José Joaquín Blanco
Bilimbiques educativos

El examen único de admisión impuesto a los aspirantes al bachillerato hizo dos veces el ridículo: primero, sus errores: alumnos con nueve y diez de promedio en su secundaria, y a veces con calificaciones aprobatorias en el examen, fueron enviados, a docenas de kilómetros de sus casas, a estudiar subcarreras técnicas que ni deseaban ni se imaginaban siquiera; segundo: se aclaró que todos los examinados, ``aun los que obtuvieron cero de calificación'', serían incorporados de alguna manera al bachillerato ``o equivalente''.

Me pregunto: ¿cómo pueden obtener cero de calificación en ese examen oficial de la Secretaría de Educación Pública muchachos muy recientemente calificados con 6 o más en los exámenes que esa misma Secretaría de Educación Pública les practicó en sus escuelas secundarias, y a quienes extendió un certificado oficial? O miente el examen único de admisión o miente el certificado; en ambos casos está mintiendo la Secretaría de Educación Pública, al descertificar a los mismos que acaba de certificar. Queda reprobada como certificadora. Es, ahora con eso, una descertificadora.

Y luego, tanto en la SEP como en las universidades, ¿no es una gran hipocresía, una gran demagogia, abrir las puertas de alguna institución de prepa o equivalente a muchachos que tienen cero o 1 de calificación en ese examen único? ¿No significan esas cifras que están completamente incapacitados para ese nivel superior, y que deberían más bien repetir la secundaria --si es cero, toda; si 1, nomás el 90 por ciento--? ¿Y quién tiene la culpa de esos ceros, de esos unos; los alumnos, los maestros, la propia SEP? ¿O significan otra cosa?, ¿entonces, qué?

Admito melancólicamente la necesidad de los exámenes de admisión para la educación superior y media superior, por razones de cupo y de piedad humana; si los muchachos no están preparados para estudios superiores, mejor no engañarlos, ni quitarles el tiempo. De cualquier modo, los estudios (aun bien hechos) no garantizan un futuro empleo, sino más bien un futuro desempleo. México no ofrece a su juventud otro destino que la delincuencia o el comercio ambulante.

Pero también sé que nuestro sistema educativo, tan idiota para enseñar, ha cogido mucho gusto sólo en examinar y calificar, cosa desde luego menos difícil que enseñar de veras. Ah, el vicio del poder; los Burócratas Calificadores en el Santo Oficio de sus chambas ineficientes. ¿Por qué no someterlos a examen a ellos, los responsables del desastre eductaivo? ¿Aprovecharían, ellos? ¿Qué aprobarían? ¿No están siendo reprobados, como funcionarios, ora sí que por el Examen Unico de los resultados --ceros, unos-- del sistema educativo? ¿Hay que cesarlos a todos, como a los agentes de la Procuraduría? Sobre el examen de admisión a licenciatura pueden hacerse los mismos comentarios. ¿Como es que la UNAM otorga certificados de bachiller a estudiantes que, en ese examen, obtendrían 0 o 1?

Los exámenes únicos, entonces, no sólo están eligiendo a los mejores estudiantes para ocupar puestos restringidos en las escuelas y facultades, sino que están oficialmente desautorizados los certificados que la SEP o la UNAM emiten oficial y, por lo visto, fraudulentamente. Me parecería lógico que un estudiante calificado con 0 o 1 en su examen de admisión, pusiera querella por fraude ante los tribunales, esgrimiendo la prueba de su certificado contra esas instituciones: ¡Me engañó la SEP, me engañó la UNAM! ¡Si el resultado del examen es cierto, entonces el certificado que me dieron es falso! ¡Me dieron un bilimbique!

Entiendo que en países serios un pobre muchacho no alcance lugar porque obtuvo nomás 7.2, cuando su sabia carrera elegida requería al menos 8. No entiendo el caso mexicano, donde se imponen nuevos exámenes principalmente porque los anteriores no valen nada; donde se piden a cada rato nuevos certificados porque los anteriores son bilimbiques.

Es tan grave ya la desconfianza de las autoridades educativas en sus propios certificados y títulos, que el Centro Nacional de Evaluación de Educación Superior le ha tomado a Trotsky la idea de ``la revolución permanente''. Ha inventado la examinación permanente. Se piensa imponer ``exámenes'' únicos de licenciatura a los profesionistas ya titulados, pues sus títulos parecen valer tan poco como los certificados de bachillerato, secundaria y primaria. Esperan turno los doctores. (Los burócratas se aprueban a sí mismos mediante transas y tráfico de influencias, que a su modo también son grandes exámenes únicos).

Las colas, los hacinamientos, las políticas de terror burocrático, los errores, la pérdida de nervios, tiempo y energía. El andar siempre con mentalidad de menor de edad haciendo cola para que los Magistrados de la Burocracia Académica se dignen calificarlo a uno. Todo eso porque cada nuevo examen que se inventa resulta fraudulento, y hay que imponer otro, y luego otro.

Pero entonces, ¿por qué concederle credibilidad a los exámenes únicos hechos por esas mismas instituciones? ¿No serán éstos, a su vez, otros bilimbiques? ¿Cuándo se propondrá un Examen-Unico-de-Exámenes-Unicos para todos los que hayan aprobado fraudulentamente exámenes únicos previos? ¿Quién garantizaría a esta sublime Madre-De-Todos-Los-Exámenes? ¿La OEA? ¿El FMI?