Miguel Barbachano Ponce
Antonioni, entre nosotros...

Sí, entre nosotros, pero no me refiero a su presencia física, porque es preciso recordar que el famosísimo cine-director nació en Ferrara el 29 de septiembre de 1912, es decir, que ahora cuenta con 84 años de edad, y por ende, le resultaría devastador abandonar su tranquilo domicilio ubicado en acogedor suburbio de la ciudad de Roma, precisamente en via Vincenzo Tiberio 18, teléfono 06/399598, para venir a esta agobiante megalópolis a asistir durante el tercer Festival Cinematográfico de Verano (agosto-septiembre 1996) a la proyección de su postrera realización Más allá de las nubes, año 45, 114 minutos, color.

Trabajo cinemático manufacturado con el decisivo apoyo de Wim Wenders (dirigió el prólogo, el epílogo y los interludios de la película) y en el renglón de la escritura de Tonino Guerra, su fraternal amigo, autor junto con él del guión, no sólo de ésta última cinta sino también de La aventura, año 60, La noche, año 61, El eclipse, año 62, Desierto rojo, año 64, Blow-up, año 66 Il Misterio di Oberwald, año 80, Identificazione di una donna, año 82. Unicamente nos resta citar a otros dos antiguos colaboradores del maestro en el campo de la interpretación. Me refiero a Jeanne Moreau y a Marcello Mastroiani, que participan en este filme con la misma intensidad con la que actuaron en La noche. Entonces, y para concretar, sí estarán entre nosotros como indiscutibles creadores de Más allá... Antonioni, Wenders, Guerra, y como luminosas stars de palpitante presencia, Moreau, Mastroiani, Fanny Ardant, Irene Jacob, John Malkovich. Pero abandonemos momentáneamente a los fantasmas que nos fatigarán desde la pantalla para revivir a otros más íntimos y personales, aquellos que crea la imaginación, y desde ese espacio preguntarnos: ¿Y si Antonioni estuviera realmente entre nosotros qué nos diría a propósito de su vasta carrera como cineasta? En este instante me lo imagino nostálgico y titubeante tratando de asir en los oscuros vericuetos de su memoria nombres de periódicos y revistas donde colaboró como crítico cinematográfico durante la cuarta década. Entre tanto, le ayudaba a rememorar, repitiendo en voz baja aquellos nombres ahora históricos: Il Corriere Padano, Cinema, Italia Libera, Film D'oggi, Film Rivista. Para ayudar al maestro en sus trastabilleos memorísticos me acerqué a su tarea existencial con elementales preguntas del siguiente tenor. Una de ellas -primera- hacía referencia a su inicios como cineasta. ``¿Es verdad que usted fue asistente de Marcel Carné en Les visiteurs du Soir, año 42? ¿Es cierto que como guionista trabajó con Rosellini y de Santis, en 42 y 47? ¿No miento cuando digo que tras un intento fallido de realizar un filme en colaboración con Luchino Visconti realizó siete cortometrajes entre 1943 y 1950? Por favor responda simplemente si o no''. Las respuestas fueron afirmativas, con una que otra aclaración: ``También fui ayudante en aquellos años de Enrico Fulchignoni... Ahora no recuerdo el título de las películas... En cambio me acuerdo que trabajé con Fellini el guión de Lo Sciecco Bianco''. ``El jeque blanco, año 52, segunda cinta del recientemente fallecido director'', comenté, antes de proponer una nueva cuestión: ``Es bien sabido -dije imaginariamente- que a partir de Cronaca di un amore, año 50, hasta Más allá de las nubes, año 95, usted ha realizado diecisiete largometrajes de ficción, ¿Cuál es su preferido?'' De inmediato, respondió: ``La aventura, porque fue un gran éxito internacional que me permitió realizar a continuación La noche y El eclipse, otros dos filmes acerca de la mujer contemporánea, encarnada en Monica Vitti y Jeanne Moreau... Y por cierto La aventura fue abucheada en el Festival de Cannes, más tarde recibió el Premio de la Crítica, o algo parecido''. ``Hablenos de sus concepciones cinemáticas''. Después de una pausa intensamente reflexiva, Michelangelo respondió: ``La crítica ha dicho que mi obra refleja a un cine director inquieto y minucioso, distante y quemante al mismo tiempo, que sabe expresar en el celuloide las inquietudes y las angustias de nuestro tiempo''. Y para terminar esta imaginaria entrevista. ``¿Qué tiene que decirnos sobre Más allá de las nubes?'' ``Que la película se articula a través de cuatro fugaces resplandores de amor humano que en conjunto forman una acabado tapiz de la pulsión heterosexual del siglo XX''. A pesar de la conmoción que me provocó la respuesta en cuyo contexto circularon sin ser nombrados conceptos como enloquecimiento carnal, no dejé un sólo momento en recrear mentalmente aquella frase que alguna vez dijo el genial creador: ``Nuestro drama es la incomunicabilidad que nos aisla los unos de los otros''.