Por medio de este conducto maravilloso que es la escritura, quisiera expresar mi sentir como universitario y ciudadano mexicano, para poder hacer un análisis muy sintético del teatro universitario en sus fechas más recientes.
Me gustaría partir de un tema y de un hecho muy concreto para poder entender su problemática y no divagar y caer más en la ya de por sí naturaleza efímera del teatro.
Haciendo este análisis me he podido percatar que el teatro universitario ha perdido en gran medida su capacidad de experimentación e innovación estética, debido al poco apoyo ofrecido a las jóvenes generaciones de teatreros universitarios. Como consecuencia, el teatro universitario se ha estancado en un callejón sin salida, en donde la experimentación y la vanguardia han pasado a un segundo plano, dando prioridad a quién sabe qué, ya que no se puede concebir a un teatro universitario anti-experimental y anti-vanguardia, donde el conservadurismo se hizo para otros tipos o tendencias del teatro, como el teatro comercial. Esto es producto de un sistema de selección de proyectos que, creo, ha estimulado la parcialidad y el proselitismo por medio de los criterios de selección unilaterales, sin dar posibilidad a la pluralidad de expresión artística y cultural.
Desde mi punto de vista, creo que estamos sumergidos en aquel fenómeno del dedazo y del criterio rabiosamente monolítico, basado más que nada en la cercanía personal y afectiva, dejando a un lado la calidad estética, la capacidad creativa de las personas y su trayectoria disímbola, dando como resultado de este proceso el beneficio de una pequeñísima elite.
Desde que ingresé al teatro universitario, no recuerdo épocas de tanto proselitismo dentro de la Universidad, pues el teatro universitario siempre se caracterizó por ser una opción para los artistas creadores que diferían con las tendencias más conservadoras y las relaciones humanas que estas tendencias generan, como lo ha sido por mucho tiempo el teatro comercial.
En diciembre de 1993 entregué un proyecto de teatro popular para que se llevara a cabo en Las Cárceles de la Perpetua del Antiguo Palacio de Medicina, pues conozco bien ese espacio, ya que he trabajado en él alrededor de cinco años, con fortuna y gran aceptación por parte del público, con dos de mis mejores obras: La insurgenteada y Los tres reyes vagos, proponiendo una tendencia artística popular sin descuidar un contenido cultural. La Dirección de Teatro y Danza me comunicó en diciembre de 1993 que mi proyecto había sido aprobado por el Consejo Técnico después de haber pasado por todos los trámites que la misma Dirección exige, y que arrancaríamos en febrero o marzo de 1994. En enero de ese año me comunicaron, para mi sorpresa y desconcierto, que no podría realizarse mi proyecto debido a que se determinó que el espacio de Las Cárceles de La Perpetua sería destinado a un proyecto de teatro clásico, lo cual me parece una propuesta bastante respetable, pero me surge una pregunta más profunda y más compleja que esta respuesta: ¿Qué con la continuidad de una tradición tan grande como lo es el teatro popular de la Universidad intra y extra muros? ¿Qué con toda la gente creativa que ha dado su vida a esta tendencia del teatro dentro y fuera de la UNAM, pero que la misma Universidad ha impulsado? ¿Qué con todas las funciones de teatro que han realizado universitarios, desde grupos amateurs y profesionales en la calle y al aire libre, dentro y fuera de la UNAM.
¿Dónde queda el proyecto de teatro popular de la Universidad Nacional Autónoma de México?
¿Es necesario que dentro de los Consejos Técnicos haya alguien que represente a toda esta tendencia artística y cultural?
Mi pregunta es: ¿A quien o a qué tenemos que recurrir para resolver este problema?
Obviamente la respuesta no es sencilla, si no todo se reduciría a un simple trámite burocrático, el cual ya conozco y no ha resuelto el problema.
Se están cerrando espacios como la propia Universidad, contradiciendo su esencia misma de diversidad o universidad de ideas y lo único que se está generando es inconfomidad y estancamiento, apoyando el conservadurismo y el proselitismo que, pienso, es grave para la cultura teatral universitaria y grave para la cultura general del país