La Jornada Semanal, 18 de agosto de 1996


De burbujas, sueños y cristales

Ernesto Priego

Ernesto Priego nació en la ciudad de México en 1975. Estudia Letras Inglesas y es un erudito del comic y la música alternativa. En La Jornada Semanal, Priego ha publicado artículos sobre Hugo Pratt y sobre el vengador de la capa que recorre Ciudad Gótica y los escenarios del cine, la televisión y la historieta: Batman.



Dicen que las cosas son como son, dependiendo del cristal con que se miran.

El cristal del tiempo: en realidad, nadie logra ponerse de acuerdo cuándo y dónde se produjo el primer comic. Hay quienes, como el norteamericano Scott McCloud, afirman de manera sólida que los primeros comics se remontan a las pinturas rupestres de los muros de Altamira o, aunque posteriores, al lenguaje lexicopictográfico de los códices egipcios. En ese sentido, los mismos frescos de los mayas son páginas enteras de aventuras historietísticas, los primeros comics latinoamericanos. Otros, más mesurados, como Annie Baron-Carvais, hija del académico del comic universitario, reconocen en el trabajo del francés Rodolphe Töpffer los caminos precursores del comic moderno. Sin duda, su Voyages en zig-zag, historia narrada en imágenes, fechada en 1827 y publicada hasta 1983, representa el primer trabajo gráfico-literario publicado en la historia, además de ser obra de un autor que asumía (al igual que Moebius) una posición firme frente al uso del texto y de la imagen. Töpffer sabía que el texto sin la imagen, y viceversa, no serían nada por sí solos. Hacia el ocaso del siglo XIX, ya se encuentran los primeros ejemplos de la forma que se llegaría a conocer como funnies y luego comic-strips, más precisamente en 1892, en San Francisco. Pero no es sino hasta el 18 de noviembre de 1894 que Richard Outcault, luego creador del comic más cotizado de la historia, publica en el diario New York World (propiedad de Pulitzer) una serie de seis recuadros a color titulada El origen de una nueva especie, o la evolución del cocodrilo explicada. La pequeña narración carecía de diálogos, lo que nos impide llamarle el primer comic moderno. Sin embargo, Outcault publica por primera vez, el 16 de febrero de 1896, hace 100 años y seis meses, la tira titulada Yellow Kid. Es ahí donde comienza ese affairemaravilloso entre las artes plásticas y la literatura que hoy llamamos comic, historieta, bande dessinée, tebeo, novelas gráficas, monitos, cuentos: el noveno arte había nacido.

El cristal de la orientación... Pero hoy hemos venido por Moebius. Y hablar de Moebius es hablar de Francia: además de los primeros pasos de Töpffer, a Francia le debemos la invención de la "burbuja". La burbuja, también conocida como globo o didascalia, posterior al cartucho o caption box a través del cual podían expresarse el narrador o los pensamientos de los personajes mismos, surge en 1905 con el primer número de La Semaine de Suizette, en donde aparecía la historieta llamada Bécassine, con ilustraciones de Joseph Pinchon sobre el guión de Caumery, seudónimo del editor Maurice Langueneau, uno de los pioneros en la edición de comics en Francia. Continuada durante toda la primera guerra mundial para elevar la moral de las tropas francesas, Bécassine sería la influencia fundamental para que a partir de 1925 el guionista Alain Saint-Organ hiciera sistemático el uso de la burbuja en Le Dimanche Ilustré, que apareciera como suplemento semanal todos los jueves en el diario France Soir hasta 1958. Es así como se dieron las primeras incursiones en un medio, un lenguaje, un arte nuevo para un nuevo siglo. Los fundamentos de lo que se llegaría a conocer como la Escuela Franco-Belga del comic estaban dados ya, y es así como, creo, podemos comenzar con la historia de Moebius.

Todo es según el color del cristal con que se mire. El cristal mágico de Moebius... Y ya que hablar de comic es, por fuerza, hablar también de infancia, diremos que mirar el comic a través del cristal mágico, ámbar, turquesa, onírico de la obra de Jean Giraud, atinadamente conocido como Moebius, es descubrirlo como la puerta a un mundo completamente distinto. Como muchos, comencé mi incursión en el comic gracias a la historieta francesa. La obra magna de Uderzo y Goscinny, la mundialmente conocida Astérix el Galo, fue la ventana por donde me asomaba por primera vez al poder seductor del comic. Atrapado en universos incluidos en el formato del álbum europeo, disponible en versión rústica y cartoné, pude adentrarme en el trabajo de otros historietistas franceses, como Maurice de Bevére, mejor conocido como Morris, autor de Lucky Luke en su etapa de la segunda mitad de los cincuenta, o, con fecha de publicación de 1954, Jerry Spring, de Joseph Gillain, conocido como Jijé. Mi evasión hacia mejores mundos ficticios fue guiada también por Jean-Michel Charlier y Eddy Paape Walthéry, a veces la ya olvidada Johan et Pirlouit, de Pierre Culliford, o Peyo, autor de los Pitufos. A Hergé y la documentada línea clara de Tin Tin sólo los recuperaría hasta la adolescencia.

Nexos con la lejana capital cultural de Europa me acercaron a un capítulo ineludible en la historia del comic francés: Pilote, que apareció el 29 de octubre de 1959. Todos los grandes historietistas franceses colaborarían en esta revista, dirigida por René Goscinny, y que pronto se convertiría en el principal foro para el comic europeo de calidad con pretenciones adultas. Es ahí donde Jean-Michel Charlier y Jean Giraud, después conocido como Moebius, publican Blueberry, un comic inserto en el género western en donde Giraud se revela como un ilustrador detallista profundamente interesado en el desarrollo narrativo; una saga de aventuras del oeste, contada desde el estilo europeo de la narración figurada, con pocos splash panels, a diferencia del comic norteamericano, y un incisivo interés por la documentación y el diálogo. Únicamente comparable con el posterior Corto Maltese (1970) del italiano Hugo Pratt, Blueberry representa uno de los primeros y más finos ejemplos de la historieta de aventuras europea. La caligrafía dentro de las burbujas de ese Giraud inicial, denota ya su interés por la grafología como una forma de sello autoral en las ilustraciones, como una herramienta narrativa más que va a proporcionar personalidad a la página de comic.

Dicen que las cosas fueron así por el cristal con que se vieron. Un cristal de metal pesado: el desarrollo de la industria editorial historietista francesa posterior a Pilote, orientada por los nuevos talentos generados allí, dieron pie a varios foros que publicaron comics de fantasía, ciencia ficción y erotismo. Revistas como L'Écho des Savanes y Fluide glacial darían pie a que Moebius, junto a Dionnet, Druillet y Farkas, fundara en enero de 1975 la casa editorial Les Humanoides Associés y Métal Hurlant, publicación que favorecía el desarrollo narrativo gráfico (más imagen, menos texto). Aún más que su antecesora, la satírica Hara Kiri creada en 1960 por Cavanna, Reiser y Georges Bernier, editada por Losfeld, fuertemente influenciada por Robert Crumb y William M. Gaines, Métal Hurlant que apareciera en su versión estadunidense como Heavy Metal hasta abril de 1977 significa la aparición del comic de autor, como lo conocemos hoy en el mundo; Métal Hurlant representa un pináculo en la historia del arte secuencial, en donde las problemáticas intelectuales contemporáneas coincidían con las manifestaciones de la cultura popular, como el rock y los movimientos estéticos subterráneos. Allí aparecería por primera vez Arzach, personaje arcaico, antiguo y enigmático guerrero prehistórico-medieval que surcaba los aires de una tierra árida y perdida en un dinosaurio alado de aspecto pétreo, fosilizado. Con sólo una burbuja en 28 páginas de viñetas, Arzach es aún hoy uno de los mejores comics de Moebius. Con un estilo que conjunta el principio de la línea clara y la paleta de colores del comic francés de la época mucho más amplio que el de los comics de la industria norteamericana, aunado a un complicado sistema de sombreado puntillista y de tapetillo que crea una atmósfera oscurantista, nublada y rarificada, las viñetas de Moebius se acoplan en distribuciones panelísticas bordeadas que remiten al art noveau lidereado por Alfons Mucha.

Equilibrio entre ciencia ficción, enigmática fantasía, atemporalidad, anacronismo, surrealismo y temas oníricos, Arzach es también uno de los ejemplos más brillantes del lenguaje de la cromatología en el comic europeo. Estilo mesurado que va del barroquismo en las sombras al minimalismo en la modulación de la tinta, Moebius ya es aquí la personificación de un estilo cristalino y preciosista, el nombre de un esteta que se convertía en el máximo exponente de la historieta francesa contemporánea. En Arzach, Moebius se perfila también como uno de los más hábiles manipuladores de las capacidades cinéticas de las imágenes fijas en secuencia. Arzach es un intenso traveling donde la cámara no da respiro. Fue en Hara-Kiri, sin embargo, doce años antes, y dos después de trabajar como asistente de Jijé, en 1963, que Jean Giraud crearía el seudónimo Moebius, firma que utilizaría para todos sus trabajos, excepto Blueberry. Con el tiempo, Moebius dejaría de ser tan sólo una nomenclatura para convertirse en un concepto estético, en la muestra del poder inagotable de una imaginación que eligió la historia como medio de expresión.

Jean Giraud, Moebius, nació el 8 de mayo de 1938 en Nogent-Sur-Marne, cerca de la capital francesa. De 1954 a 1956 estudió en la Escuela de Artes Aplicadas de París, donde, según su colega Jean-Claude Méziéres, "nuestros profesores reconocían su talento, pero eran incapaces de comprender por qué uno había escogido vagar por los insulsos caminos del comic, que eran sólo para mentes retardadas...". Giraud realizó el servicio militar entre 1959 y 1960, en Argelia, tres años después de haber publicado su primer comic, titulado Far West, en la serie Frank and Jeremie. El tiempo diría todo: en 1985, Giraud, ya como Moebius, recibió el Gran Premio Nacional de Artes Gráficas, galardón francés nunca antes otorgado a un creador de historietas. Aunque para muchos el mejor trabajo de Jean Giraud es Blueberry, es difícil elegir uno solo: además de Arzach, se cuenta la deliciosa fantasía de los álbumes Diosa, El largo mañana, El garage hermético, El hombre de Ciguri, Stel; la recodificadora y reinterpretativa Parábola de su Silver Surfer con Stan Lee, donde demuestra su fortaleza artística como un creador cuya personalidad estética va más allá de todos los cánones creativos impuestos por cualquier industria editorial. Aunque es autor de los guiones de muchos de sus comics, también ha trabajado en colaboración con varios escritores: Jerry Bingham, Randy y Jean-Michel Lofficier, Eric Shanower, Stan Lee, Paul Chadwick y Alejandro Jodorowsky. Moebius también ha escrito para otros dibujantes, como Marc Bati (con quien hizo El cristal mágico). Sus juegos narrativos autoconscientes recuerdan lo mismo a Italo Calvino que a J.R.R. Tolkien.

Mirar las cosas a través de Moebius es, estéticamente, mirar también a través del cristal carmesí de México: es El Incal y, hasta cierto punto, el preciosista Los ojos del gato, la colisión entre el estilo cien por ciento europeo de Moebius y la estética bizarra y corrosiva de su guionista Alejandro Jodorowsky, donde Moebius recurre al blanco y negro como método expresivo. El universo de Moebius, habitado por puertas que se asoman a ventanas que abren otras puertas, explora desdoblamientos narrativos; su mundo es hermético porque es cerrado, pero infinito; también es un mundo místico, ocultista. Por el contrario, es La loca de El Sagrado Corazón donde Jodorowsky guionista se afrancesa al máximo, relatándonos una exquisita historia de pasión y sexo desenfrenado en la Universidad de la Sorbona. La capacidad erótica de Moebius llega al máximo con esta historia carente casi en su totalidad de sombreado, para recurrir al trazo limpio y delicado de línea clara en blanco y negro, donde nos remite inevitablemente al calor sensual de las mujeres de Milo Manara.

Jean Giraud por algo es Moebius. Encasillarlo es reducirlo; etiquetarlo es imposible; resumir su obra requeriría de un trabajo exhaustivo, especializado y, claro, destinado a otros foros. Moebius: infinitud creativa, constante, interminable cosmos. En las alucinógenas viñetas de Moebius conviven en total adulterio Camus, Castaneda, Asimov, Tolkien, Lovecraft, Dalí, Mucha, Pichard, Wayne, Crumb, Manara, Lynch, Crepax, Breton, Baudelaire, Rimbaud, Jodorowsky, Gibson, Chandler, Welles... El historietista de los extremos, Moebius, es un poeta visual que narra lo mismo la violencia que el amor, la ficción desvariada y la realidad documentada, lo mismo a través del abigarramiento barroco de líneas detalladas que con la estilizada línea clara. Su presencia en México significa uno de los acontecimientos culturales más relevantes de la actualidad historietística. Por su propositiva calidad gráfica y literaria, su obra significa uno de los más altos ejemplos del arte de vanguardia contemporáneo. Pero Moebius es también un artista que ha asumido una posición firme frente al trabajo en el restirador: su conciencia creativa representa una de las más admirables del medio editorial occidental al expresar a cada momento su defensa del arte secuencial como un medio irreductible. Mirar a través de Moebius es mirar a través de un cristal oscuro y luminoso. Celebrémoslo como un artista que modifica nuestras realidades y ficciones, y miremos el mundo a través del mágico, onírico, turquesa cristal de sus viñetas.