Carlos Marichal
Cómo arruinan la economía los paraísos fiscales

En los últimos días han vuelto a circular informes acerca de la práctica muy común que tienen las instituciones financieras más importantes del país de facilitar la colocación de capitales mexicanos en diversos paraísos fiscales del extranjero, la mayoría en el Caribe o Europa. Aunque suelen relacionarse estos flujos con el narcotráfico, también existen otras razones por las cuales la exportación de capitales se ha convertido en un atractivo para una gran parte de la clase inversora y empresarial de México. Una primera razón consiste en el deseo de conservar sus inversiones en moneda extranjera no sujeta a posibles devaluaciones. Otra, igualmente poderosa, es el afán de evadir impuestos. Sin embargo, en ambos casos los efectos de esta fuga de capitales resulta claramente perjudicial para la economía del país.

Que esta forma de colocar dinero es ya un hecho aceptado por las élites económicas del país ha sido ratificado en las últimas semanas por empresarios de gran poder e influencia política y económica, incluyendo dueños de canales de televisión y hermanos de ex presidentes, que han emitido opiniones transparentes sobre la forma en la que consideran conveniente invertir los dineros que obtienen de los negocios u empresas que poseen en México. El destino final de estas ganancias son centros financieros en diversos lugares del mundo --Islas Caimán, Seychelles, isla de Guernsey, Panamá, etc.-- donde existen una serie de exenciones fiscales que permiten evadir impuestos y mantener el anonimato sobre el manejo de las cuentas allí abiertas.

Sin embargo, puede ponerse en duda que sea conveniente este tipo de inversión para los interesados. Unos simples cálculos matemáticos resultan ilustrativos. Supongamos que usted es millonario y coloca un millón de dólares en un paraíso fiscal. Este dinero no sirve a México porque se saca de la economía, porque no paga impuestos y porque además los intereses se reinvierten en el extranjero.

Pero ahora supongamos que usted reconsidera su decisión e invierte este dinero en México, comprando, por ejemplo, Cetes, que son bonos del gobierno que pagan un mínimo de 30 por ciento de intereses al año. En este caso, usted ganaría el equivalente de 300 mil dólares, los cuales podría invertir en, por ejemplo, los salarios de 300 obreros que podrían estar trabajando en una empresa suya. Estamos calculando en este caso que usted les paga el salario mínimo de 100 dólares a cada trabajador durante un periodo de un año. En este caso, su dinero se queda en el país, gana buenos réditos y da empleo a 300 obreros que, a su vez, le producen a usted unas ganancias cuantiosas.

Ahora bien, pongamos el caso de un hombre de negocios de mayor importancia, que tiene 10 millones de dólares colocados en un paraíso fiscal. El hecho es que invirtiéndolos en México podría ganar una mucha mejor tasa y podría dar empleo a 3 mil operarios. Finalmente, considere la posibilidad de contar con una fortuna en el exterior similar a la de algunos de los empresarios y políticos más influyentes del día, rondando, digamos, los 400 millones de dólares. En ese caso invirtiéndolos podría ganar el equivalente de 120 millones de dólares anuales, con los cuales podría dar empleo a 120 mil mexicanos pobres, muy necesitados de un trabajo productivo.

Es sabido que una parte muy importante de la clase empresarial y de los rentistas de México mantienen gran cantidad de fondos en cuentas en el exterior, la mayoría en diversos paraísos fiscales. La estimación de William Cline, miembro del Institute for International Economics de Washington D.C., es que el monto global de estos fondos se acerca a la enorme cifra de 100 mil millones de dólares en el caso de México. Si aplicamos nuestra fórmula anterior a esta cifra --llevando el argumento a su extremo-- este monto invertido en México (sea en negocios, Bolsa o deuda pública) podría producir unos réditos de 30 mil millones de dólares y permitiría proporcionar un salario mínimo a 30 millones de mexicanos, que aproximadamente es la cantidad que se ha informado recientemente que se encuentra en el subempleo.

La lección es clara y meridiana. Cuando los que tienen mucho dinero nos confiesan que utilizan paraísos fiscales, están señalando que no confían en México. Sin embargo, como se observa en los casos mencionados, invertir en casa es el mejor negocio. Sacar el dinero del país en las cantidades a las que ya se han acostumbrado los grandes empresarios y rentistas no constituye sólo una mala apuesta, sino que es a la larga una forma segura de arruinar a la nación y al pueblo mexicano.