Víctor Flores Olea
Silencio sobre la nación

La mayor contradicción del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, señalada abundantemente, fue entre política y economía. En tanto habría procedido a reformas económicas importantes consolidó el más puro estilo político tradicional, centralizado, excluyente y autoritario. Por supuesto que eran necesarias reformas económicas abrir una economía que se ahogaba en el proteccionismo aun cuando el contenido, ritmo y consecuencias de los cambios resultaron desastrosos.

La paradoja es que el gobierno de Ernesto Zedillo parece caer en una contradicción análoga, en sentido inverso: mientras expresa voluntad de cambio en la política, se muestra absolutamente reacio a modificar el actual rumbo económico, a realizar algo por lo que claman todos los sectores sociales: a operar en la economía una ``reforma dentro de la reforma'': modificaciones de sustancia a la ortodoxia asumida.

Paradoja, porque el equipo de Zedillo se presentó como ``experto'' en el manejo de la economía y profundamente neófito en política. Y lo es sin duda: sería largo enumerar las vacilaciones, negaciones y contradicciones en que ha incurrido. Sin embargo, su gestión de gobierno puede calificarse ya, en alguna discreta medida, como reformista en lo político.

Como si el desconocimiento en materia política le hubiera otorgado al gobierno de Ernesto Zedillo la espontaneidad de que carece en materia económica. De donde se demuestra que la ``formación'' especializada, estrecha y unidimensional, sin visión de conjunto, es el mayor enemigo de la comprensión, lo cual resulta más grave cuando la ausencia de entendimiento sirve de principio de gobierno y autoridad.

Por supuesto que la invitación de hace varias semanas a debatir el ``modelo'' económico iniciativa del propio Zedillo fue cerrada abruptamente al día siguiente por el ínclito Guillermo Ortiz, secretario de Hacienda, confirmando una vez más el carácter unidimensional y sofocado de la visión económica del gobierno. Sobre la cuestión no resisto la tentación de citar otra vez la frase de John Kenneth Galbraith: ``los economistas son muy parcos en ideas, y las pocas que tienen son casi siempre aquellas que aprendieron en el pizarrón de su época de estudiantes''.

Además de la estrechez ``especializada'' de su formación o por ella misma, dos argumentos reiterados se esconden detrás del rechazo gubernamental a discutir su línea económica, o mejor aún, para negarse a explorar y decidir nuevas vías (la ``reforma dentro de la reforma'') no sólo más acordes con las necesidades del país, sino capaces de consolidar el desarrollo de México a mediano y largo plazo.

Una primera razón, cierta: las ortodoxas exigencias del gobierno estadunidense y de los organismos financieros internacionales. La otra, falsa, que califica como única alternativa planteada la vuelta a un ``populismo'' que nadie desea ni invoca.

La primera dibuja rotundamente el grado de nuestra dependencia con el exterior, y alude al abandono de las posibilidades de negociación internacional de un país como México, que se ha conformado con las imposiciones de fuera en vez de lidiar por mejores condiciones. La segunda resulta un simple pretexto para no discutir el verdadero problema.

Estamos otra vez en la situación de fincar básicamente nuestro desarrollo sobre la inversión extranjera, que sigue siendo mayoritariamente especulativa y no productiva? Otra vez los fetiches del tipo de cambio y de la inflación, que se procuran contener sin paliativos, serán las anclas de nuestro supuesto crecimiento? Seguirá insistiéndose en una economía que propicia recesión y que liquida a buena parte de la planta productiva, al mismo tiempo que no atiende la creación de empleos y los enormes problemas sociales acumulados del país?En el mensaje económico del gobierno se insiste en que ``ahora sí'' comienza la recuperación. Pero aun aceptando la ligera modificación de algunos indicadores balanza de pagos favorable, que se beneficia de una recesión que ha frenado drásticamente las importaciones productivas, no se ha tenido la capacidad de formular una política económica a mediano y largo plazo que atienda las verdaderas necesidades nacionales.

Necesidades nacionales abandonadas y olvidadas. Hemos escuchado alguna palabra sobre la urgencia de corregir la abismal desigualdad de la distribución del ingreso y la riqueza? No recordamos ya que en la economía de los últimos años ha habido ganadores que se han llevado la tajada del león y perdedores, a los cuales se les ha desposeído y desclasado, cuando no reducido a la miseria?Hemos escuchado alguna palabra sobre la sociedad que desearíamos construir, sobre el país y la nación a los cuales aspiramos? Silencio. En la Secretaría de Educación Pública, durante el sexenio pasado, únicamente escuchábamos una palabra: competitividad. Y los demás factores que hacen posible el bienestar de una sociedad? Por eso decíamos que la especialidad estrecha es frustrante y castrante. Esa es la desesperanza que vive hoy nuestra sociedad.

Una sociedad a la que apenas se le habla de un crecimiento otra vez sobre pies de barro, sin ninguna perspectiva de grandeza ni de certidumbre. La contradicción sigue existiendo: sí, entre un inicio de reforma electoral y una perspectiva de sociedad global sin salidas, sin proyectos, ya no digamos grandes, en el mediano y el largo plazo. Esta es la mayor limitación del gobierno actual: sus vacilaciones, sus contradicciones, su incapacidad para hablarle a la sociedad de su historia presente y futura.