El próximo lunes el gobierno informará oficialmente sobre el comportamiento de la actividad económica durante el segundo trimestre de 1996 y su incidencia en el Producto Interno Bruto, aunque se da por hecho que el indicador reportará un avance de 5 por ciento (``o un poquito más'', de acuerdo con importantes funcionarios de la Secretaría de Hacienda), situación que contrastaría de manera tajante con el desplome registrado (10.5 por ciento) en igual periodo del año pasado, el mayor desde 1932.
La información recabada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), presidido por Carlos Jarque, detallará el comportamiento de cada una de las ramas productivas de la economía mexicana en el periodo de referencia, aunque el mismo presidente Ernesto Zedillo adelantó que los resultados económicos abril-junio permitirán cumplir con la meta de crecimiento anual del 3 por ciento.
Antes de divulgarse de manera oficial, los resultados económicos del segundo trimestre mexicano han generado reacciones positivas en los principales mercados financieros internacionales y --como sucede con la prórroga de un embargo-- cierta mesura en el discurso gubernamental.
A pesar de ello, el resultado positivo del segundo trimestre de 1996 sería notoriamente insuficiente, dada la magnitud de la crisis. No hace falta mucha memoria (basta con abrir el refrigerador) para recordar que el desplome de 1995 (6.9 por ciento) fue devastador.
De acuerdo con información del Fondo Monetario Internacional, la caída del PIB mexicano en 1995 fue el segundo mayor del mundo, sólo superado por el de Sierra Leona (-10 por ciento), y el más pronunciado de América Latina; su más cercano rival fue Argentina, con -4.4 por ciento (Dicho sea de paso, el triunfalismo del presidente Carlos Menem se confirmó con el paquetazo del lunes, incluido el nuevo ministro de Finanzas).
De hecho, según lo establece la información del INEGI, en los últimos 53 trimestres (del primero de 1983, comienzo del eje apertura-modernización-globalización, a igual lapso de 1996) el comportamiento del Producto Interno Bruto mexicano ha sido negativo en 16 ocasiones (30.2 por ciento del total), positivo en términos nominales pero por abajo del crecimiento demográfico en nueve (17 por ciento), y positivo en términos reales en 28 (52.8 por ciento).
Así, el desarrollo se ha convertido en una asignatura pendiente para los gobiernos mexicanos. De ello da cuenta la tajante diferencia entre el México virtual y el real: en su toma de posesión como presidente de la República, José López Portillo se comprometió a lograr un tasa anual de crecimiento del PIB del 8 por ciento, pero sólo alcanzó 3.4 por ciento; Miguel de la Madrid aseguró un avance anual de 5.5 por ciento, aunque en la práctica se registró una caída permanente, la más drástica del México moderno, hasta ese momento; Carlos Salinas de Gortari presumió un 6 por ciento anual, pero concretó 2.9 por ciento, con sus 100 mil millones de dólares de inversión extranjera especulativa.
El presidente Ernesto Zedillo se comprometió a lograr una tasa de crecimiento anual de 5 por ciento. De esa proyección hay que descontar el primer año de gobierno (-6.9 por ciento) y el segundo, cuando menos.
No hay que olvidar que, de acuerdo con la Secretaría de Hacienda, en el segundo trimestre de 1995 el Producto Interno Bruto se desbarrancó 10.5 por ciento, una proporción 2.7 veces superior a lo proyectado para el periodo en el Programa de Acción para Reforzar el Acuerdo de Unidad para Superar la Emergencia Económica. En la primera mitad de ese año la caída acumulada era de 5.8 por ciento, es decir, 2.9 veces más que la estimación oficial.
Para efectos de la economía real, en dicho periodo el PIB del sector madera y sus productos cayó 16.4 por ciento; textiles, vestido y cuero, 18.7; otras industrias manufactureras 44.4; productos metálicos, maquinaria y equipo 11.8, y sector automotriz 20.2 por ciento.
Los principales indicadores macroeconómicos mostrarían cierta recuperación, pero no hay que dejar de lado que el costo del ajuste aplicado a raíz del estallido de la crisis en diciembre de 1994, ha generado mayor desempleo y la drástica reducción real en los salarios e ingresos de la mayoría de los mexicanos.
Por ello la Organización de las Naciones Unidas ha expresado su preocupación porque, en el contexto de una ``pobreza considerable'', existe el riesgo de que el programa de recuperación económica genera mayor ``inquietud política y social'' en México.
En las dos últimas décadas, México ha transitado por ``modelos'' económicos diametralmente opuestos: desde el populismo de Luis Echeverría, hasta el aperturismo, la modernización y la globalización de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, sin olvidar el estatismo nacionalista de José López Portillo.
Para efectos prácticos, los resultados han sido exactamente los mismos: México es hoy un país donde la desigualdad se asemeja más a la prevaleciente en los albores del siglo XX, pese a encontrarse en el umbral del siglo XXI.
(Correo electrónico: [email protected])