Con Conasupo parece haberse cometido un garrafal error en los dos sexenios anteriores. Se confundió el hecho de que se trataba de un órgano dedicado a atender las subsistencias populares y se dirigió, en cambio, a atender las subsistencias personales de un conjunto de políticos y empresarios. Pero ningún error, por supuesto. Este es un caso más vergonzoso y criminal, de como puede lucrarse con las necesidades básicas de los mexicanos. Ningún error, por supuesto, sino un caso más de mal gobierno. Ningún error, por supuesto, sino un ejemplo más de la colusión entre empresarios y funcionarios que explica cómo se han amasado las grandes fortunas que aparecen en las listas de Forbes. En fin, una corrupción degenerada que debe confrontarse con las grandes reformas que se pretende hacerle al Estado mexicano, con la modernización y el cambio estructural que ha pregonado el gobierno en los últimos años. Que debe confrontarse, finalmente, con la severa pobreza en la que vive una gran parte de la población. A fines del siglo veinte el gran asunto en el país es la pobreza, después de tanto gobierno revolucionario institucional al servicio del pueblo.
La manera en que se ha administrado Conasupo es tan contrastante con los sesudos estudios y propuestas que se hacen en la Secretaría de Hacienda para raacionalizar los subsidios. Ese organo debe garantizar el abastecimiento y el acceso a la alimentación de los mexicanos y en cambio se desviaron los recursos en negocios chuecos y se asignaron subsidios para favorecer a la gran empresa productora de masa para tortilla. En un afán por controlar el gasto público y hacer eficiente la distribución de los recursos en el mercado se ha planteado revisar la política de subsidios, se han creado tortibonos y otros instrumentos, hasta la tarjeta de crédito para los pobres. Pero hay tanto tela de donde cortar para que el gobierno haga un trabajo en el terreno social y use su capacidad de gasto de manera eficaz en una sociedad empobrecida y con una gran inequidad en la distribución del ingreso. No será posible la aplicación de una buena administración técnica y política de esta economía mientras detrás de la gestión pública persiste tan corrosiva corrupción. Ella hace que no existan los elementos para la legitimidad de las acciones gubernamentales, más aun cuando no se generan las acciones para enfrentarla. Este es un espacio más para la incredulidad de la población ante los actos del sector público y las propuestas de las cúpulas empresariales.
En el caso Conasupo el uso de los adjetivos no son muestra de indignación son, simplemente, elementos descriptivos. Hoy una de las principales demandas de los ciudadanos es muy simple: buen gobierno. El escándalo de Conasupo no es la historia de un dinero mal gastado, de eso hay abundantes ejemplos recientes en el país. Es la historia, en cambio de un sistema perverso que trata de combinar las expresiones más recias de la economía de mercado con la corrupción pública y privada. Esto ocurre en muhos países, pero en algunos hay instancias para hacerles frente. Aquí tenemos un capitalismo ineficiente con estructuras políticas y legales cada vez más débiles que constituyen un verdadero riesgo para un arreglo social que haga este país habitable.
Mucho se ha atacado al diputado Adolfo Aguilar Zinser por su activa participación para invesigar el affair Conasupo. Muchas colas estará pisando el diputado, pero tal vez contribuya a demostrar la importancia de tener un poder legislativo independiente que represente los intereses de la ciudadanía cada vez más agraviada.