Elena Poniatowska
Los cien años de Tina Modotti /I

Hoy, 16 de agosto de 1996 Tina Modotti estaría a un día de cumplir cien años porque nació el 17 de agosto de 1896, como lo establece Sarah M. Lowe, a diferencia de Christiane Barckhausen y mía, que creemos que es el 16 porque Christiane encontró su registro en la parroquia de Santa María delle Grazie de Udine, con fecha 27 de enero de 1897: ``Assunta, Adelaide, Luigia --hija legítima de Giuseppe Modotti, de profesión mecánico, y de Assunta Mondini, encargada de las tareas del hogar, ambos residentes en Via Pracchiuso número 11, nacida el 16 de agosto de 1896-- fue bautizada hoy por don Antonio Cecutti, sacristán y delegado del párroco suscrito. Padrino de bautizo fue Antonio Bianchi de la Via Grazzano, peluquero, y los asistentes fueron Demetrio Canal, zapatero de la Via S. Lázzaro y Lucía Mondini domiciliada en Via Pracchiuso 113, institutriz.'' Sara M. Lowe, autora del catálogo más completo de fotografías de Tina Modotti, es la última de los estudiosos en publicar los descubrimientos más recientes acerca de la vida y la obra de la fotógrafa.

Tina nació en Udine, una pequeña ciudad de fábricas textiles en el norte de Italia, muy cercana a Trieste, el puerto del Adriático de donde zarparon Maximiliano y Carlota para venir a México y en el que vivió James Joyce, amigo del escritor Italo Svevo, muy cercano también a las ruinas del castillo de Duino, cuya elegía hizo Rainer María Rilke.

De haber logrado llegar a los cien años, ¿viviría entre nosotros? Probablemente no. Vittorio Vidali o Enea Sormenti o Victor o Raymond o Carlos J. Contreras o el Comandante Carlos de la Defensa de Madrid, su último compañero salió a Italia el 23 de enero de 1947 para no regresar jamás aunque dejó en nuestro país a grandes amigos, entre otros a Vicente Lombardo Toledano y a Rafael Carrillo. A propósito de Modotti, Carrillo dijo en una entrevista concedida en septiembre de 1981 que si Vidali no se ocupa en revivirla, Tina dormiría el sueño de los justos. Nadie, o casi, la recordaría porque las comunistas, salvo las que quisieron llamar la atención sobre sí mismas, como Benita Galeana y Concha Michel, disfrutan la paz de los sepulcros en nuestro país. ¿O alguien recuerda a Cuca Barrón de Lumbreras, a María Luisa Carrillo, a Gachita Amador, a Luz Ardizana, a la primera esposa de Valentín Campa, a Laurita Vallejo? ¿Alguien recuerda a Clementina Batalla de Bassols? Por una pura casualidad (y en cierta forma sospecho que por remordimientos), Vidali reunió las fotografías de Tina Modotti en una edición del Círculo Elio Mauro, Tina Modotti garibaldina y artista, y la publicó en Trieste con datos incompletos porque el mismo Vidali confundía no sólo nombres y fechas sino las fotografías de Weston con las de Tina. Decía de sí mismo que no tenía gran sensibilidad artística. Confesó que cuando Mildred Constantine viajó a Trieste para entrevistarlo se enteró más o menos de quién había sido su compañera. Más tarde, al leer el libro: Tina Modotti, a fragile life descubrió aspectos de su vida que desconocía por completo.

Vidali conocía bien la infancia de Tina porque compartió las mismas condiciones de pobreza. El también era friulano, de la región del Véneto, y Mercedes Modotti, la hermana mayor de Tina, fue su ama de casa hasta que ella murió. Vidali trató a la familia de Tina, a su sobrino Tullio, hijo de Gioconda o Valentina, a Yolanda en Los Angeles, a Benvenutto. A Tina lo unía su pasado campesino, las mismas condiciones sociales, la pobreza que los hacía tomar agua con un poco de vinagre para fingir que era vino, la emigración a Austria en busca de trabajo, como nuestros braceros que atraviesan el río Bravo, pero no supo nunca nada de su vida en Hollywood, de sus pininos como actriz, de sus actuaciones en las Filodramáticas del ``Little Italy'', de sus lecturas de Joyce y Ezra Pound. Toda su vida intelectual se le escapa e incluso más tarde en México, Vidali tampoco celebra que Diego Rivera pinte a Tina porque le parece un farsante. Lo que si le impresionaba mucho (porque guardó cuidadosamente el documento y lo enseñaba con dolor) es que la policía italiana, al perseguir a Tina Modotti, la acusara entre otros delitos de prostitución en 1911 cuando era sólo una niña. Lo cierto es que el primero que lanzó a Tina Modotti sin saberlo fue Vidali con su Tina Modotti, garibaldina y artista. En Trieste, cuando lo visité durante la semana del 16 al 23 de septiembre de 1981, preguntó con insistencia por su tumba, cuál era su estado, quién la cuidaba. Cuando le dije que estaba abandonada, una sombra de tristeza pasó sobre su rostro de ochenta y un años. En efecto se trata de una tumbita humilde en la quinta sección del panteón de Dolores. Se ha cuarteado la lápida con el perfil de Leopoldo Méndez y ya no son muy claras las palabras de Pablo Neruda. Entre ellas crece el pasto y hay que barrer con la mano las hojas secas. Dice en un rinconcito:

Tina Modotti. Panteón de Dolores. Clase 5a. Lote 5. Línea 28. Sepultura 26.

Tina está a ras de suelo, su mejilla pegada a la tierra como una almohada de su predilección. El poema de Neruda lo corrobora: ``Tina Modotti, hermana, no duermes, no, no duermes; /tal vez tu corazón oye crecer la rosa/ de ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa...''

De que Tina fue férrea no nos cabe la menor duda. Su voluntad fue inquebrantable, su disciplina también. Su fanatismo es el de los conversos y seguramente pensó que tenía que expiar su corto pasado de actriz de Hollywood y entregarse ferozmente a la causa. Ella no tenía mucho con qué ser feroz. Era una mujer de pequeña estatura, de cuerpo muy bello, de rostro muy expresivo, como lo muestran las fotografías que le tomó Edward Weston mientras recitaba poesía. Amaba mucho a sus padres y a sus hermanos. Le entristeció no poder tener hijos. Amó con pasión, sobre todo a Julio Antonio Mella, el quinto de sus seis amantes, Roubaix del Ebrie Richey, Edward Weston, Pepe Quintanilla, Xavier Guerrero y Vitorrio Vidali. (Son poquitos. Una francesa me aseguró que había que tener doce). Monna Teixidor, que salía al campo con ella y Edward Weston, Rafael Sala y Felipe Teixidor, siempre consideró que el valioso, el artista era Edward Weston y que ella, aunque hermosísima y sensible, era una ignorante. Sin embargo, a lo largo de toda su vida, Tina demuestra su deseo de saber y su emoción ante la obra de arte. El 25 de junio de 1927 le escribe a Weston:

``Dios mío, Edward, tus últimas fotos me sacaron el aire. Frente a ellas me quedo sin habla. Qué pureza de visión comunican. Cuando abrí el paquete no las pude mirar por mucho tiempo porque estremecían todos mis sentimientos internos hasta el grado de lastimarme.

``(...) Tengo tus fotografías aquí enfrente. Edward, nada antes en el arte me había llegado como estas fotos, no las puedo mirar mucho tiempo sin sentirme excesivamente perturbada. No sólo me trastornan mentalmente sino también físicamente. Hay en ellas algo muy puro y al mismo tiempo muy perverso. Contienen tanto la inocencia de las cosas naturales así como la morbidez de una sofisticada mente distorsionada. Me hacen pensar en lilas y en ambiciones al mismo tiempo. Son místicas y eróticas''.

El 7 de julio de 1925 volvió a escribirle a su maestro tal y como lo tradujo del inglés Antonio Saborit:

``Como podrás darte cuenta, Edward, no he sido muy creativa, menos de una impresión al mes. ¡Es lamentable! Y sin embargo no es tanto la falta de interés como la falta de disciplina y de capacidad para la ejecución. Ahora estoy convencida de que en cuanto a la creación se refiere (aparte de la creación de especies) las mujeres estamos negadas. Son demasiado inferiores y les falta poder de concentración y la facultad para clavarse en una cosa.

``¿Es este otro comentario excedido? Tal vez lo sea, si es así, pido humildemente el perdón de las mujeres. Tengo el imperdonable hábito de generalizar siempre una opinión sacada principalmente del análisis de una persona únicamente. Y hablando de mi persona: no puedo, como me lo propusiste alguna vez, resolver el problema de la vida extraviándome en el problema del arte. No sólo no puedo hacer tal cosa, sino ni siquiera sentir que el problema de la vida obstaculice mi problema del arte.

``¿Y ahora qué quiere decir esto de `mi problema de la vida'? Se trata sobre todo de un esfuerzo por separarme yo misma de la vida para lograr dedicarme por completo al arte.

``Y sé que exactamente aquí tú vas a decir: `El arte no puede existir sin la vida'. Sí, lo acepto, pero debería haber un balance más equilibrado de los dos elementos, ya que en mi caso la vida lucha todo el tiempo por predominar y el arte es naturalmente el que paga.

``Por arte me refiero a cualquier tipo de creación. Tú me podrías decir que cómo en mí es más fuerte el elemento de vida que el elemento de arte, debiera resignarme y hacer lo mejor que pueda. Pero no puedo aceptar la vida como es, es demasiado caótica, demasiado inconsciente, de aquí que me le resita, que la combata, todo el tiempo estoy luchando por moldear mi vida según mi temperamento y mis necesidades, en otras palabras, pongo demasiado arte en mi vida, demasiada energía y en consecuencia no me queda mucha para dedicarla al arte.

``Este problema de la `vida' y el `arte' es mi tragicomedia. El esfuerzo que hago por dominar la vida es una energía desperdiciada que podría emplearse mejor si yo la dedicara al arte. Podría tener más que mostrar. Tal como está, mis esfuerzos se desperdician casi siempre, son inútiles.

``Por eso digo que las mujeres están negadas (otra vez estoy generalizando), bueno, al menos yo estoy negada en lo que a la creación se refiere''.

Tina nunca hizo declaraciones rimbombantes acerca de su obra: ``Soy una fotógrafa y nada más'', escribió. Su actitud siempre fue modesta, su vestuario también, una chaqueta negra, una falda negra, unos zapatos de trabita de tacón bajo, una blusa blanca. Hacía todo lo posible por pasar inadvertida. Peinada con un severo chongo, casi no tomaba la palabra en las asambleas del partido. Se volvió cada vez más rigurosa consigo misma. Se exigía mucho, trabajaba con disciplina hasta caer exhausta. Tampoco le gustaba hablar en público, aunque después del asesinato de Mella participó en varios actos antifascistas de protesta por la muerte de Gastone Sozzi, un obrero italiano asesinado. En diciembre de 1929 le regaló a Baltasar Dromundo una fotito de ella muy triste tomada por Weston en 1924 y le hizo una dedicatoria:

``Baltazar, ninguna palabra podría expresar mejor que la expresión de esta cara la tristeza y la pena que siento en no poder dar vida a todas las maravillosas posibilidades que entreveo y que existen ya en germen, y que sólo esperan el `fuego sagrado' que debería proceder de mí pero que al buscarlo encontré apagado. Si me permites emplear la palabra derrota en este caso, te diré que la derrotada me siento yo por no tener más nada que ofrecer y por `no tener más fuerzas para la ternura'. Y tengo que admitir esto, yo, que he siempre dado tanto de mi, he dado todo de mí con esa exaltación que transforma la dádiva en la más grande voluptuosidad para el que da. He aquí por qué me gustó tanto y repito aquí: `¡Fraternidad espiritual de hoy y de siempre!''

En San Francisco, y sobre todo en Los Angeles, en los años veinte, Tina Modotti había vivido bajo la influencia de John Cowper Powys, escritor e inspirador de modos de vida bucólicos y hedonistas. El culto de John Cowper Powys era el de la belleza. También era el de Robo de L'ABrie Richey, norteamericano cuyo verdadero nombre (según lo descubrió Sarah Lowe) era Abby Richy, quien pensó que un apellido francés le daría más categoría. Tina Modotti vivió con él y fue su modelo. Lo ayudó a imprimir batiks. Insatisfecha consigo misma, aspiraba a algo más, pero ¿qué?