Julio Boltvinik
Crece el hambre en México

Las noticias económicas muestran que la recuperación del PIB en el segundo trimestre (7.2 por ciento mayor que el del mismo trimestre de 1995), que todavía lo sitúa muy por abajo del dato de 1994, no se ha traducido en recuperación de los ingresos de la población. Así, las ventas al menudeo en las 33 principales ciudades, lejos de haber aumentado entre los mismos periodos, tuvieron una leve baja adicional. Peor aún es que el personal ocupado en los establecimientos comerciales y su remuneración media continúan descendiendo.

En junio de 1996, el índice de personal ocupado en los establecimientos comerciales al menudeo es sólo el 90.6 por ciento del nivel de 1994, mientras en junio de 1995 eran el 93.6 por ciento. Además, sus remuneraciones medias en junio de este año son sólo el 74.7 por ciento del nivel de 1994, mientras en junio de 1995 eran el 84.6 por ciento. Menos gente ocupada ganando menos, en establecimientos cuyas ventas siguen bajando. Las ventas que caen no sólo son las de artículos superfluos, sino también de básicos, incluyendo alimentos, agravando la situación del hambre en México, a pesar de la recuperación.

Aunque los datos disponibles no permiten darle un seguimiento cotidiano al hambre, veamos qué sabemos sobre este signo extremo de pobreza. De acuerdo con el Banco Mundial, en 1980 el 23 por ciento de la población de los países en desarrollo padecía carencia nutricional severa, entendida como aquella que tendería a manifestarse en baja talla para la edad, y el 34 por ciento no ingería suficientes calorías para poder llevar a cabo una vida de trabajo activa. (Citado por J. Drze y A. Sen, Hunger and Public Action.) Estos cálculos están basados en ingresos familiares y, por ello, son sólo estimaciones indirectas. En América Latina, la unidad conjunta CEPAL-FAO estimó, a partir de disponibilidades de alimentos para el consumo humano y de ciertas ecuaciones que relacionan la distribución del ingreso con la compra de alimentos, que la desnutrición severa afectaba al 16 por ciento, mientras que el subconsumo alimentario (ingesta por debajo de los requerimientos, dada la actividad de las personas), afectaba al 44 por ciento de los latinoamericanos en 1980. Según este estudio, la incidencia de desnutrición severa en México, 25.5 por ciento en 1977, resulta mayor que el promedio latinoamericano, mientras que la de subconsumo alimentario es prácticamente igual al promedio regional.

En México, las estimaciones de desnutrición de las encuestas rurales del Instituto Nacional de Nutrición (INN), de 1979 y 1989, basadas en un indicador que relaciona el perímetro mesobraquial para la talla y la edad de los preescolares, resultan muy altas, cerca del 60 por ciento para los niños de 1 y 2 años, y alrededor del 50 por ciento para los de 3 y 4 años. También causa sorpresa que las proporciones de desnutrición disminuyan durante diez años en los cuales predominó una severa crisis económica. La desnutrición de los niños de 1 y 2 años bajó del 64.6 al 58.4 por ciento, mientras la de los de 3 y 4 años pasó del 53.3 al 44.7 por ciento.

Una posible explicación, más allá de los problemas intrínsecos al comparar dos encuestas que tienen problemas en el diseño de la muestra, es el hecho de que el 20 por ciento más pobre de la población nacional, donde predomina la rural, aumentó su participación en el ingreso de los hogares entre 1984 y 1989, en contraste con lo que ocurrió con el resto de la población (excepción hecha del 10 por ciento más rico). Es decir, la crisis habría afectado más a los habitantes del medio urbano que a los del rural.

Existen registros de indicadores antropométricos de desnutrición para la ciudad de México en 1988 y en 1995 (los primeros de la Encuesta Nacional de Nutrición que llevó a cabo la Secretaría de Salud, y los segundos son fruto de una Encuesta en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, ZMCM, que levantó el INN). Sin embargo, la definición del ámbito de estudio es diferente (en el primer caso Distrito Federal, y en el segundo ZMCM), lo que limita su comparabilidad. Considerando en ambas encuestas como severamente desnutridos a los preescolares que se encuentran por debajo de dos desviaciones estándar de la norma de talla para la edad, en 1988 el 10 por ciento de los niños del DF estaba en esta situación, mientras que en 1995 el 17.5 por ciento de los menores de la ZMCM se clasificó con el mismo grado de desnutrición. Una parte de este fuerte aumento puede explicarse por la distinta cobertura geográfica, que otra parte se explique por la no comparabilidad plena entre ambas encuestas, pero parece haber evidencia suficiente para postular que la nueva crisis y la política económica aplicada, aumentó los niveles de desnutrición de menores en la capital del país.

Los datos de ventas al menudeo presentados al principio hacen pensar, aunque se requiere más análisis, que esta situación continúa ocurriendo en 1996. La economía se recupera, pero el hambre aumenta.