Cuatro relatos del realizador Michelangelo Antonioni, filmados por él y por el alemán Wim Wenders. Cuatro historias de incomunicación amorosa extraídas del libro de ficciones y apuntes Quel Bowling sul Tevere. A sus 83 años, enfermo, padeciendo aún las consecuencias de una insuficiencia cardiaca que limita seriamente su capacidad de hablar y de moverse, Antonioni realiza Más allá de las nubes, a la manera del estadunidense John Huston, quien a los 81 años filmara Los muertos (87) en condiciones de salud muy precarias.
Al exigir las compañías aseguradoras del filme la garantía de un director sustituto, Antonioni eligió a Wim Wenders, quien finalmente realizó el prólogo, el epílogo y las transiciones entre las historias. Más allá de las nubes es una película de colaboraciones: Wenders registra la reflexión moral del realizador, como años antes lo había hecho con Nicholas Ray en Tormenta sobre el agua (Nicks movie, 80) o con Yasuhiro Ozu en Tokio-Ga (85); Antonioni susurra y gesticula sus indicaciones escénicas a su esposa Erica, quien además realiza un documental sobre el rodaje. Hacer una película es para mí vivir; Donata Wenders colabora estrechamente con su esposo. Una película de parejas sobre parejas. Y también sobre ciudades y puertos.
Un director (John Malkovich) busca los personajes y la ambientación para su próxima película e imagina o recuerda cuatro historias de desencuentros amorosos ubicadas en Ferrara, Portofino, Paris y Aix-en-Provence. En una de ellas (La chica, el crimen), él es el protagonista y narra su breve relación en un Portofino gris y lluvioso con una joven parricida (Sophie Marceau); este episodio es el más sugerente y su trabajo de fotografía el más elaborado. En Ferrara (Crónica de un amor que nunca existió), un joven (Kim Rossi Stewart) se afana por reconquistar a una mujer (Inés Sastre) sólo para renunciar a ella después de la posesión física.
En No me busques, la separación de una pareja (Fanny Ardant y Peter Weller) propicia la formación de una nueva pareja (Ardant-Jean Reno) -este episodio transcurre en París y es el más débil de los cuatro. En el último relato, Cuerpo de impureza, la ciudad meridional francesa de Aix-en-Provence es marco suntuoso para la evocación más original y vigorosa del desencuentro amoroso. Como una fábula del cortejo renacentista, un joven (Vincent Pérez) sigue por las calles a una muchacha esquiva (Irene Jacob, la protagonista de Rojo, de Kieslowski), penetra con ella en una iglesia, languidece por ella, y recibe de su parte, en desenlace sorpresivo, la justificación suprema de su negativa empecinada.
Más allá de las nubes es una película desigual, pero sobre todo muy paradójica. Hay en ella fidelidad a viejos temas de Antonioni (la enajenación amorosa, la soledad, las dificultades de comunicación); citas visuales de películas como Crónica de un amor (50) o El eclipse (62); y al mismo tiempo un desequilibrio en la realización que en parte surge de la colaboración de Wenders, de la presencia (¿hasta qué punto necesaria o afortunada?) del narrador omnisciente que aglutina arbitrariamente las historias. A pesar de una fotografía excelente (Alfio Contini/Robby Muller) se perciben claramente dos sensibilidades disparejas (Antonioni/Wenders) que no consiguen integrar una película con unidad estilística sólida, como Profesión reportero (75) o Identificación de una mujer (82).
Wenders acompaña el trabajo del camarógrafo Muller con música de Van Morrison y U2, entre otros baluartes de modernidad, mientras la fotografía de Contini se demora en las obsesiones estéticas de Antonioni -manejo elegante y audaz del zoom, acercamiento a los rostros que son escrutinios morales, juegos con simetrías, etcétera. Además, Wim Wenders propone en la narración una ruptura no del todo afortunada: la breve escena de Jeanne Moreau y Marcello Mastroianni, pintor, disertando sobre los paisajes.
El relato limpio de Antonioni posee el vigor de la remembranza y la melancolía, como si por momentos -el cuarto episodio, por ejemplo-, el cineasta opusiera a la modernidad la fábula intemporal y una elegancia visual reminiscente de su primera época, o del cine de sus compatriotas Lizzani o Visconti.
El tono es el de la confidencia íntima, y la experiencia es a la vez cinematográfica y literaria. A pesar de ser una cinta tan desigual, destacan en ella momentos de enorme riqueza visual y un gusto por formular lo inexpresable. Antonioni lo advierte cuando declara: ``Sólo un ciudadano de Ferrara podría entender una relación que duró once años sin haber jamás existido''.
Más allá de las nubes forma parte de un ciclo de ocho películas reunidas en el III Festival Cinematográfico de Verano organizado por la UNAM. Se exhibe simultáneamente en la sala Julio Bracho, en la Cineteca Nacional, en Cinemark del Cenart, y en Cinemex de Santa Fe. La mejor opción a una lamentable cartelera de verano.