Todo o nada, la frase en boca de Bernal, significaría para el EZLN pactar con el carrancismo o aceptar el determinismo histórico de los llanos de Celaya. En San Andrés, los representantes gubernamentales realizan una parte ``política'' de una operación militar que busca centralmente el desarme, basados en criterios de contrainsurgencia y no en un diálogo para la reforma y la apertura. Para los partidos Santiago Oñate, para el zapatismo insurrecto Bernal, Hirales y otros militaristas de baja estofa.
Hoy, el caso Colosio, la situación económica, la reforma electoral, los partidos, el diálogo con el EZLN, la militarización del país y las apariciones del EPR, guardan estrecha relación. Para el gobierno sólo hay un pizarrón, y en él una visión de conjunto guiada por la moderna política de seguridad nacional, convencida de que hay un enemigo dentro, que son los pobres y excluidos del modelo neoliberal y que éstos requieren la aplicación de la fuerza.
Aprobada la reforma electoral por consenso, definida ésta como ``profunda'' o ``definitiva'' por parte del gobierno, y en escena una nueva fuerza armada con apariciones distintas en Guerrero y la Huasteca, habría que reconocer que esto pone al EZLN en una posición distinta a la de hace algunos meses. La aparición del EPR ha creado de nuevo el efecto que sufrió el PRD en 1994: un corrimiento del EZLN hacia el centro.
Tras la confusa aparición del EPR en Aguas Blancas y los efectos militares en todo el país, sus declaraciones que sí proponen una toma del poder, solución de demandas o guerra y hostigamiento mediante emboscadas, bajo la bandera de un nuevo partido parecieran un proceso rápido, vertiginoso de contrarrespuestas al EZLN, presentando una posición distinta a otras sostenidas por el zapatismo en Chiapas respecto al poder, la acción armada y la posición frente a lo nacional. La aparición del EPR, tal vez sin ellos proponérselo o como parte de toda una estrategia de inteligencia (no habría por hoy que descartar ambas), ha ampliado el campo de la lucha armada, pero éste, al extenderse ha surgido dividido entre los que están por el diálogo y los que no. Este escenario nacional surge una vez que el EZLN no se ha escindido a lo largo de estos tres años.
Para la representación contrainsurgente del gobierno, la reforma aprobada y la aparición del EPR han jugado a su favor en San Andrés: el EZLN no es el único interlocutor (ni político ni militar), ni los acuerdos con los partidos ``el techo'' de las propuestas gubernamentales al EZLN. Por eso no hay posibilidades de acuerdo, más allá de lo pactado con los partidos, sobre todo en la Mesa II sobre Justicia y Democracia.
Bajo este contexto, el EZLN se encuentra a dos fuegos que tienden a cerrarse. El Ejército Zapatista está entre la oferta de Bernal y el EPR; es decir, entre el desarme y la incorporación al sistema político bajo las condiciones del gobierno, o enfrentar el cerco militar que desde febrero de 1995 se viene reforzando en la zona zapatista en Chiapas contra el EZLN. Como complemento, avanza una ofensiva ``social'' y ``asistencial'' del gobierno sobre las comunidades indígenas y campesinas a fin de debilitar la base social del EZLN.
El reto hoy para el EZLN es la forma de unir en una sola política concreta, la visión ``intergalática'' con su propio escenario de guerra, las demandas campesinas e indígenas y la estructura de poder en Chiapas. Estar en el escenario nacional e intercontinental, sin perder su raíz mayoritariamente indígena y campesina, apropiados de lo concreto y como expresión social y política de todo lo excluido por el neoliberalismo. De lejos se aprecia una debilidad que ha sido aprovechada por el gobierno en San Andrés para aislarlos: los derechos políticos del propio EZLN. Desármense e incorpórense a la vida política del país; entreguen las estructuras de la CCRI y el EZLN, es la posición de Bernal y del gobierno.
La naturaleza de la Mesa II los ha llevado a este tema, que pareciera estar fuera de contexto, pues el desarme se entendía que sería el último punto a tratar en el diálogo y sin embargo, a partir de la búsqueda del EZLN para salir de su cerco en Chiapas e incorporarse ahora a la vida política del país, Bernal lo ha adelantado y convertido en tema central. A contrapelo de la negociación, el EZLN debe eludir el cerco puesto en San Andrés y buscar mantener su legitimidad y fuerza en relación a las demandas campesinas e indígenas. Ser convocante para la organización y la acción contra el neoliberalismo aplicado en México y ligarse al país mediante la acción conjunta con todas las fuerzas, sin subestimar las que ya existen y las que buscan la unidad de acción amplia.
Ningún ``puente de maíz'' ni ayuda de la Comunidad Europea o fondos solidarios, pueden sustituir la lucha por una nueva estructura de producción campesina e indígena y de la necesidad histórica de cambiar la situación social y de poder en Chiapas y México. Uno de los mayores retos para el EZLN es que no se convierta la Ley del Diálogo, en la legitimación de una ``reserva india'' para confinarlos a una prisión ``natural'' que los neutraliza, los confrontará internamente con otras comunidades y es una vía hacia el exterminio. La vía para vincularse a la situación política no es sólo a través de Bernal y la fuerza militar que lo respalda.
Marzo fue el momento más oportuno para descalificar a la representación gubernamental que a los ojos del mundo académico, político e intelectual, permaneció en silencio; demandar esto, algunos lo vieron como un acto de intolerancia, frente al hecho mismo del diálogo. Era el momento para sustituir a los Bernal, los Hirales y Arias. El silencio gubernamental en aquélla etapa obedecía a que había otro diálogo con los partidos, y el gobierno no estaba de acuerdo en tener al mismo tiempo dos interlocutores con el mismo tema. El gobierno no pagó ningún costo político a ese momento crítico del diálogo en San Cristóbal. Hoy, si el tema es la reforma del Estado, la justicia y la democracia, por qué no también diálogo directo con Santiago Oñate? Hasta hoy, nadie a enfrentado políticamente a la comisión gubernamental encabezada por Bernal, la cual se ha crecido porque su estrategia de fuerza ha funcionado. La postergación del diálogo hasta el 4 de septiembre, después del II informe presidencial, significa que para el gobierno este diálogo con el EZLN no es prioritario ya. El gobierno está preparando ganar la guerra ideológica, política, estratégicamente. Para el gobierno, el EZLN es una fuerza que está a punto de integrarse al sistema político bajo sus propias reglas, lo cual tiene para ellos más ventajas que una derrota militar. En San Andrés el gobierno y la contrainsurgencia buscan una derrota más profunda: la muerte del mito, la expectativa y la credibilidad.
Por razones de seguridad interna, el gobierno busca que el pueblo no tenga organización, estrategia propia, iniciativa ni dirección; por eso, en San Andrés podría suceder una derrota histórica como la de Celaya, donde contaron los errores de Villa, quien insistía en ganar esa batalla fuera de su terreno. Podemos escapar al determinismo histórico de las insurrecciones populares derrotadas y asimiladas?Pese a la solidaridad nacional e internacional, en esta batalla del diálogo en San Andrés, el EZLN está hoy más solo que nunca frente a sus retos y disyuntivas.