Finalizará hoy el periodo de consultas públicas sobre los 16 planes delegacionales. Ha sido sin duda, una rica experiencia transitar por estos inéditos caminos que intentan delinear un proyecto más democrático para la ciudad.
La consulta actual puso fin al viejo esquema de construir la ciudad basada en una sola visión a la gubernamental. Los tradicionales planes reguladores elaborados por los equipos técnicos al mando de las oficinas del gobierno capitalino fueron, hasta hace pocos años, la forma de imponer tal visión; sus reminiscencias fueron, precisamente, los planes delegacionales recientemente consultados.
Así, uno de los aportes fundamentales de la consulta será la posibilidad de incorporar a las decisiones políticas, no sólo nuevos actores, sino nuevas visiones, para construir la ciudad.
Un nuevo proyecto de la ciudad que, en forma incipiente, ahora se conforma, deberá tomar en cuenta algunos aspectos esenciales emanados de tal consulta.
En primer lugar, la desconfianza generalizada en las propuestas que emanan del gobierno capitalino. La ínfima credibilidad de la ciudadanía en la propuesta planificadora del gobierno, ha nutrido una oposición social contra cualquier proyecto de desarrollo urbano de la ciudad. Tal desconfianza proviene no sólo de los desacreditados procesos políticos, sino de la escasa información básica sobre los planes delegacionales. Los técnicos somos buenos para pintar rayas y colores, pero pésimos para explicar las complicadas normas urbanísticas. Un plan o plano que no se entiende genera dudas o simplemente se rechaza . La desgastada cultura de esconder la información, la cual predomina aún en algunas delegaciones, resulta contraproducente al ensanchar las desconfianzas.
Otro aspecto fue el rechazo generalizado a la densificación urbana, una de las estrategias medulares del Programa General de Desarrollo Urbano del DF, aprobado en forma unánime por la Asamblea de Representantes. La oposición a edificar en altura, principalmente en las cuatro delegaciones centrales, es de cierta manera un crítico cuestionamiento a lo propuesto por la administración con la aprobación de los representantes populares. Densificar la ciudad significa, como bien apuntaron algunas organizaciones vecinales, expulsión de la población de las áreas centrales por la concentración de usos comerciales y la mayor valorización del suelo. La densificación, en efecto, contradice los objetivos del Programa, por disminuir la expulsión de población de las áreas centrales estimadas en un millón de habitantes en los últimos cinco años.
Y por último, los ausentes mecanismos institucionales para incorporar con objetividad las nuevas propuestas ciudadanas a los planes delegacionales. Alrededor de 5 mil 500 propuestas de usos de suelo tendrán que integrarse en forma compatible con un poyecto general de desarrollo urbano, de tal manera que no resulten contradictorias con las políticas generales; o bien con otros planes de mayor impacto promovidos por la actual administración, como los megaproyectos urbanos o los grandes clubs de golf y otros proyectos propuestos, a edificarse en la sierra del Ajusco. Conviene de una vez someterlos a una amplia consulta ciudadana que evite rechazos posteriores.
La consulta ha permitido abrir ahora tenues cauces democráticos, que resultan indispensables para conformar un nuevo proyecto de ciudad; el mismo que requerirá para cumplirse un gobierno menos excluyente y más plural; pero también de una organización y representación vecinal menos opositores y más propositiva; sólo así podremos incorporarnos como ciudadanos a construir nuestra propia ciudad.